lunes, 20 de septiembre de 2021

Vacunación y coronavirus

Publiqué la última entrada del blog en enero de este mismo año. Bastante más de medio año después, decido ponerme manos a la obra con una pequeña entrada el blog. No es que hayan pasado demasiadas cosas en mi vida tan importantes como para ser contadas, pero me veo un poco en la necesidad de ponerme a escribir tras tanto tiempo. Me resulta una forma bastante interesante de contar lo que pienso de ciertos temas, y hacerlo así me es mucho más cómodo que hacerlo hablando. Desconozco el motivo, pero así es. Pensado, lo que se dice pensado, no tengo nada, a pesar de todo el tiempo que ha pasado. Dejaré que poco a poco vayan pasando los párrafos y que sea la improvisación la que se encargue de decirme qué contar. Vamos allá.


Un año y medio después de aquel fatídico marzo de 2020, seguimos metidos en una pandemia mundial. En el caso de España empezamos, poco a poco, a ver la salida de una quinta ola que nos ha pillado, por suerte, con una parte de la población ya vacunada, con la dosis completa o, al menos, una parte de la pauta ya inoculada. Y es que sí, por fin llegó el ansiado momento en el que la población hemos tenido la oportunidad de que no solo las mascarillas y el distanciamiento social (algo que, honestamente, ha brillado por su ausencia en demasiados momentos) nos sirvan para combatir al coronavirus. La vacuna que todos ansiábamos llegó por fin, y con el paso de los meses hemos conseguido que un importante número de la población haya recibido las pautas correspondientes. Algo que es motivo más que suficiente para estar contentos, pero que para nada debe llevarnos a una relajación de las medidas, porque una cosa debemos tener clara: la vacuna lo que intenta es reducir la gravedad de los síntomas e incluso intenta “pelear” para que no necesitemos ingresar en una institución hospitalaria, bien sea una Unidad de Cuidados Intensivos (UCJ) o en una planta habilitada para el virus. Pero sí, podemos dar positivo en una PCR y provocar que otros den también positivo. Podemos contagiar y ser contagiados. Y es algo que debemos tener en cuenta. La vacuna sólo es una parte (importante, sí, pero una parte) del proceso encaminado a controlar el virus y que, en un momento esperemos que no muy lejano, no tengamos que lamentar un número de fallecidos como los que hemos tenido hasta ahora. Lo ideal, claro está, sería que nadie más llegara a morir.


Como decía, debemos de seguir con las recomendaciones, que son “cuatro” y muy básicas, para que el proceso de control del virus sea el adecuado. Distanciamiento social y mascarillas. Si lo añadimos a la vacunación, estaremos haciendo un trabajo excelente para evitar contagios. No nos supone ningún problema llevar siempre una mascarilla con nosotros y en el momento de estar en lugares concurridos o cuando nos juntemos con otras personas, tirar de ella. Quirúrgica o FPP2, lo importante es tapar las vías por la que nos podemos contagiar. Seguir protegiendo a nuestros mayores, y evitar que nuestros jóvenes se junten para realizar diferentes fiestas o botellones sin ninguna medida de seguridad. Informar a toda la población de qué hacer y qué no hacer cuando estemos con más gente. Y ser sensatos. Sobre todo eso. Si somos conscientes de todo lo que nos ha ocurrido, de la mucha gente que se nos ha quedado por el camino y que, de no haber sido por esto, podría seguir viviendo, y hacemos todo con coherencia, conseguiremos seguir avanzando. Si creemos que todo ha sido una broma, que es mentira, que en realidad los hospitales han estado vacíos (prometo haber leído “chorradas” así, y peores), el trabajo de mucha gente no habrá servido para absolutamente nada, y tan solo conseguiremos que esta guerra contra el virus se siga prolongando.


Creo que queda bastante claro que negacionista no soy. Me catalogaría más bien de “antinegacionista”, una palabra que en una vez me dijeron y me gustó tanto que la adopté para mi. Lo que hemos tenido en todos los hospitales de nuestro país no ha sido, ni de lejos, una mentira. Un virus, algo microscópico, nos declaró una guerra, sin armas, pero una guerra, y todos los sanitarios debían arrimar el hombro para combatir. Se puso a disposición lo que se tenía, los centros hospitalarios, y los escasos conocimientos, que, por suerte, han ido en aumento a lo largo del tiempo gracias a unos investigadores que se merecen todo nuestro respeto, para que los enfermos que necesitaban de una asistencia sanitaria tuvieran la atención que se merecían. Bastante tenían sufriendo sintomatología lo suficientemente fuerte como para estar en una UCI o planta Covid como para abandonarlos. Necesitaban ayuda y ahí estaban los facultativos, el personal de enfermería, los auxiliares, los celadores, el personal de limpieza y otra mucha gente echando una mano. Había que hacerlo. Había que arribar el hombro. Y es que, si en otras guerras los soldados iban de verde, en esta han ido de blanco. Todos ellos han visto como muchos de los pacientes se iban, con la desesperación que produce ver que, en un principio, el desconocimiento podía hacer dudar acerca de cuál era la actuación correcta. Y es que, aunque mucha gente niegue todo lo que ha ocurrido, lo cierto, y no me cansaré de repetirlo, se nos ha ido demasiada gente.


Las cifras de pacientes hospitalizados han ido oscilando según han pasado los meses. Por suerte, se ha ido recuperando poco a poco las actividades de los hospitales no relacionadas con el coronavirus. Épocas de un aumento de ingresos, coincidiendo con las épocas más fuertes de las olas, se han acompañado de una reducción de los mismos según se ha ido reduciendo el número de contagios. La vacunación, posiblemente, ha echado una mano más que importante a que el número de personas afectadas que necesiten de asistencia hospitalaria se haya visto reducido, pero aun hay pacientes que han pagado las consecuencias de los actos irresponsables de unos pocos y que, siendo “actores secundarios”, sin tener nada que ver con ciertos actos, se han visto afectados. Aun nos queda mucho camino por recorrer, y hasta que no consigamos que los hospitales estén completamente vacíos de este virus y cuando todos seamos coherentes y sepamos que hay ciertas situaciones de riesgo que no podemos asumir, no seremos capaces de tener todo esto controlado.


No vemos… haciendo deporte, claro.


sábado, 16 de enero de 2021

Escribiendo en época pandémica

Han pasado unas cuantas semanas desde la última entrada que publiqué en este espacio. Motivos varios me han ido obligando a dejar de lado el tema de la escritura. Trabajo y entrenamientos, en resumidas cuentas, me han tenido lo suficientemente ocupado como para tener que prescindir de esta afición que, como ya he comentado en otras ocasiones, tan importante es para mi. Hoy, varios días después, logro sentarme para juntar unos párrafos con el único objetivo de ir expresando mis opiniones acerca de todo lo que estamos viviendo con la pandemia del coronavirus y también para intentar tocar el tema de los entrenamientos, parte fundamental de este blog.


Parece que no, pero en apenas dos meses se va a cumplir un año desde que se decretara el estado de alarma en el mes de marzo de 2020. Por estas fechas, el año pasado prácticamente ninguno nos imaginábamos la que se nos venía encima. El coronavirus parecía algo muy lejano, algo que estaba en China y que tardaría mucho, mucho tiempo en aparecer por aquí, si es que en algún momento llegaba. Qué ingenuos fuimos. Este virus llegó muy rápido y prácticamente nos pilló de sorpresa, a pesar de las muchas advertencias que recibíamos por parte de otros países cercanos a España. Puede que el miedo nos llevara a no querer aceptar la situación. O realmente no quisimos asumir que, tarde o temprano, nos tocaría también a nosotros. Esto se fue extendiendo por Europa y no tardando empezamos a ver los estragos que estaba haciendo en países fronterizos con el nuestro, como puede ser Italia. El hecho es que un virus del que no sabíamos demasiado, sólo que tenía una capacidad de contagio más que considerable y que se estaba llevando a mucha gente, estaba cada vez más cerca. Aun cuando empezaron a aparecer los primeros casos, seguimos intentando hacer nuestra vida igual que antes. Nosotros, que vivimos en un país caracterizado por su vida social. En marzo, después de alguna que otra “guerrilla” por el retraso de la decisión y por permitir algunas concentraciones masivas (no voy a entrar a criticar o no esto porque no es el espacio para hacerlo), se declaró el estado de alarma, el segundo que se decretaba en España desde que tenemos democracia. Todos a nuestra casa. Los hospitales, hasta arriba de pacientes ingresados gracias al Covid-19. Los datos, cada vez más aterradores. Más contagios. Más muertes. Veíamos cómo, cada quince días, el Gobierno alargaba por otros quince más el estado de alarma y cómo Fernando Simón compadecía todos los días ante los medios de comunicación para darnos cada vez peores noticias. La cosa no pintaba bien.


Después de mes y medio, en mayo empezamos a ver un levantamiento de las restricciones y, poco a poco, empezamos a poder salir a las calles. Franjas horarias según lo que fuéramos a hacer. Pasado un tiempo, se levantan las restricciones y, con ellas, el estado de alarma. Pero, a pesar de ello, el virus seguía conviviendo entre nosotros. El verano se pasó como buenamente se pudo, pero en los hospitales seguían ingresando pacientes positivos o con síntomas compatibles con el virus. No, la cosa seguía sin acabar de ir bien. Poco a poco fueron aumentando los casos. Se comenzaron a poner de nuevo restricciones. Restricciones en las reuniones con no convivientes o con un toque de queda entre las diez de la noche y las seis de la mañana (ahora en Castilla y León desde las ocho de la tarde). Pero la segunda ola no se pudo evitar. Aun estando metidos en ella de pleno, algunos ya auguraban una tercera oleada. Tan evidente era que la población no íbamos a ser capaces de cumplir con las fiestas navideñas a la vuelta de la esquina que ya se daba por hecho.


Y así fue. Prácticamente empalmamos la segunda y la tercera ola. Los resquicios del verano se juntaron con las reuniones familiares y demás festejos que se han hecho entre Nochebuena y Reyes. Algo complejo lo de evitar juntarnos en estas fechas, pero no hemos sido conscientes de la situación sanitaria que estamos viviendo. No podemos culpar a nadie de las responsabilidades que, como población, no hemos tenido. Se estaba viendo que muchos contagios se estaban produciendo en reuniones en espacios cerrados y cuando nos quitábamos las mascarillas. Porque sí, esos “bozales” como muchos dicen, ayudan a evitar contagios. Pero nos dio igual. Había que juntarse a toda costa. “Malo será”. Y malo fue. A mediados de mes nos encontramos de pleno en la tercera ola. Los datos llevan ya unos cuantos días al alza. Y, lo peor, sigue muriendo gente. Ahora no vale la excusa de que no conocemos el virus. Llevamos casi un año, cuatro cosas fundamentales sabemos. Puede que no sea lo suficiente como para erradicar a la Covid-19, pero sí lo suficiente como para poner nuestro granito de arena en busca de reducir los contagios. Hemos entrado en la tercera ola por falta de responsabilidad y no podemos echar balones fuera. Podemos decir que si se han quitado restricciones y demás, pero en nosotros debería estar el decidir qué es lo mejor para nosotros y nuestra familia. Pero nos ha dado igual. Mejor vivir las fiestas navideñas como si no pasara nada. Eso sí, cuando alguien con quien estuvimos cenando diga que tiene una prueba positiva y que somos contacto estrecho por haber estado en un espacio cerrado, sin mascarilla y durante más de quince minutos, y nos tengan que hacer la prueba con el “palitroco”, nos “cagaremos la pata abajo”.


Vamos a ver cómo va evolucionando todo. Por ahora, seguimos dentro del segundo estado de alarma. Van apareciendo más restricciones. En Castilla y León el toque de queda, desde hoy, ya se ha puesto de ocho de la tarde a seis de la mañana y parecer ser que se ya se baraja también la posibilidad de otro confinamiento domiciliario en quince días si la cosa no mejora. El aumento de casos es considerable y la gente sigue falleciendo. ¿Se están tomando las medidas adecuadas? Como decía, no sirven de nada las medidas si no asumimos la situación y ponemos de nuestra parte que evitar que esto siga al alza. Si queremos evitar otro confinamiento domiciliario, que todo se nos siga yendo de las manos, que la situación económica siga de mal en peor, seamos, todos, consecuentes con nuestros actos. Uso de mascarillas, lavado de manos y distanciamiento social. Evitemos aglomeraciones y juntarnos en espacios cerrados y sin las mascarillas.


Cambio de tercio. En la última entrada comentaba que, por lesión, llevaba parado varios días. A mediados de noviembre, tras algo más de un mes en el dique seco, conseguí calzarme de nuevo las zapatillas. Por fin, me veía de nuevo vestido de corredor y acumulando kilómetros. Lo echaba mucho de menos. Los primeros días, con la precaución correspondiente por llevar unas cuantas semanas parado. Escuchando al cuerpo, dejando que fuera él el encargado de marcar los ritmos, que para nada eran muy boyantes. Dos meses después, parece que el cuerpo no se ha resentido y sigo encadenando zancadas, aunque los ritmos siguen sin ser muy rápidos. En este espacio de tiempo, el rodaje más rápido ha sido en torno a los 5'02 min/km. Por norma general, suelo rondar a una media de 5'20 min/km. No son grandes velocidades, pero me doy con un canto en los dientes. Entre las lesiones de los últimos años y el confinamiento, el simple hecho de poder salir a sumar kilómetros cada día es motivo suficiente para estar contento.


En mi mente tengo la idea de intentar volver a seguir un plan de entrenamiento. Pero, la verdad, no acabo de ver el momento. Al comenzar a rodar después de este parón, tuve unas pequeñas molestias en una rodilla que, si bien no llegaron a impedirme continuar corriendo y que, a base de estiramientos fueron desapareciendo, sí me hicieron aplazar esta idea hasta que no viera que el tema de la rodilla estaba solucionado. Posteriormente, lo he ido dejando hasta encontrar un momento libre en el que poder sentarme y pensar cómo organizar las sesiones, pero debo reconocer que entre jornada laboral, los rodajes, la media hora de estiramientos y aprovechar el resto de tiempo libre para temas varios, lo he estado aplazando. Ahora, con “Filomena” tampoco me ha parecido momento de ponerme a organizar días de entrenamiento, pues, viendo el panorama de nieves, heladas y demás, prácticamente ha sido (y sigue siendo) ir viendo cada día a ver cómo estaba el terreno e ir haciendo lo que se podía. No me ha parecido momento de plantear ritmos ni kilómetros, sino de hacer lo que se fuera pudiendo. Ahora, tengo mis dudas sobre si empezar o seguir como hasta ahora, saliendo e ir viendo el día a día. Si la cosa no mejora en cuanto a la pandemia, veo que en poco tiempo estaremos de nuevo metidos en nuestras casas, saliendo tan solo a compra, trabajar y poco más, y para empezar un plan y tener que parar por completo de quince días o tres semanas, prefiero seguir como hasta ahora, improvisando los entrenamientos. Por ahora, me conformo con poder seguir rodando, sin mayores contratiempos, disfrutando de cada zancada, e ir valorando cómo va la situación con la Covid-19 e ir haciendo las cosas.


Nos vemos… haciendo deporte, claro.