Hoy me pongo a escribir en el
blog de un tema del que ya he hablado muchas veces, de esa “locura”
que últimamente está en crecimiento, de este boom que están
teniendo deportes como el atletismo, que ahora se llama “running”,
del triatlón y, en menor medida, del ciclismo. Hemos llegado a un
momento en el cual, las “locuras” pueden a la lógica, y no
sabemos hasta dónde podemos llegar físicamente.
Comenzaré escribiendo sobre
el deporte que más practico, el atletismo. O mejor dicho, la carrera
a pie, porque el atletismo es un conjunto de varios deportes.
Normalmente, llamamos atleta a aquel que corre, pero no solo él es
atleta, también el lanzador de peso y el saltador de vallas, por
ejemplo. Esto es algo que puede crear cierta confusión, como puede
crearla la cuestión de si hacer “running” es lo mismo que
practicar atletismo. Creo que intentar aclarar esto puede ser algo
interesante, aunque está claro que cada uno tendremos una manera de
entender todo esto, y por supuesto, todas estas formas de verlo son
completamente respetables. Si preguntáramos, nos encontraríamos con
gente cuya opinión es que no tiene nada que ver ser “atleta” con
ser “runner”, mientras que otros comentarían que viene a ser lo
mismo. A nivel personal, soy de los que piensan que no es lo mismo.
Puede que, como me han comentado para otras cosas dentro del mundillo
del deporte, sea un poco de la “vieja escuela”, no lo discuto,
pero debo reconocer que sí distingo entre una cosa y otra. Para mi,
tenemos por un lado a los atletas (ya digo, también un término
ambiguo), que pueden ser populares y federados, y por otro, a los
“runners”. Los primeros son gente que no hace falta que lleven
muchos años corriendo, pero que saben cuáles son sus límites,
saben llevar una escala lógica dentro del deporte e ir participando
en pruebas de unas distancias u otras según se evolución como
corredores, mientras que los “runners” son gente mucho más
impulsiva, es decir, los deportistas que llevan un año corriendo y
se animan a correr un maratón sin una base suficiente de kilómetros
ni de pruebas en sus piernas. Un claro ejemplo de atleta sería un
chaval que comienza a correr con catorce años, por ejemplo, y va
quemando etapas en pista y demás, pero también una persona que
comienza a correr con 25, 30 o 40 años sabe perfectamente cuál es
su límite, en qué pruebas debe estar y en cuáles no. Un “runner”
se apuntará a todo lo que pille por delante, sea un 5000 o una
maratón, sin pararse a pensar si es adecuado o no lo que está
haciendo. No quiero que esto suene como un comentario soberbio, no
es mi intención, pero si quiero dejar clara mi opinión acerca de
este tema.
A los corredores, con
demasiada frecuencia, nos falta paciencia para hacer las cosas, pero
ahí está la capacidad de cada uno de saber esperar el momento
justo. A mi Teo siempre me dijo que se deben esperar al menos cinco
años de práctica regular corriendo para empezar a ser atleta. A
simple vista puede resultar una tontería, pero después de siete
años corriendo, aunque no sean muchos, me han demostrado que es una
teoría que suele funcionar. Siguiendo una preparación acorde a
nuestras capacidades, pasados esos primeros cinco años creo que nos
habremos desarrollado lo suficiente como para empezar a pensar en
retos más o menos ambiciosos, y habremos hecho los suficientes
kilómetros como para poder comenzar a preparar ciertos tipos de
pruebas. Está claro que la capacidad de adaptación no será la
misma en una persona sedentaria que en una persona deportista, aunque
en ocasiones, ser deportista también pueda presentar sus aspectos
negativos. Un ciclista que decida pasarse al atletismo (hay varios
ciclistas que se pasan a la carrera a pie, y además, con unos
resultados considerables) puede “acelerar” algunos aspectos al
tener el cuerpo adaptado al deporte, pero no deja de ser un arma de
doble filo, porque al ser una persona acostumbrada a esfuerzos de
larga duración, a los dos días de empezar a entrenar ya está
corriendo una hora. Y esto, para una persona que viene de un deporte
donde, salvo caída, no hay prácticamente impacto, es sinónimo de
lesión en breve. Salvando esto, está claro que un deportista capaz
de estar encima de una bicicleta tres o cuatro horas, podrá
evolucionar bastante más rápido que una persona sedentaria. Aun
así, necesitamos llevar una escala lógica dentro de esto, y sobre
todo, tirar de paciencia. No podemos olvidarnos de ir evolucionando
con cierta paciencia y, una vez completadas dos carreras de diez
kilómetros, tres medias y un par de tiradas de 18 kilómetros,
apuntarnos a una maratón (digo maratón por ser una de las pruebas
favoritas de los fondistas).
Algo semejante a lo que sucede
con el atletismo, está sucediendo también en el ciclismo y el
triatlón. En el caso de las dos ruedas, sucede algo semejante al
atletismo, pero al revés. Es decir, muchos corredores lesionados
comienzan a dar pedales, y como ven que tienen fondo, a los pocos
días están haciendo salidas de 100 kilómetros, pero una “ventaja”
que tiene el ciclismo en este aspecto de los abusos por parte de
gente con fondo que viene de otros deportes es que es un deporte que
necesita de muchas más horas que el correr, y con obligaciones
laborales o familiares, es más complicado de entrenar. Sacar por
ejemplo tres horas diarias para entrenar con estas obligaciones es
bastante complicado, por lo que nos tendremos que conformar con
entrenar lo que podamos y aprovechar cuando haya más tiempo libre
para hacer algo más de horas. Aun así, también sucede como con el
atletismo. Muchas veces, por hacer un par de marchas de 100
kilómetros y otros tres días unas salidas de 120 nos vemos capaces
de hacerla Quebrantahuesos. En el caso de los triatlones, es lo
mismo. Nos ponemos a nadar un poco, a dar pedales otro rato y a
correr de vez en cuando, y nos vemos capacitados no para hacer un
triatlón sprint o uno promoción, sino que nos vamos a por uno de
distancia olímpica (1500 metros de natación, 40 kilómetros de
ciclismo y 10 de carrera a pie).
Como siempre digo, creo que
debemos ir por partes y no quemar etapas antes de tiempo. Debemos
conocer perfectamente cuáles son nuestros límites, y a partir de
ahí, comenzar a trabajar. Las prisas nunca han sido buenas
compañeras, y en el deporte, tampoco. Al fin y al cabo, esto es un
proceso que requiere de un tiempo. Podríamos compararlo con los
estudios, donde se comienza en Infantil, para completar la Primaria,
el instituto… Y está claro que no podemos pedir lo mismo a un niño
de tercero de Primaria que a uno de primero de Bachillerato. Pues
aquí, al fin al cabo, es lo mismo, con ciertos matices, pero lo
mismo.
¿Cómo podríamos solucionar
todo esto? No es algo sencillo viendo que, en muchas ocasiones, ésto
se ha convertido en un negocio. Parece que esto se apodera de muchos
de los eventos que hasta no hace tanto eran populares, y que ahora
parecen tener unas campañas de marketing impresionantes, todo por
lograr un número de participantes impresionantes. Para nada estoy de
acuerdo con esto, porque no hacen sino que muchos deportistas se
arriesguen a tomar la salida en una prueba para la cual no están
preparados, pero que, gracias a la campaña publicitaria de la
competición en cuestión, se ha hecho que acaben en la línea de
salida. Si nos remontamos a la mentalidad que tenían los corredores
de hace unos años, muchos consideraban que su vida deportiva se
acabaría cuando comenzaran a correr maratón, parecía que el hecho
de completar esos 42 kilómetros era el fin de un largo camino y de
muchos, muchos kilómetros. Ahora, todo ésto se ha perdido, e
incluso podríamos catalogar esta mentalidad como anticuada o como
algo equivocado, pero, quizá, si mantuviéramos un pensamiento
semejante, podríamos controlar mucho más nuestra lógica, no perder
el respeto a todas las distancias, sea un 100 o una maratón.
Quizá, de no tener tantos mensajes de diferentes pruebas casi
obligándonos a correr en su carrera, y fuéramos capaces de tirar de
lógica y hacer caso a un entrenador bien formado, nos iría mucho
mejor.
Nos vemos… haciendo deporte,
claro.
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