Cuando
llega el mes de febrero, se produce un pequeño cambio ene l
calendario de pruebas atléticas. Tras unos meses centrados en el
mundo del campo a través, le llega el momento a las medias maratones
e incluso pruebas en pista, de las que hemos visto varias en la nueva
pista cubierta de Salamanca en las últimas semanas. Llegó, por lo
tanto, el momento de abandonar el barro y cambiar de pruebas, en
busca de, para muchos, los grandes objetivos de la temporada.
La
pista, ese óvalo de 400 metros, puede forjar muchos más atletas de
lo que podemos llegar a pensar. Creo que hay que llevar una escala
ógica, empezar corriendo pruebas más cortas y rápidas (800-1500)
para uego, según van pasando los años, aumentar el al 5000, 10000…
Una escala que, con el boom del atletismo popular, creo que ha
desaparecido, lo que nos leva a ver que muchos corredores, llevando
uno o dos años corriendo, se ven capacitados para hacer maratones.
Pero,
para esta ocasión, voy a intentar centrarme en otro asunto, en
cierta medida relacionado con lo anterior, aunque creo que me costará
bastante no ser capaz de no tocar de una forma más profunda el tema
que comentaba. Voy a tratar sobre los beneficios que puede tener la
pista para la formación de los atletas. Los 400 metros pueden dar
mucho, mucho de sí a la hora de desarrollar unas capacidades físicas
que más adelante nos llevarán a ser buenos corredores de, por
ejemplo, 10000 metros. Pruebas como el 1500 nos permitirán correr lo
suficientemente rápido como para, con el paso del tiempo, tener un
buen cambio de ritmo en los últimos metros de una distancia más
larga. Siempre tiendo a hablar del 1500 como una distancia ideal para
la formación de un atleta, aunque otras distancias un poco más
largas, también aportan bastantes aspectos positivos, pero, como
todo, son distancias que iremos tocando con el paso de los años,
aunque tampoco sin irnos demasiado en el tiempo, pues creo que, como
decía, son pruebas muy positivas. Siguiendo con el 1500, es una
prueba que tiene algo que la hace ideal para la formación. En
ocasiones, tendemos a pensar eso de “buah, en esa distancia no da
tiempo a calentar”, o lo típico de “que para kilómetro y
medio...” Bajo el punto de vista de un inexperto que nunca ha
corrido un 1500 (vale, ya sé que no soy un buen ejemplo), la
distancia puede hacer más “dño” de lo que creemos en demasiadas
ocasiones, porque, precisamente por ser un kilómetro y medio, es una
carrera muy, muy rápida, que, de no saber colocarnos en nuestro
lugar, se puede “multiplicar”. Pero, precisamente el hecho de que
sea tan rápida, permite ganar la capacidad de tocar unos ritmos que,
dentro de unos años, o quizá no tantos, vengan de cine para ser
capcaes de correr a unas velocidades muy interesantes en distancias
más largas. Por esto, creo que no deberíamos querer crear fondistas
antes de tiempo, y no nos olvidemos de que un maratoniano se forja
corriendo 1500.
Pasándonos
a las medias maratones, el 19 de marzo se celebrara la de Zamora, una
de las más antiguas de Castilla y León. En 1984 se celebró la
primera edición, ganada por el atleta Aníbal Rapado, y que tan solo
contó con 23 participantes. Algunos de ellos, más de 30 años
después, siguen vinculados al atletismo, como entrenadores o como
atletas. Teo de las Heras y Angel Martin, dos de aquellos 23
corredores, siguen vinculados a la prueba, que, gracias a la ayuda
del Club Atletismo Zamora, del que Teo es entrenador, sigue saliendo
hacia delante, a pesar de las muchas críticas que ha recibido la
prueba a lo largo de los últimos años, sobre todo durante el
periodo en el que se hizo el recorrido en la zona del carril bici,
donde los atletas deberían dar un par de vueltas. A lo largo de
estos años, esta media ha ido incrementando sus participantes hasta
los 500, llegando a ser en el año 2000 Campeonato de España de la
distancia. La Media de Zamora también ha sufrido, aunque quizá de
una manera más negativa que positiva, este boom del atletismo a
nivel popular. También se ha podido comprobar cómo ha ido cambiando
la mentalidad de los atletas que han participado en esta prueba,
desde aquellos años en los que los corredores salían a competir en
su estado más puro, hasta la situación actual, donde predomina el
atletismo popular (que, para mi, nada tiene que ver con el running),
algo a lo que estoy a favor, entre otras cosas porque cada vez me
identifico más con esta mentalidad. Pero, con lo que no estoy muy de
acuerdo, es con otra situación que hemos vivido durante varios años.
Cambiando
un poco de tema, me pongo a escribir un poco acerca de los
entrenamientos. Después de completar esas primeras trece semanas de
rodajes, doce de ellas dentro de un plan de entrenamiento, haciendo
lo que los ciclistas llaman “hacer la base”, tocaba sentarse a
pensar en cómo iba a programar las próximas semanas. Me encontraba
ante la posibilidad de volver a hacer series, buscar un objetivo y
prepararlo, o, por el contrario, seguir con la forma de entrenar que
había mantenido durante varios meses, continuar rodando, esta vez
por sensaciones, dejando que fuese el cuerpo el encargado de marcar
el ritmo. En un principio, esa idea de hacer series tomó bastante
vida, pero, finalmente, todo se quedó en eso, una idea. Tras darle
varias vueltas, decidí mantener los rodajes, que al fin y al cabo es
lo que me gusta, y olvidarme de las sesiones de calidad. La verdad,
debo reconocer que para nada me arrepiento de haber tomado esta
decisión. Me encanta rodar, salir a correr por sensaciones, y tan
solo forzar cuando las piernas y la cabeza quieran, no cuando lo
marque un plan de entrenamiento. Por esto mismo, por ahora tampoco me
planteo volver a colgarme un dorsal de la camiseta. No me he
planteado ningún objetivo ni a corto ni a largo plazo, y creo que,
hasta que no me vea con ganas de volver a zurrarme con un plan
concreto y motivado para competir, seguiré centrado en sumar
kilómetros de carrera continua por sensaciones.
Me
resulta llamativo cómo he ido cambiando de mentalidad desde aquel
octubre de 2013 que empecé a entrenar de forma autodidacta. Aquella
temporada prácticamente podría decir que volví a competir, y me
veía con bastantes ganas de correr, sobre todo en asfalto, la
siguiente temporada. Me lesioné, y desde entonces, he tenido varios
regresos que podríamos catalogar en su mayoría de “frustrados”.
No sé si la lesión tuvo o no algo que ver, pero desde entonces creo
que he ido perdiendo esa actitud competitiva a favor de una
mentalidad más popular, de correr por disfrute y no por competir, lo
que toda la vida ha sido el atletismo popular. Durante bastante
tiempo me he catalogado como “atleta popular machacón”, sobre
todo en la época en la que gané en Bañobárez, que, por lo menos
hasta ahora, ha sido mi mejor momento como atleta, o por lo menos, en
el que “más fino”, como suele decirse, me he notado. Viendo esta
evolución, me doy cuenta de que he caído en algo que durante
bastante tiempo nunca quise ser, en un trotón. Durante un tiempo,
ésto me parecía impensable, pero, quizá aun con algo de esa
sensación de estar quemado que me hizo parar aquel 2013, o
simplemente la necesidad de un cambio de aires, creo que ha tenido y
tiene bastante que ver en ese “rechazo” hacia los entrenamientos
serios, y que, sin embargo, me ha llevado a querer disfrutar cada vez
más de los rodajes y kilómetros a base de zancadas por las calles
de mi ciudad.
Nos
vemos… haciendo deporte, claro.