Todo un campeón como es Óscar Freire se va a retirar el año que viene. Pero, antes de todo esto, se ha planetado el Mundial de ruta. Así, se podría decir que es mejor que Mercks, ya que "El Caníbal" no alcanzó este registro.
Freire está haciendo esta Vuelta como preparación para el Mundial en Mendrisio, (Suiza). Dicha competición está cerca de su casa. "Me haría una gran ilusión conquistar un cuarto título mundial, pero para ello tengo que prepararme de una manera específica, como he hecho otros años. El problema es que el equipo no quiere que me vaya de la Vuelta".
Óscar lleva ya cuatro años en el conjunto holandés y ha sido uno de los mejores sprinters, pero su hora ya ha llegado. Tiene 33 años, y todos los profesionales tienen fecha de caducidad, más tarde o más pronto. Pero ahora, no le molesta ser batido por los sprinters nuevos. En una entrevista que le hicieron en "El Mundo", le hicieron una pregunta curiosa: que cada vez le costaba superar más a los velocistas, que si hay una generción distinta a la suya. "Ya no hay velocistas puros, hay corredores rápidos que se meten en los sprints y por eso las llegadas son más peligrosas. La gente arriesga muchísimo y a mi edad, si no lo veo muy claro, prefiero no entrar en esas peleas. Eso es lo que ha pasado en las jornadas de Holanda y Bélgica. En situaciones como ésas, lo más juicioso es apartarte y guardar fuerzas para otros días. Al público le gusta verte todos los días en las posiciones de delante, pero eso produce mucho desgaste y, claro, no es lo más adecuado".
Las lesiones y los despistes
A Óscar se le caracteriza por dos cosas: por lo despistado que es y por las lesiones que ha sufrido desde que Javier Mínguez lo pasó a profesionales con el Vitalicio Seguros, en el que también estuvo Pruden Indurain. En el 1999 ganó su primer Mundial. "Cualquier día nos da otra alegría del tamaño de esta. Estoy seguro que volverá a ser campeón del mundo". En el año 2000, debutó en la Vuelta Ciclista a España, y, este mismo año , comienza la historia de las lesiones, pero a final de año un pertinaz dolor en la espalda no le impidió ganar el bronce en el Mundial de Plouay.
Un año después, fue campeón en Lisboa. Menudo maquinón, como para picarse con él. Óscar no necesita entrenar como los demás ciclistas para poder ganar.
La otra cosa, los despistes: más despitado no puede ser. Según Javier Mínguez, es el colmo del despiste. Una vez, al terminar un entrenamiento, le dijeron dónde estaba el hotel, y se perdió. Se tiró toda la tarde buscando el hotel y, una vez que lo hubieron encontrado (él y un taxista) ya habían llegado todos los del equipo.
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