Resulta cargante tener muchas,
pero muchas ganas de ponerme a escribir, pero no saber qué contar en
la entrada o artículo, o quedarme bloqueado en la mitad. No me gusta
nada, lleva ya demasiado tiempo pasándome, pero qué le voy a hacer.
Voy a ponerme hoy a escribir un rato, improvisando, o mejor dicho,
tocando temas que tengo en mente, pero que, como decía, me quedo en
la mitad. Espero que, juntando todo en un mismo artículo, pueda
sacar algo “decente”.
Y voy a empezar escribiendo
sobre ciclismo. El pasado domingo finalizó el Giro de Italia, una de
las tres grandes, y para mi, una prueba bastante más interesante que
el Tour de Francia, que, a pesar de su gran prestigio, y siendo
sincero, en los últimos años me resulta bastante monótono. A nivel
personal, me ha resultado un Giro interesante, donde la tensión se
ha visto hasta esa crono final, donde todas las miradas estaban
puestas en Nairo Quintana, Tom Dumoulin, Vicenzo Nibali y Thibaut
Pinot. Finalmente, Dumoulin se alzó con la prestigiosa “maglia”
rosa, en una edición en la que, para mi, ha sido el justo vencedor,
quien, sin duda, más se lo merecía. Ha sido capaz de pelear día a
día sin un equipo sólido que le pudiera echar una mano en los
momentos cruciales de la prueba, ha sido una “lucha de gigantes”,
como decía la canción del gran Antonio Vega, donde Tom ha tenido
que luchar, especialmente, contra un bloque como ha sido el Movistar
y el Bahrain-Merida de Nibali. Una vez que cogió el liderato, se vio
obligado a soltarlo en la meta después de verse implicado en un
corte, situación que benefició a Nairo Quintana, quien cogió ese
maillot rosa hasta la crono final. Hasta entonces, vimos situaciones
un tanto extrañas, pero que tengo la impresión de que ya son
habituales. Nairo se negaba, en cierta medida, a colaborar,
compitiendo siempre a rueda y apenas “enseñando el morro”. El
italiano del Bahrain-Merida Vicenzo Nibali sí fue un poco más
competitivo, pero, junto al colombiano del Movistar y el líder, Tom,
vimos una situación extraña: Dumoulin, líder, y ninguno de los
otros dos ciclistas le atacaban. ¿Qué forma de competir es esta? Se
supone que si estás disputando una gran vuelta, el que tiene que
atacar no es el líder, son sus rivales, él “solo” tiene que
mantener el liderato, respondiendo a los ataques que le dan sus
rivales o como sea, pero no viendo lo que hemos visto en este Giro,
donde se llegó a ver cómo Vicenzo y Nairo no le “daban pal pelo”
al líder. Finalmente, y tras un par de días con Nairo de líder,
Tom sacó la ventaja en la crono final como para poder coger de nuevo
la maglia y alzarse con una más que merecida victoria, porque,
aparte de correr sin un equipo sólido, tuvo que competir con dos
ciclistas con una gran calidad, pero que en algunos momentos han
resultado ser poco competitivos, o muy poco colaboradores.
Me gustaría hacer una mención
especial a Nairo Quintana, un ciclista que, para mi, tiene muchísima
calidad como deportista, pero mucha, demostrándolo habiendo ganado,
sin ir más lejos, un Giro de Italia. Sin embargo, creo que no podrá
llegar a desarrollar todo su potencial como deportista. Está claro
que ser segundo en el Giro de Italia de este año es un ejemplo
también de que su gran calidad, y que está muy, muy bien, pero creo
que, cambiando su forma de correr, podría llegar incluso a ganar más
pruebas. Vemos cómo el del Movistar tiende a ir con demasiada
facilidad a rueda, sin “asomar el morro”, como suele decirse, o,
como vimos en una de las etapas de este último Giro, cuando le toca
dar el relevo, enseguida hace el gesto típico con el codo pidiendo
que el siguiente ciclista le sobrepase. Hemos visto cómo, cuando
realmente ha sido capaz de salir a darlo todo, da una demostración
magistral y es capaz de hacer mucho, mucho daño a sus rivales, pero
son situaciones que, parece, a Nairo le cuesta hacer. No vemos un
ciclista batallador, como puedan ser su compañero de equipo
Alejandro Valverde, o Alberto Contador, deportistas que utilizan la
frase que tantas veces me han dicho cuando voy a una competición,
“morir matando”. Sin embargo, Nairo es un ciclista muy, muy
conservador, que apenas da espectáculos. Como decía, si no fuera
tan conservador y se asemejara más a los mencionados Valverde o
Contador, creo que podría explotar más sus capacidades como
ciclista, que, para nada, son escasas.
Ahora, aun nos quedan por
delante dos de las tres grandes vueltas por etapas, el Tour de
Francia y la Vuelta a España. Siendo sincero, la ronda francesa es,
sin duda, la que más monótona (siempre desde el punto de vista del
espectador) se me hace, mientras que Giro y Vuelta me resultan
bastante más agradables. El Tour es “la prueba de las pruebas”,
pero creo que en los últimos años ha perdido mucha emoción. Tengo
la impresión de que, desde hace ciertas ediciones (no sabría
definir una en concreto), en las primeras etapas es nerviosismo en su
estado puro y caídas, sobre todo en las llegadas al sprint, mientras
que, una vez que la montaña aparece, son los “jefes” los que
corren. Unos palos por aquí, unos palos por allá y se acabó el
Tour. Por no decir de las típicas etapas donde hay escapada a diez
minutos, y el pelotón no se mueve hasta falta de cinco kilómetros,
muy de la vuelta francesa. Para mi, Giro y Vuelta son competiciones
mucho más emocionantes, y donde cada día te espera algo nuevo,
sobre todo en lo que respecta a la vuelta italiana, a la que, por
cierto, le encuentro más emoción. La Vuelta es la ronda de casa, y
debo reconocer que me encanta ver cómo el pelotón pasa por lugares
en los que alguna vez he estado e incluso por mi propia ciudad o
provincia, pero creo que, en alguna ocasión, se está pecando un
poco de llegadas o etapas un tanto exageradas, y aunque puede ser que
ése sea el motivo por el cual la Vuelta resulta un poco diferente en
comparación con el Tour, creo que no es la mejor opción. Tenemos el
claro ejemplo en aquella etapa de Fuente Dé, una etapa donde,
aparentemente, no iba a suceder nada, y Alberto Contador se puso
líder de la clasificación General.
Cambio de tercio, pero sigo escribiendo sobre ciclismo. Me gusta mucho este deporte, y soy partidario de su uso entre los atletas como deporte cruzado o cuando hay una de estas odiosas lesiones que nos impiden correr, pero debo reconocer que llevo ya mucho tiempo en el cual tan solo estoy siguiendo este deporte como puro aficionado. Procuro seguir informado sobre cicloturismo, competiciones y noticias relacionadas con algunas de las novedades sobre componentes de bicicletas, pero, como participante, la verdad es que lo tengo bastante abandonado. He comentado en muchas ocasiones que, cuando comencé a correr, y durante bastante tiempo, no me consideraba corredor, sino ciclista, y llegué incluso a no participar en una edición de La Rosca porque mi padre me había dicho que ese día íbamos a dar pedales, a pesar que tanto él como Teo me insistieron en que podíamos salir al día siguiente y ese día correr la prueba. Ni con esas. Sin embargo, es cierto que he ido dejando de lado la bicicleta, sobre todo en los últimos dos-tres años. No la echo especialmente de menos, ahora, por suerte, estoy corriendo sin apenas molestias y no estoy lesionado, así que puedo hacer el deporte que ahora “me tira” más. La verdad es que no puedo decir que no me guste montar en bicicleta, porque creo que sería mentir, pero, por ahora, no entra dentro de los planes salir a dar una vuelta con la bici.
Escribiendo de atletismo, nos
encontramos ya en el mes de junio. Las competiciones en pista
empiezan a aparecer. La verdad, qué importancia tiene este óvalo de
400 metros en la formación de los corredores. Demuestra cuál es
nuestro estado real, y, a lo largo de los años, nos puede
proporcionar una “chispilla” curiosa para, más tarde, competir
en otras distancias, ya dentro del mundillo del asfalto. Creo que en
muchas ocasiones, infravaloramos la pista, no le damos toda la
importancia que tiene, y nos empeñamos en crear corredores de fondo
antes de tiempo, sin pararnos a pensar en esa frase que leí una vez,
que decía algo así como que un gran corredor de maratón se forjaba
compitiendo en 1500. Este óvalo de 400 metros es una gran manera de
preparar la carrera deportiva de un atleta, ir aumentando las
distancias dentro de ella y, poco a poco, ir incrementando.
Actualmente, nos encontramos
con que en las carreras populares hay un nivel medio más alto en
comparación a hace unos años, pero, sin embargo, las marcas son un
tanto más bajas en comparación con aquellas pruebas. Creo que gran
parte de que ahora se corra menos es que los atletas que entonces
entraban entre los primeros atletas tenían una gran cantidad de
kilómetros hechos en la pista, sobre diferentes distancias dentro de
este óvalo, lo que les proporcionó una gran base para luego, poder
correr a unos ritmos bastante elevados en el asfalto. Ahora, muchos
de los atletas que están ganando las pruebas populares son
corredores que comienzan a correr a una edad relativamente avanzada,
y se saltan la época de la pista, por lo que muchos no tienen esa
chispa que comentaba.
A nivel personal, ahora mismo
no tengo la cabeza puesta en la cabeza. Uno de mis problemas ha sido
ese, creo que en su momento la infravaloramos, dando más valor a
otro tipo de pruebas, lo que me llevaba a que en esta época del año
tan solo participaba en pruebas populares. Por ahora, sigo sin tener
demasiado claro en qué pruebas participar. La verdad, no me acabo de
ver del todo motivado para colgarme un dorsal y salir a darme caña,
aunque luego, me sucede como siempre, veo una carrera que me llama la
atención, y cuando me veo con el dorsal, me pico más de lo que
tenía previsto. Pero, siendo sincero, últimamente el cuerpo no pide
sufrir, darme caña. Disfruto con lo que hago, sumando kilómetros.
Si hay que volver a competir en condiciones, será mi cuerpo, o mejor
dicho, mi cabeza, quien lo mande, al igual que sucedió cuando corrí
en Bañobárez (donde, por cierto, hace hoy tres años que gané
allí), y por ahora parece que no está muy por la labor.
Nos vemos… haciendo deporte,
claro.
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