A
mediados del mes de junio me llamaron para empezar a trabajar en
Soria, lo que me llevó a irme la semana anterior para dejar firmado
el contrato y buscar un piso para los casi cuatro meses que me
esperaban por allí. Recuerdo perfectamente que fui con mis padres un
sábado a conocer la ciudad y buscar un hostal para poder pasar al
menos esa primera semana y así encontrar un piso mientras tanto.
Recuerdo perfectamente que me fui un lunes por la tarde a Soria, y
que estuve hasta el viernes de esa misma semana, días en los que
aproveché para firmar el contrato y solucionar diferentes papeles,
además de firmar el contrato del piso. Como decía, me volví ese
mismo viernes para ir el sábado a las fiestas del pueblo, y el
domingo marchar de nuevo a tierras sorianas para incorporarme el
lunes. Por delante, algo más de tres meses y medio de trabajo.
Reconozco que los primeros días, como suele ser normal cuando llegas
de nuevo a un sitio que no conoces, estaba muy nervioso. Además, me
veía un poco desubicado. No me había ido nunca a vivir fuera de
casa, y de golpe y porrazo, me vi a 300 kilómetros de Zamora y con
pocas posibilidades de poder hacer una pequeña escapada para “volver
a Granada” que diría Miguel Rios.
Como
decía, esos primeros días fueron peculiares. Por un lado, me tuve
que acostumbrar a la manera de trabajar de la planta hospitalaria en
la que me encontraba, y por otro lado, también debía acostumbrarme
a vivir solo cuando, hasta entonces, siempre había vivido con mis
padres y mi hermano. Una pequeña aventura que, por un lado, me
asustaba un poco, pero por otro, me motivaba, al fin y al cabo me
había marchado hasta Soria por motivos de trabajo, y éso de poder
decir “me toca trabajar” me gusta. Con el paso del tiempo, me fui
acostumbrando a este cambio de vida, y debo reconocer que, al final,
he acabado disfrutando muchísimo. Al final, te acabas adaptando, y
cuando coges el punto al tema de organizar la vida laboral con las
comidas, el piso y demás, al final tampoco es algo tan complicado.
Es cierto que a veces se nota el cansancio del trabajo y que cuando
te toca la noche, el día siguiente estás un poco “descuajaringao”,
pero, como decía, siempre está ahí la motivación de poder decir
que “toca trabajar”.
La
verdad es que conocía esta ciudad muy, muy de pasada. Recuerdo haber
parado en ella a la vuelta de unas vacaciones hará como siete años,
pero fue el tiempo justo para tomar un café y recorrer una calle
(que ahora sé que es El Collado) durante un ratito. Lo que me quedó
entonces bien claro es que en Soria hacía frío, pues en pleno mes
de julio de aquel verano nos tocó tirar de manga larga al bajar del
coche. Durante esta estancia en la ciudad que tanto inspiró a poetas
como Machado o Bécquer, he podido conocer bastante a fondo los
rincones de Soria. A nivel de tamaño y población, es una ciudad más
pequeña que Zamora. Uno de los primeros sitios que conocí de la
ciudad fue el Parque de la Alameda de Cervantes, más conocido allí
como “la dehesa”, que, por hacer una comparación, es una versión
del Campo Grande de Valladolid, pero en pequeño. Pero debo reconocer
que hubo dos cosas que me impresionaron bastante. Por un lado, la
famosa ermita de San Saturio, una ermita colocada en la ladera de la
sierra de Santa Ana, frente al paseo de San Prudencio. Añado el
nombre de la zona preparada para caminar que quedaba enfrente porque
la historia de ambos santos es más que llamativa. Por otro lado, uno
de mis rincones favoritos fue el mirador de los Cuatro Vientos y la
ermita de la Virgen del Mirón, que se encuentra pegando con este
mirador. Una zona que permite ver la zona del río y gran parte de la
ciudad. Por allí paseaba Antonio Machado cuando su mujer se
encontraba ya enferma, de ahí que se levantara un monumento bastante
curioso en honor al famoso poeta y su mujer. Tanto la ermita de San
Santurio como la de la Virgen del Mirón y el Mirador de los Cuatro
Vientos han sido las zonas que más me han gustado sin duda. Para
salir a dar una vuelta por Soria, recomiendo los caminos que hay
alrededor de estas zonas, que te permiten ir viendo el río y estos
monumentos.
A
nivel deportivo, mi estancia en Soria ha sido, cuanto menos,
peculiar. La semana que tuve que ir a firmar el contrato estuve
haciendo natación más un día de bicicleta (el sábado), mientras
que el domingo por la mañana, antes de volver a Soria, salí a rodar
45' sin ninguna queja por parte del tendón de Aquiles, que tanta
brasa me había dado. Así, aproveché, ya en Soria, para bajar a “la
dehesa” y completar unas cuantas vueltas. Así estuve hasta que, el
miércoles de la primera semana que trabajé allí, una sobrecarga me
mandó parar. Tras cinco días parado por completo y otros cinco
haciendo natación, vuelvo a correr, pero el cuerpo sigue empeñado
en que no lo haga. Semana y media más tarde, ya conociendo más de
Soria y habiendo completado esos últimos kilómetros por la zona del
paseo de San Prudencio y por San Saturio, otra sobrecarga me manda
parar. Así, me tocó estar otra semana sin parado por completo.
Justo siete días más tarde, me volví a calzar las zapatillas y, la
verdad, la cosa fue bastante bien, notando poco a poco mejoría,
hasta que, el pasado jueves, mientras iba rodando por la zona del
camino de Garray, pisé una zona húmeda y me fui al suelo. En un
principio, la cosa no fue a más, tan solo unos raspones en un brazo
y en la cadera, pero según fueron pasando los minutos, ya
acercándome a la parte final de la sesión de carrera continua,
empecé a notar una molestia general por la parte trasera del
costado, que poco a poco fue localizándose en un punto concreto: una
costilla. Tras la experiencia del pasado mes de noviembre con dos
rotas y en esta ocasión con esa zona bastante dolorida, acabé en la
consulta del médico de urgencias para que me dijera qué era lo que
tenia exactamente. Tras la observación correspondiente, tan solo
tenía el golpe. El viernes decidí descansar y que éso fuera
pasando. El domingo tenía previsto participar en la media maratón
de Ávila, pero tras el golpe, la verdad es que tuve muchísimas
dudas sobre si podría o no poder hacerla, lo que, la verdad, me
hundió bastante. El sábado, aun estando en Soria, bajé, en
compañía de mi padre, a “la dehesa” a completar unas cuantas
vueltas… La molestia estaba mucho mejor, seguía notando el golpe
(ya me advirtieron de que ésto se mantendría unos cuantos días),
pero podía correr, ni tan mal.
Una
de las cosas que más me ha gustado de Soria en temas de deporte ha
sido el poder saludar a los dos mejores atletas de esta tierra, Abel
Antón y Fermín Cacho y, además, en el caso del maratoniano, poder
cruzarme con él varios días corriendo, lógicamente él mucho más
rápido que yo. También vi en un par de ocasiones a Dani Mateo,
Jesús España (se desplazó hasta Soria para finalizar su
preparación de cara a su última maratón) y con Estela Navascues.
Una gozada poder ver a todos estos grandes deportistas. A nivel de
zonas de correr, “la dehesa” que comentaba antes es una buena
opción siempre y cuando sepamos elegir hora (en las centrales del
día suele estar con bastante gente) y momento, porque, por ejemplo,
en las fiestas de San Juan suele ser una zona muy utilizada para
diferentes actividades. Por otro lado, toda la zona de San Saturio y
los caminos que salen a continuación del puente de piedra de Soria.
Son dos paralelos que, en un momento dado, se juntan a través de un
puente y que, siguiéndolo recto, se llega hasta Garray, famoso por
tener las ruinas de Numancia. Lo malo son los tramos de pasarela que
hay en ellos, pero, por lo demás, es una zona muy entretenida para
rodar. Un sitio del que me han hablado en varias ocasiones, pero
nunca he llegado a rodar, ha sido de Valonsadero, lugar habitual de
entrenamientos de gente como Abel Antón o Daniel Mateo. Allí
estuve en un par de ocasiones en compañía de mis padres y mi
hermano, pero tan solo con el objetivo de pasar el día.
Dejando
un poco de lado mi estancia en Soria, el pasado domingo tomé la
salida en la media maratón de Ávila. Llevaba ocho meses (desde la
carrera de Don Bosco de Valladolid) sin colgarme un dorsal. Debo
reconocer que tuve ciertas dudas sobre si podría o no participar en
esta prueba. Finalmente, con bastante precaución con el tema del
golpe del pasado jueves, pude correr los 21 kilómetros por las
calles de la ciudad de la muralla. Después de mucho tiempo, volvía
a verme metido en una competición. Mi estado de forma no era el
mejor como para salir a disputar la prueba y mi cuerpo tampoco estaba
para forzarlo, así que decidí ir al ritmo que las piernas (y la
zona dolorida) me dejaran. La verdad es que me encontré mejor de lo
que me esperaba, completando los 21 kilómetros en 1h34'04. Como es
habitual, corrí con el GPS, y a modo de anécdota, me gustaría
comentar que, de todos los kilómetros, este aparato tan solo
coincidió con los de la organización en el segundo, habiendo una
diferencia al final de medio kilómetro (según el aparato, la media
maratón tenía 21630 metros. Este año la organización dio una
mochila bastante curiosa de la marca Joma, aunque, si soy sincero, el
precio de inscripción me pareció un poquito elevado. Pero, en
líneas generales, una buena media maratón y en la que recomiendo
correr, con un gran ambiente popular, donde se junta la gente que va
a competir con la gente que va a disfrutar de una mañana de
atletismo.
Nos
vemos… haciendo deporte, claro.