lunes, 26 de junio de 2023

Fin de temporada

Nos encontramos encarando la parte final de la temporada atlética. Es el momento en el que muchos atletas aprovecharán para hacer un pequeño alto en los entrenamientos programados y poder disfrutar del simple hecho de correr por correr y alternar esto de gastar zapatillas con otros deportes, como puede ser la bicicleta, un complemento ideal para los corredores. Y aunque ahora se celebren competiciones por las muchas fiestas de los pueblos, que suelen coincidir con esta época del año en la que las temperaturas son más altas, los objetivos en ellas posiblemente disten mucho de los del resto del año y el único objetivo sea el de disfrutar de un rato agradable y “quitarnos la carbonilla”, pero sin hacer mucho caso al cronómetro y simplemente dejarnos llevar por nuestras sensaciones. Sin embargo, puede que algunos estén pensando en preparar alguna maratón para finales de verano o primeros del otoño y no durante todos estos meses de calor, pero sí durante algunos, les tocará seguir entrenando a las órdenes de un plan de entrenamiento, por lo que este “asueto” o lo estarán haciendo ya mismo, con la idea de llegar más o menos frescos a la preparación, o lo harán una vez completado su objetivo en los 42195 metros de esa maratón.


Hay otro grupo de corredores, que no estamos en ninguno de los dos grupos anteriores. Somos aquellos a los que nos gusta correr por correr, que nos ponemos muy de vez en cuando algún dorsal y cuyo único objetivo es poder salir a correr sin que nos duela nada. No llevamos una planificación con series, cuestas, cambios de ritmo o ritmos controlados, simplemente nos calzamos las zapatillas e intentamos disfrutar al máximo de nuestros rodajes. Si bien es cierto que durante esta época de más calor a lo mejor podemos introducir alguna modificación, continuamos rodando a diario, pues correr es nuestra válvula de escape. En este grupo se encuentra el que escribe. Durante unas temporadas, cuando entrenaba con Teo de las Heras, estas fechas eran las de cerrar la temporada. Corríamos la Milla de La Horta y luego, el 29 de junio (tenía siempre fecha fija) el Cross del Ajo, por las fiestas de San Pedro, y ahí dábamos por finalizados los entrenamientos, un periodo que se alargaba durante el mes de julio para luego, ya en agosto, recuperar los entrenamientos, que durante las primeras semanas únicamente eran de carrera continua. Era una buena manera de hacer una transición de una temporada a otra, pues nos manteníamos activos (en mi caso, con la bicicleta y la natación), pero nos recuperábamos y volvíamos más frescos al inicio de los entrenamientos. Claro que los objetivos en ese momento estaban más centrados en competir, en no llegar “agotados” al cross y poder aguantar el resto de la temporada sin muchos percances mientras hacíamos las correspondientes series o cuestas.


Ahora, los objetivos son otros y ya desde hace unos años decidí modificar lo de no correr en julio. Es cierto que quizá esto de no correr absolutamente nada durante un mes y centrarme solo en la bicicleta y la natación fuera algo un tanto drástico y que, de volver ahora a organizar una temporada como las organizábamos entonces no lo haría así. De volver, ahora me plantearía alternar un día de carrera continua con otro de bicicleta (se me hace más llevadero lo de dar pedales que nadar), pero no dejaría por completo lo de encadenar zancadas. ¿El motivo? Bueno, está claro que el objetivo principal era el de recuperar tras una temporada compitiendo y entrenando, pero no sé hasta qué punto nos podía beneficiar, a la hora de volver a entrenar, haber estado durante cuatro semanas haciendo deportes sin impacto para luego, empezar a encadenar entrenamientos de carrera continua. Para evitar que el cuerpo, por decirlo de alguna manera, “se olvidara” del impacto que tiene correr, podría ser una buena opción continuar con rodajes, quizá con algo menos de volumen, y alternarlos con sesiones de bicicleta, que no tiene ningún impacto y nos podría ayudar perfectamente a recuperar. Un día un deporte y al siguiente otro.


Pero bueno, que me desvío de lo que quería contar. Comentaba que desde ya hace unos años, en julio continúo corriendo. Y debo reconocer que lo agradezco. Desde hace ya mucho apenas participo en competiciones, pues entre lesiones, turnos de trabajo y el tiempo que hemos estado con la pandemia del coronavirus, no he tenido lo que se dice mucha opción de colgarme un dorsal, y esto ha pasado a convertirse en algo no centrado en competir, sino en intentar disfrutar del atletismo y, durante el tiempo que estoy rodando, desconectar de todo. Disfruto corriendo sea el mes del año que sea, y prefiero seguir así a “amargarme” como me pasaba entonces por no poder correr. Porque, si ya llevo mal no poder correr estando lesionado, no correr sin que me duela nada lo llevo aun peor. Como decía en el párrafo anterior, aquello quizá fue muy drástico y de haber seguido corriendo, aunque fuera a días alternos, con un día de bicicleta de por medio, lo hubiese llevado mucho mejor al no comerme tanto la cabeza por querer salir a correr. Pero bueno, ahora los objetivos son otros y tampoco es que ande sobrado de tiempo como para estar unos cuantos días a la semana invirtiendo mucho tiempo con la bicicleta porque, queramos o no, lo de dar pedales requiere de bastante más tiempo que si nos ponemos a dar zancadas. Por lo tanto, sí, la temporada a llegado a su fin, pero, en mi caso, como el de otros muchos corredores, continuaré (siempre que el cuerpo lo permita, que esa es otra) dando unas cuantas zancadas durante el mes de julio. No sé si es o no lo correcto, pero estas últimas temporadas lo he disfrutado y, al final, es lo que importa, que nos lo podamos pasar lo mejor posible con el deporte que nos gusta.


Hablando un poco de los últimos entrenamientos, por ahora el objetivo que me he marcado es el de poder correr a ritmos en torno a los cinco minutos por kilómetro, algo que no se me acaba de lograr. Durante el mes de abril tuve unos días en los que terminaba los rodajes rozando esos ritmos y tan solo algún día de manera puntual era capaz de rondar los 4’58-5’00 de ritmo medio al terminar. Según fue pasando el tiempo parecía que el cuerpo fue asimilando esos ritmos y, milagrosamente, durante algunos días del mes de mayo sí conseguí parar el cronómetro con ritmos medios en torno a 4’50-4’55, pero fue algo fugaz y, pasados esos primeros días, volví a los ritmos de 5’05-5’10. Ahí es donde me encuentro de nuevo ahora, rondando los 5’10 por kilómetro, salvo excepciones muy, muy contadas, como ayer, cuando, tras finalizar un rodaje por el pueblo (el primero que hacía desde 2017), el GPS marcó una media de 4’53 min/km. Posiblemente, haya sido la única vez este mes que haya podido bajar de los famosos “a cinco el mil”.


Aunque estoy contento de ver que, al menos por ahora, he conseguido bajar unos cuantos segundos por kilómetro respecto a los meses de enero o febrero, cuando un rodaje por debajo de 5’20 era ir forzando, creo que aun queda por mejorar. Sigue faltando ese “empujón” para poder decir que me manejo a ritmos de cinco por kilómetro en cada rodaje, pero no podemos ir con prisa, y después de muchísimo tiempo sacando las sesiones a 5’25-5’30, tenemos que ir con paciencia, sin querer hacer las cosas antes de tiempo. Quedan por delante aun muchas semanas para seguir en busca de este objetivo, así que vamos a hacer las cosas bien. Por ahora, es lo único que tengo en mente. Según vaya avanzando el verano y vaya viendo cómo van saliendo los ritmos de los rodajes, a lo mejor podía empezar a plantear organizar un poquito la temporada y, por qué no, ver el turno y, en base a los días que toque trabajar, plantearme la posibilidad de participar en alguna competición, con el único objetivo de ver cómo voy respondiendo a estos estímulos tras tanto tiempo sin colgarme un dorsal. Participar sin una idea de parar el cronómetro en un tiempo determinado o de querer entrar bien en la clasificación, solo ir haciendo alguna prueba y aprovechar estos eventos como entrenamientos de calidad para ir cogiendo algo de ritmo. Es lo que ahora mismo me planteo a largo plazo. Así, también podría debutar, por fin, con la camiseta del Zamora Corre-Adarsa, que después de llevar con ellos más o menos año y medio, aun no he corrido nada con su camiseta y un dorsal. Pero bueno, en parte, todo dependerá, lo primero, de los turnos de trabajo, que, como el noventa y nueve por ciento de la población, no nos dedicamos a esto de manera profesional y nuestros ingresos vienen de otros sitios y, por otro lado, habrá que ir viendo si soy capaz de ir acercándome a esos ansiados cinco minutos por kilómetro.


Lo dicho. Buen verano para todos y sea corriendo o con otros deportes, a disfrutar de estas semanas fuera de la temporada.


Nos vemos… haciendo deporte, claro.


domingo, 11 de junio de 2023

Reflexiones

Aquí estamos de vuelta. Tras varios meses sin publicar nada en el blog, hoy me he animado a recuperar alguna entrada. La verdad que me había olvidado por completo de lo que era escribir aquí, pues desde septiembre no volvía a hacerlo. Motivos varios (cambio de lugar de trabajo, turnos laborales, sesiones de carrera continua…) me han llevado a tener que prescindir de algunas cosas para centrarme en otras. Siempre digo que no me gusta tener que dejar esto de lado, pero la verdad que llegó un momento en el que necesitaba soltar algunas ocupaciones para poder centrarme bien en otras. ¿Fue la mejor decisión? La verdad que no lo sé, porque escribir me gusta y, además, me ayuda a “soltar un poco de lastre” cuando estoy quemado, pero bueno, hecho está. Para hoy, mi única intención es dedicarme a escribir, sin más, y dejar que la cabeza sea la que se encargue de ir organizando las ideas. Vamos a ello.


Nos encontramos encarando ya la parte final de la temporada atlética. Durante muchísimas temporadas, junio solía ser el mes marcado para cerrar la misma. A partir de ahí comenzaba un periplo de unas cuatro semanas en las que alternar bicicleta con natación, para dejar que el cuerpo se recuperara de los kilómetros hechos y que, de cara a comenzar la época de entrenamientos en agosto, estuviéramos completamente recuperados y la pudiéramos afrontar bien a nivel físico. Durante este mes tenía dos competiciones que eran fijas en mi calendario: la Milla de La Horta y el Cross del Ajo, dos pruebas que se hacían en Zamora a finales de junio, una por las fiestas del barrio zamorano que le da nombre y la otra, por las de Zamora. Eran dos pruebas que me gustaban especialmente, más aún desde que pude empezar a correrlas ya dentro de la categoría Absoluta, que me permitió cumplir ese sueño de poder correr al lado de los que eran (y son) mis referentes dentro del atletismo en la ciudad. Una vez que decidí apartarme del concepto de competición que tuve durante mucho tiempo, fueron dos competiciones de las que prescindí. Si bien es cierto que la prueba de los 1609 metros me gustaba como competición, la distancia no me hacía una gracia especial, pues siempre he sido un corredor lento que necesita de varios metros para coger el ritmo. Con el Cross del Ajo me ocurrió también algo similar, aunque luego alargaron la distancia más o menos un kilómetro y medio. Hasta 2013, el último año que corrí, solía ser en el circuito de las Tres Cruces, cuando ésta aun estaba en adoquines, la distancia era unos cuatro kilómetros y medio dando vueltas, y tenía un poco la misma impresión que con la milla: cuando quería empezar a encontrar el ritmo, se me había terminado. Mi eterno problema: tardar en coger el ritmo. El eterno problema del fondista en las pruebas rápidas. Posteriormente, ya con el nuevo circuito (creo que se empezó con él en 2014), ya me había vuelto bastante más selectivo con las competiciones en las que participaba y, la verdad, no me atraía especialmente. Maniático que estaba volviendo.


Diez años más tarde de la última vez que corrí por última vez la milla y el Cross del Ajo, han cambiado unas cuantas cosas. Y es que, efectivamente, la mentalidad competitiva no es la misma que entonces, los ritmos son bastante más lentos y el “chasis” se ha ido estropeando a pasos de gigante. Con el paso del tiempo me acabé convenciendo, no sé si con buen o malo criterio, de que las series me daban más problemas que beneficios, pues siempre que me ponía con ellas me preparaba alguna lesión, fui espaciando cada vez más las competiciones y me acabé dando cuenta de que, al final, tampoco lo he pasado tan mal sin colgarme un dorsal de la camiseta, y que con lo que más disfruto es del mero placer de correr. Vamos, que diez años más tarde confirmo lo que ya dije en 2013: a mi lo que me gusta es correr. Lástima que hayan tenido que pasar tantos años para ver que sin un dorsal en la camiseta tampoco se está tan mal. O, por lo menos, que se puede competir con otra mentalidad. Posiblemente, una de las circunstancias que me han llevado a tener tantos problemas de dolores haya sido los innumerables intentos de regresar a competir que he tenido a lo largo de este espacio de tiempo, retomando las series durante una temporada, para luego lesionarme, parar, volver a correr, y vuelta a repetir el ciclo, para luego ver que cuanto más espaciaba estos entrenamientos, menos lesiones tenía. Seguro que de habría evitado alguna lesión de no haber continuado con las series, aunque otras seguramente han sido provocadas por otras circunstancias. ¿Me planteo retomar las series? Ahora mismo, con el chasis “de aquella manera”, no entran dentro de mis planes.


Decía que con el paso de los años me he dado cuenta de que lo que más me gusta es correr y que he tardado diez años en darme cuenta de esto. Cuando dejé de competir en 2013, cierto que lo dejé a nivel federado, pero a las pocas semanas volví a calzarme las zapatillas con un dorsal. Con el paso del tiempo, aprendí a competir sin un objetivo en la cabeza, simplemente a disfrutar de la competición. A que daba igual llegar tercero que trigésimo, siempre que hubiese disfrutado. Hasta ese momento la competición me suponía forzar y llegar lo mejor posicionado posible. Por lo tanto, no cumplí del todo mi palabra, pues había aun en mi cabeza, aunque lo negara, un pequeño hueco para los dorsales. Con el paso de las lesiones, coincidiendo también con mi inicio en la vida laboral, empecé a darle más valor a poder correr de seguido que a las competiciones. Tuve muchos parones provocados por los dolores, y ahí vi que lo que realmente echaba de menos era salir a correr. Simplemente eso: salir a correr. Ni las series ni las carreras: salir a correr. Al empezar a trabajar también me empecé a notar esto como una vía de escape y no como algo para mejorar de cara a una prueba. Poco a poco, vi que el atletismo al que quise “huir” en 2013 era el que estaba empezando a hacer.


A día de hoy, en junio de 2023, me dedico solamente a correr. Salgo a hacer unos kilómetros, a disfrutar de los paisajes de los que voy y, por ahora, me olvido de volver a correr, aunque solo sea un kilómetro, en 3’40. Ahora, ser capaz de rodar a 4’30 como cuando tenía 17 años queda algo lejos, igual que los entrenamientos de series. Me conformo con poder salir a correr a diario, y mi mayor preocupación es que un día no tenga molestias, para que al día siguiente también pueda cumplir con los kilómetros. Sí mentiría si digo niego que tengo un objetivo bastante habitual entre los que somos aficionados a esto de gastar zapatilla: ser capaz de sacar los rodajes a un ritmo de cinco minutos por kilómetro. Me pongo el GPS y voy mirando los pasos de los kilómetros y el ritmo medio. Por ahora, como objetivo está puesto, pero reconozco que se me está atragantando un poco. ¿Competir? Ahora mismo es algo que, honestamente, veo lejano. Lo veo así, lo primero, porque no quiero volver a tener una lesión. Por otro lado, estoy feliz planteándome mis objetivos diarios, de ir mejorando poquito a poquito, pero sin compararme con nadie. Salir a rodar y cada día intentar sacar un ritmo medio de cinco minutos es ahora lo que más ilusión me hace. Puede que de aquí a unas semanas cambie mi opinión. No lo sé. Por lo menos, ahora mismo no me planteo otra cosa que no sea disfrutar. Ya bastante nos hemos amargado la existencia con lesiones. Ahora nos toca plantearnos al atletismo como lo que es: una válvula de escape para el día a día. Es como disfruto de este deporte y, al final, es de lo que se trata. Ya habrá tiempo para competir.


Nos vemos… haciendo deporte, claro.


viernes, 30 de septiembre de 2022

Nueva temporada

Aunque de manera oficial, la temporada atlética no empiece hasta el uno de enero, septiembre suele ser un mes que suele estar marcado en el calendario de varios atletas y entrenadores de cara a comenzar los entrenamientos y, poco a poco, ir cogiendo la forma de cara a la época de cross, en invierno. Retomar los kilómetros con el grupo habitual de entrenamiento, las primeras tomas de contacto con algún que otro ritmo rápido para ver cómo está el cuerpo después del verano e incluso alguna competición con el objetivo de que esos primeros días exigentes se hagan algo más amenos. Algunos habrán aprovechado el verano para tocar otros deportes, como puede ser el ciclismo o la natación, mientras que otros habrán continuado gastando zapatillas, pero, seguramente, con un poco menos de intensidad. Salvo que, claro, se tenga en mente competir en alguna de esas maratones que se puedan celebrar en otoño, pues entonces seguro que habrá tocado seguir entrenando a buen nivel durante una buena parte de la época de calor.


En mi caso particular, estos meses de calor he continuado en mi línea. En mi línea de los últimos años, porque cuando entrenaba con Teo las temporadas estaban mejor estructuradas. Este verano he continuado entrenando, sin ningún plan de entrenamiento más allá que el de correr por sensaciones. Por diversos motivos (no relacionados con el atletismo), esta época estival se me ha hecho bastante pesada, y debo reconocer que los kilómetros hechos con mis inseparables zapatillas me han sido de una gran ayuda para despejarme. Posiblemente no haya sido la mejor opción de cara a querer preparar una temporada atlética en condiciones, pero a nivel mental desde luego que ha merecido la pena. Lo suyo, aunque sin dejar de correr del todo, habría sido incluir alguna sesión de deportes alternativos, como bicicleta, pero debo reconocer que tampoco me he querido andar complicando la vida en exceso. El tiempo era más bien escaso y como no nos ganamos la vida con el deporte y lo que buscamos, principalmente, es despejarnos, he preferido continuar haciendo kilómetros a pie. Seguramente, me habría agobiado bastante más si volvía a hacer como antaño, estar un mes alternando ciclismo y piscina, y el objetivo no era ese, así que a seguir con los que nos gusta, aunque a nivel de entrenamientos no fuera lo más apropiado. Si algo he aprendido en estos años es que no siempre hay que buscar el rendimiento, sino hacer lo que creamos más conveniente en cada momento para nuestro bienestar físico y mental.


También es verdad que, con prácticamente todos los fines de semana ocupados, lo de valorar ir a alguna competición estaba bastante complicado. Por eso, tampoco me he querido agobiar demasiado a la hora de empezar ninguna planificación de cara a alguna prueba en cuestión. La situación me ha estado llevando un poco, en este aspecto, a ir día a día, organizándome “a verlas venir”, según los horarios que tuviera. Como el 99,99 por ciento de la gente que no nos dedicamos de manera profesional al deporte, dicho sea de paso. Bueno, y de algunos deportistas de alto rendimiento también, que también estudian e incluso alternan su etapa como profesionales con una jornada laboral. Podríamos decir que ha sido una cuestión más de preferencias, pues han sido, como decía, unos meses de mucho movimiento y la cabeza tampoco estaba para andar dando vueltas a cómo programar los entrenamientos de una semana. En un momento en el que me encontraba bastante agobiado, no quería complicarme más la vida con una planificación y ver que ni cuerpo ni cabeza estaban para ello.


Pasado este verano tan largo, ya con septiembre terminado, con unas cuantas semanas por delante que se presentan bastante más tranquilas (crucemos los dedos) respecto a julio y agosto en temas de horarios y, sobre todo, con bastantes más ánimos y menos agobios, tengo la impresión de estar en el momento justo para empezar a hablar de competiciones. Bueno, de preparaciones, mejor dicho. Porque si bien físicamente he tenido, en esta última semana, días donde me he podido ver corriendo con mejores sensaciones respecto a días previos, es algo que hay que coger muy pinzas, a sabiendas de que lo más probable es que sea algo transitorio, como ya me ha ido ocurriendo a lo largo de la primavera y del verano, con rodajes bastante majos (dentro del nivel de “paquete trotón”) seguidos de otros muchos con sensaciones más que regulares. Malas en muchas ocasiones me atrevería a decir. Y que tampoco me fío mucho de las posibles averías que pueda dar mi cuerpo.


Con esto quiero decir que, si bien mi mente es empezar ya mismo a organizar esta nueva temporada, no quiero cometer el error de ir con prisa. No es cuestión de que porque haya tenido un par de días con mejores sensaciones, esté para cosas que no son. Uno ya lleva las lesiones y palos suficientes como para darse cuenta de que las prisas nunca, ni en el deporte ni en nada, son buenas. Solo para, una vez más, llevarnos un palo. Y no es la idea. Han sido demasiados meses con lesiones y problemas físicos que nos han ido impidiendo poder correr con continuidad y no estoy dispuesto a volver a pasar el calvario de ver cómo estoy un mes corriendo y tres parado. Ya lo he experimentado en demasiadas ocasiones, como supongo que os habrá ocurrido a muchos de vosotros, y desde luego que no me apetece volver a eso. Claro que no es cuestión solo de no tener prisa, sino también de organizar de una manera un poco decente las sesiones de entrenamiento. Ser consciente de cómo estamos, de dónde partimos, de hacia dónde queremos ir, e ir con buena letra.


Por ahora, antes de plantearme introducir las sesiones de calidad con sus respectivas series, sesiones específicas de cuestas y demás, entrenamientos exigentes que requieren de un pequeño acondicionamiento previo que yo ahora no tengo, me gustaría plantearme una “base”, con el único objetivo de aprovechar las sesiones de carrera continua hasta donde se pueda llegar para ir mejorando poco a poco los ritmos y dar ya ese empujón final, dentro de unas cuantas semanas, con días más específicos para trabajar los ritmos altos. Teniendo en cuenta que yo no soy entrenador, soy de los que piensa que de un rodaje bien aprovechado se puede sacar mucho beneficio y sin tener esa exigencia que pueden tener las series. Alternar un día de carrera continua a un ritmo cómodo con otro donde, dentro de esa sesión de kilómetros rodando, introducir unos cambios de ritmo de más o menos distancia, o unas cuestas, por ejemplo. Algo así hice en 2014, cuando me puse como objetivo principal de aquella temporada la carrera de El Salvador, en La Bañeza, alternando días de cambios de ritmo con otros de carrera continua y, en alguna ocasión, sesiones de bicicleta, tanto de montaña como de carretera. La verdad que la experiencia fue bastante gratificante. Al correr allí, pocos días después, empecé a introducir las series (la planificación que preparé para La Bañeza fue de doce semanas), y las sensaciones que encontré en las mismas me gustaron bastante. Los tiempos serían mejores o peores, pero, al menos, logré que el cuerpo no se me quejara, y disfrutar de los entrenamientos y las competiciones.


El objetivo de aquí de cara a unas cuantas semanas es mejorar los ritmos sin meter la pata y, según vaya viendo los ritmos y pueda ir cuadrando horarios, empezar a plantear alguna prueba. Ahora mismo, por los tiempos que he ido manejando en los últimos meses, veo muy, muy lejos poder llegar a tocar ciertos ritmos que tocaba hace cinco, seis o siete años, pero bueno, no hay que agobiarse, sino disfrutar de los entrenamientos que poco a poco vayamos realizando. Con todo lo que queda por delante, es tontería agobiarse pensando en marcas, aunque no voy a negar que esa idea de poder retomar aquella idea que me acompañó en alguna ocasión de ver hasta dónde puedo bajar el tiempo invertido en los 10.000 metros es algo que se me viene a la cabeza muchos días, igual que probar a preparar una media maratón y ver hasta dónde podemos llegar en los 21,097 kilómetros. Si sirve como motivación para ir mejorando poco a poco, pues bienvenidos sean esos pensamientos, pero siempre con los pies en el suelo, siendo consciente, como decía, de cómo estamos y de lo mucho que nos queda por delante. Pero, por ganas, que no quede. Por ahora, me conformo con ir cumpliendo con lo que esté marcado dentro de la tabla de entrenamientos, con poder colgarme algún dorsal con la idea de hacer algún test y con seguir disfrutando de este deporte.


Nos vemos… haciendo deporte, claro.


lunes, 30 de mayo de 2022

Zapatillas y bicicleta

Durante esta última semana he estado leyendo el libro “Un hombre en fuga. Gloria y tragedia de Marco Pantani”. He aprovechado que volvía a leer temas de ciclismo para echar un poco la vista atrás y recordar que mi afición al deporte comenzó gracias a gente como el protagonista de este libro, el gran escalador italiano Marco Pantani, lo que me ha animado a ponerme manos a la obra con otra entrada para el blog y tratar un poco este tema.


Hasta que comencé a practicar atletismo a finales del verano de 2009, mi deporte “principal” fue el ciclismo. Estaba muy enganchado al deporte de las dos ruedas, hasta el punto de que estaba constantemente en casa para que me dejaran competir. Siempre obtenía un “no” rotundo por respuesta, alegando que meterse en un pelotón de una competición ciclista era muy peligroso y que éste necesitaba, además, de mucho tiempo para entrenar, un tiempo que tenía que invertir en estudiar. La verdad que ahora agradezco eternamente a mis padres esa negativa para ser ciclista, aunque en aquel momento no acababa de entender la decisión y cada vez que me subía a mi bicicleta BH de montaña me imaginaba subiendo un puerto como Alberto Contador, el ciclista de moda por aquel entonces, o intentando emular los ataques de los ciclistas que veía por la tele cada vez que salía con más gente. Lástima que al corredor del Astana esos ataques le salían bien y a mi, una vez que los compañeros, todos de la edad de mi padre, habían ido un rato por detrás, posiblemente riéndose de mis “brotes”, decidieran tensar un poco y, sin demasiado esfuerzo, pasarme y dejarme por ahí tirado.

Me enganché a las competiciones por la televisión y veía todas las que podía. Además, por casa teníamos varios números de las revistas “Bicisport” y “Ciclismo a Fondo”, los cuales me leía de arriba a abajo. Bueno, miento. En realidad buscaba las entrevistas a los profesionales de aquel momento, para ver cómo eran sus entrenamientos, cómo habían empezado ellos a andar en bicicleta y en qué pruebas iban a estar presentes. También buscaba las noticias de las competiciones que ya se habían celebrado y de las que se iban a celebrar. Juntaba noticias de los años 80 y 90, con los equipos ONCE y Banesto como principales bazas españolas, y con nombres de ilustres como Delgado o Indurain, en Bicisport, con las noticias más recientes de la mano de “Ciclismo a Fondo”, donde aparecían los Alberto Contador y Carlos Sastre. Por medio, los más conocidos, tanto de nuestro país como de otros: Mario Cipollino, Lance Armstrong, Ángel Arroyo, Marco Pantani, Laurente Jalabert, Oscar Freire, Peio Ruiz Cabestany, Chente García, Pablo Lastras… Incluso, aunque ya tenía este blog, hice otro (“Amantes delciclismo de carretera y montaña”) donde tan solo escribía temas relacionados con la bicicleta, llegando a publicar algunas entrevistas que hacía a algunos ciclistas profesionales, como Eduardo Chozas, Sergio Pardilla u David Etxebarría, aunque también tuve la oportunidad de entrevistar a gente como Antonio Alix, uno de los primeros triatletas españoles en competir en el prestigioso Ironman de Hawaii, a Javier Castañer, quien ostenta la segunda mejor marca de la hora tras Miguel Indurain, a Manolo Saiz, director del equipo ONCE y un gran revolucionario de este mundillo, o a Francisco Chico Pérez, director durante varios años de la revista “Bicisport” todo un ilustre dentro del ciclismo a nivel periodístico.


A nivel de práctica, que era lo que, sin duda alguna, más me gustaba, empecé en esto de la bicicleta de mano de mi padre, aficionado desde joven al ciclismo, de carretera de forma especial. Mis primeras salidas en grupo fueron la gente de Bicizamora, con quien he seguido compartiendo kilómetros incluso ya practicando atletismo como deporte principal, y con quienes aun a día de hoy, cuando he dejado la práctica completamente de lado, aun tengo cierto contacto. A aquellas primeras rutas familiares les acompañaron, primero, las salidas “de los miércoles”, donde completar unos kilómetros con ellos era para mi, muchas veces, un suplicio físico y también técnico, algo que siempre me flojeaba a la hora de salir con la bicicleta de montaña y que me ha acompañado en mi etapa actual como corredor. Poco a poco fueron llegando las primeras salidas también con el grupo de las nueve y media, según iba mejorando un poco y el fondo físico me iba permitiendo aguantar rutas más largas. Una buena manera de iniciarse en el mundillo del deporte.


Sin embargo, en 2009, ante la constante negativa de no poder competir en ciclismo, mi mayor ilusión, comencé, de la mano de Teo de las Heras y el Club de Atletismo Zamora, a competir en atletismo. En aquel momento reconozco que nadie de mi entorno intuía que este deporte iba a conseguir desplazar a la bicicleta. Poco a poco me fui metiendo en el mundillo del corredor, y el gusanillo me picó. Con fuerza. Contribuyeron mucho aquellas anécdotas que nos contaba Teo de su extensa época como corredor, con otros corredores zamoranos, a muchos de los cuales iba conociendo con el paso del tiempo. Cada atleta nuevo que conocía, una anécdota nueva en una competición. Atletas veteranos que nos contaban sus experiencias con los dorsales de primera mano. Estaba metido en lo que me gustaba: la competición. No era en el deporte que en un principio quería, pero es en el que ahora no quiero abandonar. Además, topé con un grupo de chavales de mi misma edad. Con Steven hice “buenas migas”, al ser dos atletas con unas características bastante parecidas. Aunque más rápido que yo, éramos los dos fondistas del grupo, de la misma edad y con una mentalidad muy parecida a la hora de entrenar y competir.

Pasó el tiempo y poco a poco me fui alejando de la bicicleta. Aunque he tenido épocas de estar más vinculado que otras, incluso mis padres llegaron a comprarme una bicicleta de carretera, reconozco que, con el paso del tiempo, he acabado completamente centrado en el atletismo. Ahora, desde la lesión del tendón de Aquiles en 2018, no me he vuelto a vestir de ciclista, y ahí ya venía precedido de varios meses sin salir. Sí que sigo un poco más la competición a través de revistas especializadas, televisión y redes sociales, aunque reconozco que a varios de los ciclistas más actuales ya no los controlo tanto como a los de la época de Alberto Contador y demás.


Actualmente, debo reconocer que estoy agradecido a mis padres de que no me dejaran ser ciclista. Durante mucho tiempo fue mi ilusión. Quería estar en un equipo de cualquier manera. Sin embargo, ahora, echando la vista atrás, reconozco que, como atleta, en estos doce años me lo ha pasado genial, y ha sido un deporte que me ha aportado mucho. Cierto es que durante estos últimos años prácticamente no he estado compitiendo y que las lesiones han sido una constante, pero, como decía, he disfrutado una barbaridad. Aunque no quiero desmerecer a la bicicleta, pues gracias a ella me aficioné al deporte y me ha salvado de varios parones cuando las lesiones me han obligado a dejar de correr durante una larga temporada. Pero, como decía, ahora mismo no cambiaría mis kilómetros corriendo por unos en bicicleta.


Nos vemos… haciendo deporte, claro.


martes, 24 de mayo de 2022

De vuelta a las andadas

 Hace muchos, pero que muchos meses que no publico nada en este espacio. La última entrada está con fecha del día 20 de septiembre de 2021. Desde entonces, diferentes motivos me han tenido apartado de un espacio al que le tengo un cariño especial. Y es que, si bien soy asiduo en ciertas redes sociales, donde suelo compartir bastantes publicaciones, este blog para mi tiene un significado especial, al haber comenzado con él bastante pequeño y porque se ha acabado terminando en una especia de diario deportivo, donde también han tenido cabida otros temas, como puede ser, con algo más reciente, la famosa pandemia del coronavirus.


Durante todo este tiempo reconozco que he intentando en varias ocasiones ponerme a escribir, pero las diferentes obligaciones me han impedido dedicar el tiempo suficiente a la escritura, dejando al final a medias la mayoría de las entradas que tenía pensado publicar. No es que me hayan ocurrido cosas lo suficientemente importantes como para tener que ser compartidas en este blog, pero sí podríamos decir que necesitaba, de alguna manera, volver a escribir después de este asueto. Y es que, como ya he comentado en varias ocasiones, esto de juntar letras es una de mis aficiones, y no hacerlo de una manera más o menos regular acaba siendo como tener una lesión y no poder salir a corretear, algo, que por cierto, no he dejado de hacer en todo este tiempo.


Y, por qué no, precisamente el atletismo podría ser el primer tema para tocar en esta nueva entrada en el blog. Desde que comenzó la pandemia del coronavirus, reconozco que no me he complicado demasiado la vida y he mantenido, en cuanto a entrenamientos, la misma línea que seguía hasta el famoso confinamiento de marzo de 2020. Carrera continua por kilómetros y sensaciones, dejando que fuera el cuerpo el que marcara los ritmos, y solo mirando el reloj para ver los kilómetros que llevaba y los que quedaban para terminar la sesión correspondiente, utilizando los días de carrera continua para despejarme de la jornada laboral o para oxigenar la cabeza de cara de cara a la misma. Nada de sesiones de calidad, algo que dejé de lado en 2018 de manera prácticamente definitiva y no he vuelto a tocar, y que, siendo sincero, tampoco entra demasiado en mis planes. Porque, la verdad, el cuerpo está para cogerlo con pinzas, y no es plan de martirizarlo más de la cuenta con series, cuando sé que el “estropicio” va a ser bastante mayor que la ventaja que le pueda sacar a estos entrenamientos tan exigentes. Por ahora, la carrera continua me aporta lo que necesito, despejarme y disfrutar de este deporte, así que, por ahora me vale. Además, soy de los que piensa que a los rodajes se le pueden sacar muchos beneficios si se aprovechan. Y, aparte, bastantes taras tiene uno de lesiones pasadas como para andar provocando más.


Lo que no quita es que, a pesar de estar dedicándome en exclusiva a rodar, y por ahora no tenga previsto apuntarme a ninguna carrera (entre otras cosas, porque me toca trabajar prácticamente todos los fines de semana), eche de menos el tema de competiciones y, en un espacio no muy largo de tiempo, mi idea sea intentar retomar, dentro de las limitaciones que uno tiene con las taras que comentaba en el párrafo anterior, el tema de organizar las sesiones de entrenamiento de cara a intentar volver a colgarme un dorsal de la camiseta. Sé que lo de introducir series lo tengo difícil, pero, como decía, a los entrenamientos de carrera continua creo que se les puede sacar mucho partido si se organizan más o menos bien, así que, ¿por qué no? Después de nueve años entrenando de manera autodidacta y, sobre todo, muchos golpes a base de lesiones, espero que algo hayamos aprendido en lo que se refiere a los tipos de entrenamientos que me vienen mejor o peor. En base a ello, a lo que hayamos aprendido en estos años, toca empezar a organizar las sesiones de entrenamiento.


¿Es factible volver a competir a ritmos de 3'30, como hace bastante tiempo? Honestamente, ahora mismo no. Éste es, ahora mismo, un objetivo muy lejano, y habría que quemar varias etapas antes de plantearlo. Lo primero de todo sería mejorar los ritmos diarios, de cada entrenamiento. Durante una gran parte de estos dos años de pandemia he estado tocando ritmos en torno a 5'20-5'30, sin mucha oscilación. Por Semana Santa me propuse que había que empezar a mejorar esto después de tanto tiempo, y sí conseguí, durante unos días, hacer incluso algún rodaje por debajo de 5'00 min/km y completar los últimos kilómetros a ritmos en torno a 4'30 min/km, para luego, quedarme estancado a ritmos entre 5'05 y 5'15, que es a lo que me vienen saliendo los últimos días de carrera continua que he hecho. Por esto digo que lo de plantearnos un tiempo concreto con un dorsal, lo primero que hay que mejorar es esto. Ir, poco a poco, mejorando las velocidades de los rodajes, y según vayamos dominando esto, empezar a pensar en introducir días con algo más de intensidad, bien sea en cambios de ritmo de mayor o menor longitud, algo que me vino muy bien en su día para preparar la carrera de El Salvador de 2014, o rodajes con cuestas, que se me hacen bastante más amenos que coger una subida y liarme a hacer repeticiones sobre la misma hasta aburrirme y que, además, es una manera de hacer kilómetros que también me gusta bastante y que en su momento la apliqué en más de una ocasión. De cara a empezar un plan más o menos específico, por ahora lo único que me queda es “hacer cuentas” sobre el calendario, para calcular las semanas más o menos aproximadas de plan según en qué momento me gustaría empezar a plantearme ponerme en una línea de salida, aunque sea sin estar “bien”, algo que, seguro, tardaré en poder decir, porque ha sido mucho tiempo dedicándome en exclusiva a rodar al mismo ritmo. Finales de verano o principios de otoño sería una buena opción para empezar a plantearnos participar en alguna competición.


Aunque al tema del plan le queda alguna que otra pincelada, si hay algo que se puede confirmar es el cambio de club. Tras pasar por el Atletismo Zamora, mi primer club de atletismo, y por el Mesa de Valorio, con el que un estado de forma muy regular y una pandemia han provocado que solo haya corrido la media maratón de Ávila de 2019 con ellos, llega el momento de cambiar de nuevo los colores. El C.D Zamora Corre-Adarsa es, desde hace unos meses, mi nuevo club. Un club dinámico, federado, con gente joven y, sobre todo, que me permite seguir llevando el nombre de Zamora en la camiseta, porque si de algo me siento especialmente orgulloso es de ser zamorano, aunque últimamente esté parando más bien poco por aquí. Buscaba un club que me permitiera volver a tener una licencia y que, a poder ser, fuera de casa. Me decanté por el Zamora Corre-Adarsa sencillamente porque cumplía con lo que buscaba como corredor popular (no sé si aun estoy para utilizar el término que acuñé hace unos años de “atleta popular machacón”). Por supuesto que no me puedo olvidar de la gente del Atletismo Zamora, especialmente de Teo de las Heras, pues gracias a ellos me aficioné al atletismo y consiguieron que un ciclista que se aficionó al atletismo acabara siendo un atleta aficionado al ciclismo. Con ellos participé en todos los crosses federados que he corrido desde 2009. Y, desde luego, me alegra saber que he sido uno de los muchos atlets que han entrenado de la mano de Teo, un entrenador al que, quizá, muchas veces no hemos sabido valorar todo lo que ha hecho por el atletismo en nuestra ciudad. Con la gente del Mesa de Valorio aprendí otra filosofía de ver el atletismo, más tranquila, sin tanta “complejidad”. Ahora empezamos esta nueva aventura con nuevo club. Solo espero poder verme de nuevo en una línea de salida, con un dorsal y disfrutando de ese ambiente competitivo y, por supuesto, de seguir poniéndome cada día las mallas y las zapatillas para disfrutar de unos cuantos kilómetros.


Nos vemos… haciendo deporte, claro.


lunes, 20 de septiembre de 2021

Vacunación y coronavirus

Publiqué la última entrada del blog en enero de este mismo año. Bastante más de medio año después, decido ponerme manos a la obra con una pequeña entrada el blog. No es que hayan pasado demasiadas cosas en mi vida tan importantes como para ser contadas, pero me veo un poco en la necesidad de ponerme a escribir tras tanto tiempo. Me resulta una forma bastante interesante de contar lo que pienso de ciertos temas, y hacerlo así me es mucho más cómodo que hacerlo hablando. Desconozco el motivo, pero así es. Pensado, lo que se dice pensado, no tengo nada, a pesar de todo el tiempo que ha pasado. Dejaré que poco a poco vayan pasando los párrafos y que sea la improvisación la que se encargue de decirme qué contar. Vamos allá.


Un año y medio después de aquel fatídico marzo de 2020, seguimos metidos en una pandemia mundial. En el caso de España empezamos, poco a poco, a ver la salida de una quinta ola que nos ha pillado, por suerte, con una parte de la población ya vacunada, con la dosis completa o, al menos, una parte de la pauta ya inoculada. Y es que sí, por fin llegó el ansiado momento en el que la población hemos tenido la oportunidad de que no solo las mascarillas y el distanciamiento social (algo que, honestamente, ha brillado por su ausencia en demasiados momentos) nos sirvan para combatir al coronavirus. La vacuna que todos ansiábamos llegó por fin, y con el paso de los meses hemos conseguido que un importante número de la población haya recibido las pautas correspondientes. Algo que es motivo más que suficiente para estar contentos, pero que para nada debe llevarnos a una relajación de las medidas, porque una cosa debemos tener clara: la vacuna lo que intenta es reducir la gravedad de los síntomas e incluso intenta “pelear” para que no necesitemos ingresar en una institución hospitalaria, bien sea una Unidad de Cuidados Intensivos (UCJ) o en una planta habilitada para el virus. Pero sí, podemos dar positivo en una PCR y provocar que otros den también positivo. Podemos contagiar y ser contagiados. Y es algo que debemos tener en cuenta. La vacuna sólo es una parte (importante, sí, pero una parte) del proceso encaminado a controlar el virus y que, en un momento esperemos que no muy lejano, no tengamos que lamentar un número de fallecidos como los que hemos tenido hasta ahora. Lo ideal, claro está, sería que nadie más llegara a morir.


Como decía, debemos de seguir con las recomendaciones, que son “cuatro” y muy básicas, para que el proceso de control del virus sea el adecuado. Distanciamiento social y mascarillas. Si lo añadimos a la vacunación, estaremos haciendo un trabajo excelente para evitar contagios. No nos supone ningún problema llevar siempre una mascarilla con nosotros y en el momento de estar en lugares concurridos o cuando nos juntemos con otras personas, tirar de ella. Quirúrgica o FPP2, lo importante es tapar las vías por la que nos podemos contagiar. Seguir protegiendo a nuestros mayores, y evitar que nuestros jóvenes se junten para realizar diferentes fiestas o botellones sin ninguna medida de seguridad. Informar a toda la población de qué hacer y qué no hacer cuando estemos con más gente. Y ser sensatos. Sobre todo eso. Si somos conscientes de todo lo que nos ha ocurrido, de la mucha gente que se nos ha quedado por el camino y que, de no haber sido por esto, podría seguir viviendo, y hacemos todo con coherencia, conseguiremos seguir avanzando. Si creemos que todo ha sido una broma, que es mentira, que en realidad los hospitales han estado vacíos (prometo haber leído “chorradas” así, y peores), el trabajo de mucha gente no habrá servido para absolutamente nada, y tan solo conseguiremos que esta guerra contra el virus se siga prolongando.


Creo que queda bastante claro que negacionista no soy. Me catalogaría más bien de “antinegacionista”, una palabra que en una vez me dijeron y me gustó tanto que la adopté para mi. Lo que hemos tenido en todos los hospitales de nuestro país no ha sido, ni de lejos, una mentira. Un virus, algo microscópico, nos declaró una guerra, sin armas, pero una guerra, y todos los sanitarios debían arrimar el hombro para combatir. Se puso a disposición lo que se tenía, los centros hospitalarios, y los escasos conocimientos, que, por suerte, han ido en aumento a lo largo del tiempo gracias a unos investigadores que se merecen todo nuestro respeto, para que los enfermos que necesitaban de una asistencia sanitaria tuvieran la atención que se merecían. Bastante tenían sufriendo sintomatología lo suficientemente fuerte como para estar en una UCI o planta Covid como para abandonarlos. Necesitaban ayuda y ahí estaban los facultativos, el personal de enfermería, los auxiliares, los celadores, el personal de limpieza y otra mucha gente echando una mano. Había que hacerlo. Había que arribar el hombro. Y es que, si en otras guerras los soldados iban de verde, en esta han ido de blanco. Todos ellos han visto como muchos de los pacientes se iban, con la desesperación que produce ver que, en un principio, el desconocimiento podía hacer dudar acerca de cuál era la actuación correcta. Y es que, aunque mucha gente niegue todo lo que ha ocurrido, lo cierto, y no me cansaré de repetirlo, se nos ha ido demasiada gente.


Las cifras de pacientes hospitalizados han ido oscilando según han pasado los meses. Por suerte, se ha ido recuperando poco a poco las actividades de los hospitales no relacionadas con el coronavirus. Épocas de un aumento de ingresos, coincidiendo con las épocas más fuertes de las olas, se han acompañado de una reducción de los mismos según se ha ido reduciendo el número de contagios. La vacunación, posiblemente, ha echado una mano más que importante a que el número de personas afectadas que necesiten de asistencia hospitalaria se haya visto reducido, pero aun hay pacientes que han pagado las consecuencias de los actos irresponsables de unos pocos y que, siendo “actores secundarios”, sin tener nada que ver con ciertos actos, se han visto afectados. Aun nos queda mucho camino por recorrer, y hasta que no consigamos que los hospitales estén completamente vacíos de este virus y cuando todos seamos coherentes y sepamos que hay ciertas situaciones de riesgo que no podemos asumir, no seremos capaces de tener todo esto controlado.


No vemos… haciendo deporte, claro.


sábado, 16 de enero de 2021

Escribiendo en época pandémica

Han pasado unas cuantas semanas desde la última entrada que publiqué en este espacio. Motivos varios me han ido obligando a dejar de lado el tema de la escritura. Trabajo y entrenamientos, en resumidas cuentas, me han tenido lo suficientemente ocupado como para tener que prescindir de esta afición que, como ya he comentado en otras ocasiones, tan importante es para mi. Hoy, varios días después, logro sentarme para juntar unos párrafos con el único objetivo de ir expresando mis opiniones acerca de todo lo que estamos viviendo con la pandemia del coronavirus y también para intentar tocar el tema de los entrenamientos, parte fundamental de este blog.


Parece que no, pero en apenas dos meses se va a cumplir un año desde que se decretara el estado de alarma en el mes de marzo de 2020. Por estas fechas, el año pasado prácticamente ninguno nos imaginábamos la que se nos venía encima. El coronavirus parecía algo muy lejano, algo que estaba en China y que tardaría mucho, mucho tiempo en aparecer por aquí, si es que en algún momento llegaba. Qué ingenuos fuimos. Este virus llegó muy rápido y prácticamente nos pilló de sorpresa, a pesar de las muchas advertencias que recibíamos por parte de otros países cercanos a España. Puede que el miedo nos llevara a no querer aceptar la situación. O realmente no quisimos asumir que, tarde o temprano, nos tocaría también a nosotros. Esto se fue extendiendo por Europa y no tardando empezamos a ver los estragos que estaba haciendo en países fronterizos con el nuestro, como puede ser Italia. El hecho es que un virus del que no sabíamos demasiado, sólo que tenía una capacidad de contagio más que considerable y que se estaba llevando a mucha gente, estaba cada vez más cerca. Aun cuando empezaron a aparecer los primeros casos, seguimos intentando hacer nuestra vida igual que antes. Nosotros, que vivimos en un país caracterizado por su vida social. En marzo, después de alguna que otra “guerrilla” por el retraso de la decisión y por permitir algunas concentraciones masivas (no voy a entrar a criticar o no esto porque no es el espacio para hacerlo), se declaró el estado de alarma, el segundo que se decretaba en España desde que tenemos democracia. Todos a nuestra casa. Los hospitales, hasta arriba de pacientes ingresados gracias al Covid-19. Los datos, cada vez más aterradores. Más contagios. Más muertes. Veíamos cómo, cada quince días, el Gobierno alargaba por otros quince más el estado de alarma y cómo Fernando Simón compadecía todos los días ante los medios de comunicación para darnos cada vez peores noticias. La cosa no pintaba bien.


Después de mes y medio, en mayo empezamos a ver un levantamiento de las restricciones y, poco a poco, empezamos a poder salir a las calles. Franjas horarias según lo que fuéramos a hacer. Pasado un tiempo, se levantan las restricciones y, con ellas, el estado de alarma. Pero, a pesar de ello, el virus seguía conviviendo entre nosotros. El verano se pasó como buenamente se pudo, pero en los hospitales seguían ingresando pacientes positivos o con síntomas compatibles con el virus. No, la cosa seguía sin acabar de ir bien. Poco a poco fueron aumentando los casos. Se comenzaron a poner de nuevo restricciones. Restricciones en las reuniones con no convivientes o con un toque de queda entre las diez de la noche y las seis de la mañana (ahora en Castilla y León desde las ocho de la tarde). Pero la segunda ola no se pudo evitar. Aun estando metidos en ella de pleno, algunos ya auguraban una tercera oleada. Tan evidente era que la población no íbamos a ser capaces de cumplir con las fiestas navideñas a la vuelta de la esquina que ya se daba por hecho.


Y así fue. Prácticamente empalmamos la segunda y la tercera ola. Los resquicios del verano se juntaron con las reuniones familiares y demás festejos que se han hecho entre Nochebuena y Reyes. Algo complejo lo de evitar juntarnos en estas fechas, pero no hemos sido conscientes de la situación sanitaria que estamos viviendo. No podemos culpar a nadie de las responsabilidades que, como población, no hemos tenido. Se estaba viendo que muchos contagios se estaban produciendo en reuniones en espacios cerrados y cuando nos quitábamos las mascarillas. Porque sí, esos “bozales” como muchos dicen, ayudan a evitar contagios. Pero nos dio igual. Había que juntarse a toda costa. “Malo será”. Y malo fue. A mediados de mes nos encontramos de pleno en la tercera ola. Los datos llevan ya unos cuantos días al alza. Y, lo peor, sigue muriendo gente. Ahora no vale la excusa de que no conocemos el virus. Llevamos casi un año, cuatro cosas fundamentales sabemos. Puede que no sea lo suficiente como para erradicar a la Covid-19, pero sí lo suficiente como para poner nuestro granito de arena en busca de reducir los contagios. Hemos entrado en la tercera ola por falta de responsabilidad y no podemos echar balones fuera. Podemos decir que si se han quitado restricciones y demás, pero en nosotros debería estar el decidir qué es lo mejor para nosotros y nuestra familia. Pero nos ha dado igual. Mejor vivir las fiestas navideñas como si no pasara nada. Eso sí, cuando alguien con quien estuvimos cenando diga que tiene una prueba positiva y que somos contacto estrecho por haber estado en un espacio cerrado, sin mascarilla y durante más de quince minutos, y nos tengan que hacer la prueba con el “palitroco”, nos “cagaremos la pata abajo”.


Vamos a ver cómo va evolucionando todo. Por ahora, seguimos dentro del segundo estado de alarma. Van apareciendo más restricciones. En Castilla y León el toque de queda, desde hoy, ya se ha puesto de ocho de la tarde a seis de la mañana y parecer ser que se ya se baraja también la posibilidad de otro confinamiento domiciliario en quince días si la cosa no mejora. El aumento de casos es considerable y la gente sigue falleciendo. ¿Se están tomando las medidas adecuadas? Como decía, no sirven de nada las medidas si no asumimos la situación y ponemos de nuestra parte que evitar que esto siga al alza. Si queremos evitar otro confinamiento domiciliario, que todo se nos siga yendo de las manos, que la situación económica siga de mal en peor, seamos, todos, consecuentes con nuestros actos. Uso de mascarillas, lavado de manos y distanciamiento social. Evitemos aglomeraciones y juntarnos en espacios cerrados y sin las mascarillas.


Cambio de tercio. En la última entrada comentaba que, por lesión, llevaba parado varios días. A mediados de noviembre, tras algo más de un mes en el dique seco, conseguí calzarme de nuevo las zapatillas. Por fin, me veía de nuevo vestido de corredor y acumulando kilómetros. Lo echaba mucho de menos. Los primeros días, con la precaución correspondiente por llevar unas cuantas semanas parado. Escuchando al cuerpo, dejando que fuera él el encargado de marcar los ritmos, que para nada eran muy boyantes. Dos meses después, parece que el cuerpo no se ha resentido y sigo encadenando zancadas, aunque los ritmos siguen sin ser muy rápidos. En este espacio de tiempo, el rodaje más rápido ha sido en torno a los 5'02 min/km. Por norma general, suelo rondar a una media de 5'20 min/km. No son grandes velocidades, pero me doy con un canto en los dientes. Entre las lesiones de los últimos años y el confinamiento, el simple hecho de poder salir a sumar kilómetros cada día es motivo suficiente para estar contento.


En mi mente tengo la idea de intentar volver a seguir un plan de entrenamiento. Pero, la verdad, no acabo de ver el momento. Al comenzar a rodar después de este parón, tuve unas pequeñas molestias en una rodilla que, si bien no llegaron a impedirme continuar corriendo y que, a base de estiramientos fueron desapareciendo, sí me hicieron aplazar esta idea hasta que no viera que el tema de la rodilla estaba solucionado. Posteriormente, lo he ido dejando hasta encontrar un momento libre en el que poder sentarme y pensar cómo organizar las sesiones, pero debo reconocer que entre jornada laboral, los rodajes, la media hora de estiramientos y aprovechar el resto de tiempo libre para temas varios, lo he estado aplazando. Ahora, con “Filomena” tampoco me ha parecido momento de ponerme a organizar días de entrenamiento, pues, viendo el panorama de nieves, heladas y demás, prácticamente ha sido (y sigue siendo) ir viendo cada día a ver cómo estaba el terreno e ir haciendo lo que se podía. No me ha parecido momento de plantear ritmos ni kilómetros, sino de hacer lo que se fuera pudiendo. Ahora, tengo mis dudas sobre si empezar o seguir como hasta ahora, saliendo e ir viendo el día a día. Si la cosa no mejora en cuanto a la pandemia, veo que en poco tiempo estaremos de nuevo metidos en nuestras casas, saliendo tan solo a compra, trabajar y poco más, y para empezar un plan y tener que parar por completo de quince días o tres semanas, prefiero seguir como hasta ahora, improvisando los entrenamientos. Por ahora, me conformo con poder seguir rodando, sin mayores contratiempos, disfrutando de cada zancada, e ir valorando cómo va la situación con la Covid-19 e ir haciendo las cosas.


Nos vemos… haciendo deporte, claro.