El
pasado domingo se celebró en Valladolid la vigésimonovena edición
del Cross Internacional “Ciudad de Valladolid”, que a la vez era
Campeonato Regional. Tras un año de ausencia y varios donde las
pruebas federadas a las que he acudido no han dejado de ser poco más
que meros entrenamientos de calidad para las carreras populares (uno,
que le gusta ir a contracorriente), decidí que este año, si me
había recuperado de la lesión, volvería a correr en Valladolid.
Como curiosidad, la última carrera federada en la que había corrido
fue precisamente este mismo cross, en el año 2015. Sabía que no
estaba para nada en mi mejor momento, y que era una decisión muy
arriesgada, con una elevada probabilidad de ser doblado, pero, aun
así, me apetecía calzarme los clavos, porque creo que, a pesar de
ello, el mero hecho de verme allí, corriendo con los Promesa y los
Absolutos, me iba a permitir ver varias cosas y replantearme otras
muchas, entre otras, mis próximas participaciones en eventos
federados. A todo esto dedicaré la entrada de hoy.
El domingo debutaba en una prueba federada en la categoría Promesa (previamente lo había hecho en Ávila, pero ésta era popular), y la verdad, sabía que me iban a dar palos hasta en el DNI, por no estar ni de coña en mi mejor momento de forma, por llevar desde 2012 sin tomarme demasiado en serio una prueba federada (desde entonces, creo que solo en el Cross de Venta de Baños de 2014 he corrido un poco más motivado en en este tipo de pruebas) y por ser la primera vez que me iba a enfrentar a los Promesa en una carrera federada, y éso que Valladolid me ha parecido que, por lo menos este año, no tiene tanto nivel como otras competiciones de campo a través (Venta de Baños o Atapuerca, por ejemplo). Mi idea era la de salir para intentar rondar ritmos semejantes a los que había estado manejando en Ávila, ritmos en torno a los 3'40 min/km, algo que, en un principio, me pareció bastante complicado, debido al vendaval con el que nos tocó competir. Tras el correspondiente calentamiento junto a Raúl, tocó ponerse en la línea de salida. Hasta que nos dieron la salida (con bastante retraso, por cierto), intenté buscar en muchas, quizá demasiadas ocasiones cuál había sido el motivo exacto por el cual en ese momento me encontraba metido en un lugar en el que no acababa de cuadrar. Miraba por allí y veía a gente a los que ya solo verles calentar, sabíamos que íbamos a ser incapaces de ver en carrera. Todo ésto no hacía más que incrementar los nervios. Intentaba poner la mente en blanco, pues sabía a la perfección a lo que iba y que, aunque hubiera atletas que me doblaran, el resultado final en esta ocasión no era lo más importante, sino si, al completar la prueba, había sacado todas las conclusiones a por las que iba, y había aprendido todo lo que necesitaba aprender.
Con
bastante retraso (según se nos dijo, por temas del chip que
llevábamos en el dorsal), se dio la salida. Raúl y yo nos habíamos
colocado en primera fila. Primera “cazurrada” del día. En los
primeros veinte metros de carrera perdimos no sé cuántos. Empezaron
a pasar atletas por todos los lados, yo ya ni sabía por dónde me
venían, y bastante tenía con no caerme en las primeras curvas y en
el primer badén que teníamos a los pocos metros de salir.
Enseguida, la prueba nos colocó en el sitio que nos correspondía,
curiosamente, al ritmo que yo quería ir. El GPS empezó marcando
ritmos en torno a los 3'38-3'40, para luego subir hasta los 3'45 y
volver a estabilizarme en torno a los 3'40, ritmo que más o menos
logré mantener hasta la última vuelta. Poco a poco, intentaba ir
remontando posiciones, aunque, como era de esperar, varios grupos
iban por delante de nosotros, entre ellos, el cabecero, que, con el
paso de las vueltas, se iba acercando peligrosamente a nosotros.
Dábamos cinco vueltas que, en teoría, eran de 2000 metros, para
completar unos teóricos diez kilómetros (al final, según mi GPS,
fueron 10710). Hacia la mitad de lo que para mi era la cuarta vuelta,
los dos primeros atletas me pasaron como aviones. Y aquí sucedió la
inocentada y la anécdota del día. Al pasarme, lo primero que se me
vino a la cabeza fue “éstos dos han salido más que atrás que yo
y menuda remontada están haciendo”, pensamiento que duró como un
par de segundos, hasta que reaccioné. El siguiente pensamiento fue
“¡tío bobo, que te acaban de doblar los dos primeros!”. Al poco
tiempo, me dobló el atleta leonés Sergio Sánchez, que, si no me
equivoco, fue el último corredor en doblarme. Como nunca me había
pasado esto, y viendo que los atletas que venían por detrás y los
dos que iban por delante y que también habían sido doblados,
continuaban corriendo, decidí seguir, por lo menos hasta el
siguiente paso por meta, y ver qué era lo que allí nos decían los
jueces. Novato que es uno. Allí, los dos atletas que iban por
delante de mi pararon. Al pasar, el juez me dijo que estaba retirado
y que parara, a lo que le contesté que si me dejaba continuar,
aunque oficialmente estuviera descalificado. Todo esto sin parar,
según iba llegando a su altura. El atleta que venía por detrás me
dio una voz: “Tira, tu tira y acaba la carrera”, algo que, por lo
que fui viendo, hicimos un montón de nosotros. Me quedé un poco
“perdido” durante los primeros metros. Pasé por delante del
padre de Raúl y de mi padre. “Que estoy fuera, que estoy fuera”.
“Bueno, bueno, da igual, tira y acaba la carrera”. A lo largo de
esa última vuelta, viendo que jugar, ya no nos jugábamos nada, pues
ya no figurábamos oficialmente dentro de la prueba, me dediqué a
mantener un poco para que el ritmo no bajara demasiado en esos
últimos dos kilómetros, intentando sufrir lo justo para que no se
fuera de las manos y punto. Al final, los datos del GPS fueron: 10710
metros en 39'43, a 3'43 min/km.
El
resultado final del domingo no era ir a por un puesto determinado,
sino a sacar conclusiones y a aprender. La primera conclusión que
podría sacar es que tengo que admitir que mi forma de entrenar y
competir está bastante lejos del deporte federado. Si en una carrera
como fue la de Valladolid, sin un nivel exagerado en comparación a
otros crosses, acabé doblado, ¿cómo podría acabar en
competiciones como Atapuerca o Venta de Baños? El domingo se
confirmó lo que llevaba ya bastante tiempo pensando. El salto a la
categoría Promesa me ha hecho ver que, o modifico mucho los hábitos
de entrenamientos, o me dedico al deporte popular, a las carreras
populares. Después de mucho tiempo alejado del deporte federado, me
he enamorado de las carreras populares, y he modificado por completo
mi manera de entrenar, Así, por mentalidad y por físico, creo que
sigo alejándome a pasos agigantados del atletismo federado. Y, la
verdad, tampoco me importa en exceso. No quiero que suene a acto de
prepotencia, ni a enfado por el hecho de que el pasado domingo me
doblaran, sino un poco a realidad. Desde que decidí empezar a
autoentrenarme, he ido abandonado el deporte federado para empezar a
sustituir esas pruebas por las populares, donde me noto mucho más
cómodo y donde mi filosofía creo que cuadra mucho mejor que dentro
del deporte federado. En Valladolid pude confirmar que mi vinculación
al deporte federado no es demasiado lógica, como suele decirse, “no
pegamos ni con cola”, logrando así uno de los objetivos
principales que quería lograr, que no era otro que ver eso, que mis
participaciones en pruebas federadas han llegado a su fin.
A
partir de ahora, quiero recuperar algunas cosas que, tras lesionarme
en agosto de 2014, había abandonado por completo, o que, por lo
menos, había dejado de dar importancia. Volveré a dejar de lado las
pruebas federadas, y me centraré de nuevo en pruebas populares,
donde, como decía, es el lugar en el que mejor me encuentro como
deportista, y donde me parece que está mi hueco dentro del deporte.
Quiero retomar algunos proyectos y volver a ser el que era, pero el
que era cuando gané en Bañobárez, no el que era cuando corrí en
2012, cuando corrí en Atapueca, Aranda, Cantimpalos y Venta de
Baños. Por contradictorio que pueda parecer, creo que estuve mucho
mejor a finales de aquella temporada de 2013-2014 que en la que corrí
todos estos crosses. Por ahora, esta semana me encuentro en la última
de este periodo de acondicionamiento general (qué técnico suena
eso), y la semana que viene tocará meterme de lleno en un nuevo
proyecto, que debo reconocer que le tengo muchas ganas. Pero ésto lo
dejaré para otra entrada.
Nos
vemos… haciendo deporte, claro.
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