“Correr
forma parte de mi. Es mi naturaleza. Lo necesito para sentirme vivo”.
(Pedro Nimo).
Nos
encontramos ya en el mes de junio, lo que indica que la temporada
atlética está llegando a su fin. Aun quedan unas cuantas semanas
para calzarse las zapatillas de clavos en la pista, y posiblemente
junio y julio más de uno los aproveche para competir en distancias
como el 1500, pero, aun así, tan solo serán, a lo sumo, dos meses.
Luego, muchos seguirán entrenando, con más o menos intensidad,
aprovechando para competir en las diversas pruebas populares de los
pueblos, mientras que otros optarán por mezclar las sesiones de
carrera continua con alguna que otra sesión de, por ejemplo,
bicicleta, con la idea de cambiar un poco de deporte, aunque sea por
unos pocos de días.
A
nivel personal, esta temporada ha sido un auténtico desastre a nivel
deportivo. Si valoramos desde septiembre, que suele ser el mes típico
para reanudar los entrenamientos (aunque debo reconocer que en 2015
tan solo dejé de correr una semana y, desde entonces, en verano he
seguido corriendo), apenas he podido hacer medio año con sesiones de
carrera a pie. A mediados-finales de noviembre me partí dos
costillas, lo que me llevó a estar durante mes y medio sin poder
correr nada. Una vez recuperado, el dos de enero me puse manos a la
obra de nuevo con sesiones de carrera continua, pero mi tendón,
debido a unas molestias que llevaba arrastrando desde el verano, me
hizo parar a principios de marzo, de lo que ya hace tres meses. Ésto
me ha llevado a que, desde que comencé a correr allá por el verano
de 2009, haya sido, posiblemente, la temporada que menos carreras he
hecho (éso asegurado, tan solo una) y la que menos entrenamientos he
podido realizar. Lo del tema de las costillas fue algo más o menos
inevitable, me caí y me di un mal golpe en el costado, pero lo de la
tendinitis me ha pasado por bruto. Como decía, llevaba con alguna
que otra molestia desde el pasado verano, pero al tener que hacer el
parón obligatorio con el tema de la costilla, esa molestia
desapareció, lo que me llevó a ser optimista en cuanto a la
recuperación, una esperanza que tan solo duró una semana tras
regresar a los entrenamientos, pues decidió regresar, y en esta
ocasión siendo algo más intensa. Finalmente, y en resumidas
cuentas, a principios de marzo “me rompí”, después de haberlo
forzado desde el verano, el tendón de Aquiles me obligó a tener que
hacer otro paréntesis en los entrenamientos. Para más “emoción”,
si cuando me fracturé la costilla sabía más o menos cuándo iba
poder volver a correr, con ésto no ha sido así, y aun llevando tres
meses lesionado, no tengo nada claro cuándo voy a poder volver a
calzarme las zapatillas.
La
verdad es que se me está empezando a hacer muy, muy cuesta arriba
esto de estar tiempo sin poder correr. Nunca había estado tanto
tiempo lesionado y tampoco había tenido lesiones tan seguidas, que
es algo queme fastidia también bastante. Me paro a pensar en las
pruebas en las que quería haber participado y no he podido por esta
lesión, o veo que llega el buen tiempo y me toca hacer otros
deportes, y la verdad es que me fastidia bastante. Es cierto que, en
gran medida, el hecho de estar así me lo he buscado yo y, por lo
tanto, tampoco puedo tener demasiados motivos para quejarme, porque
si hubiera cuidado el tendón desde un principio, posiblemente ahora
no estaría así. Pero bueno, si algo nos caracteriza a muchos
corredores, y que, por cierto, he criticado en alguna ocasión, es
ese “ansia” que tenemos por seguir haciendo kilómetros.
A
lo largo de este tiempo, y tras haber estado 18 días sin hacer
ningún tipo de ejercicio físico, he estado alternando sesiones de
bicicleta con otras de natación. Ambos deportes me gustan bastante,
incluso me atrevería a decir que ahora, después de tantas semanas
haciendo natación, le estoy cogiendo el “gustillo” y me tira más que salir
a dar pedales, pero es cierto que no llega ni de lejos al disfrute de
las sesiones de carrera a pie. Es algo que en alguna ocasión he
comentado con los compañeros ciclistas, que no acaban de comprender
que me guste más gastar zapatilla que montar en bicicleta. Así es,
las “sensaciones” que ellos aseguran tener cuando van pedaleando
y que aseguran no tener cuando “han probado” a correr, son las
que nosotros sí sentimos haciendo sesiones de carrera a pie o
incluso compitiendo mientras gastamos zapatillas, pero que no
llegamos a notar mientras pedaleamos. Desde hace mucho, pero que
mucho tiempo, me considero un atleta o corredor (me niego a utilizar
la denominación “raner”, tan de moda ahora, pero ya he escrito
de esto en otras ocasiones) muy de la vieja escuela por un lado, y
aficionado “televisivo” al ciclismo, que se limita a dar cuatro
pedaladas cuando está lesionado. Claro ejemplo de que me limito a
salir solo cuando alguna zona del cuerpo no me permite correr es que
en 2017 tan solo salí un día en todo el año, y fue con el único
objetivo de hacer una salida por el pueblo en compañía de mi padre
y mi tío y que en 2016 salí un par de días en verano y en alguna
que otra ocasión durante los casi dos meses (faltó una semana) que
estuve “tocado” del pie derecho, pero tampoco demasiado, la
verdad. Pero bueno, retomando un poco lo que comentaba a mitad del
párrafo, como corredor, no noto esas famosas “sensaciones” que
me comentan mis compañeros ciclistas, pero, como es lógico, tampoco
voy a pedirles a ellos que experimenten lo que los atletas notamos
cuando corremos, que, para mi, es mucho más bonito que dar pedales.
Sí es verdad que algunos compañeros que han corrido durante cierto
tiempo alternándolo con al bicicleta pero que, por diferentes
motivos (normalmente las rodillas) han tenido que dejarlo y dedicarse
en exclusiva al ciclismo, me han comentado que “la verdad es que lo
echo bastante de menos correr” o “cómo me acuerdo de cuando
podía salir a correr”. Yo siempre me acuerdo de una frase de un
entrenador del club, que cuando estoy lesionado utilizo con mucha
frecuencia (que se lo pregunten a mis padres): “Alejandro, si
pudiera correr, iba yo a estar dando pedales”. Pero bueno, para
gustos están los colores, y si todos hiciéramos el mismo deporte,
ésto no tendría gracia.
Para
acabar el artículo, ayer hizo un año que corrí en la carrera
popular de Bañobárez, la última vez que se celebró esta prueba.
Guardo un recuerdo muy especial de esta competición organizada
por “Los Piratas”, pues fue mi primera victoria
en la categoría Absoluta (y hasta la fecha, la última) y, además,
logré algo que para nada me esperaba: batir el récord de la prueba,
con un tiempo de 35’12, récord que comparto con la atleta
salmantina Gema Martín Borgas, que lo batió con una marca de 42’33.
Aquella temporada fue la primera que estuve entrenando por mi cuenta.
Ésto me permitió para ir conociéndome un poco mejor a nivel
deportivo, y debo reconocer que disfruté mucho de la nueva manera de
entrenar. Pocos días antes de ir a Bañobárez volví a las series,
después de haber estado tres meses preparando la carrera de El
Salvador a base de cambios de ritmo, y la verdad es que llegaba
bastante bien de forma, pero no contaba con llegar al nivel
suficiente como para poder ganar la prueba. Las sensaciones en el
calentamiento eran bastante buenas, lo que me animó a ponerme en
primera fila y ver qué podía hacer. En la salida, que, por cierto,
no la recuerdo muy rápida, se formó un grupo formado por muchos
atletas, que fuimos juntos durante el primer kilómetro, momento en
el cual, Ricardo y Serafín dieron un cambio de ritmo. Decidí ir con
ellos, a ver qué sucedía. Total, no tenía nada que perder. Tengo
el recuerdo de que los tres nos intentamos dar algún cambio de ritmo
con la idea de ver qué pasaba con los otros dos, pero no se me
olvidará la cantidad de cambios de ritmo que pudo hacer Ricardo
mientras íbamos los tres juntos: se ponía delante, hacía unos
cuantos metros muy fuertes, y se volvía a poner atrás. En un tramo
decidí tomar la iniciativa y subir algo el ritmo, pero vi que me
respondían, así que esperé a otra ocasión. Unos metros más
adelante, en un tramo en bajada, probé, esta vez con un cambio más
fuerte respecto al anterior. Vi que cogía unos metros de ventaja,
así que decidí intentar mantenerla. Si no me cogían, de cine, y si
lo hacían, pues ya buscaría otras opciones. Fueron pasando los
kilómetros y ese trío que habíamos formado ya venía bastante
desecho. Ricardo venía varios metros por atrás, mientras que
Serafín y yo nos guardábamos cierta distancia, la cual se acortó
enormemente en un repecho bastante largo, hasta el punto en el que me
convencí de que me daría caza. Los dos últimos kilómetros eran
bastante favorables y con aire a favor, así que aproveché para
intentar retomar más ventaja respecto a Serafín, aunque para los
dos era un terreno favorable, así que no era tarea fácil. Ya por
las calles del pueblo me sucedió la anécdota del día: llevaba ya
varios metros sin ver qué distancia llevábamos, por lo que no sabía
muy bien cuánto nos quedaba para llegar a la meta. Iba centrado en
seguir al coche que iba abriendo la carrera para evitar perderme
(aunque el recorrido estaba marcado a la perfección) cuando, de
golpe, giramos para coger una calle y me encuentro con que a unos
70-80 metros está la meta. Lo primero que se me vino a la cabeza fue
“¿estás seguro de que no llevas a nadie delante?” No acababa de
creerme que fuera a ganar mi primera carrera en la categoría
Absoluta. Mirada para atrás para comprobar la distancia con el
segundo, y a entrar en meta. Un tiempo después de celebrar esta
carrera anunciaron que para 2015 ya no la celebrarían. Reconozco que
me dio mucha pena recibir esa noticia. Independientemente del
resultado, la carrera estaba perfectamente organizada y el pueblo se
volcó con ella.
Nos
vemos… haciendo deporte, claro.
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