Muchas veces he dicho (y otras
muchas me lo han dicho) que soy muy “de la vieja escuela” y muy,
muy cuadriculado. Ésto afecta a la manera que tengo de ver muchas de
las circunstancias actuales con las que nos encontramos en deportes
como el atletismo y el ciclismo. La carrera a pie a nivel popular o,
mejor dicho, el “ranin”, el cicloturismo y el triatlón están
teniendo, en la actualidad, un auge impresionante. Estamos en plena
expansión y cada vez vemos más gente participando en los eventos
deportivos correspondientes. Todo esto está genial cuando hemos
entrenado acorde con el objetivo, conocemos nuestros límites, no
queremos ir más allá y, además, cuando logramos disfrutar de todo
esto. Sin embargo, hemos llegado a un punto que, la verdad, me está
resultando preocupante. Cada vez vemos más “raners” calzarse las
zapatillas para salir a correr en una maratón cuando no llevan ni un
año corriendo y la preparación para nada ha sido acorde. Lo mismo
sucede en pruebas cicloturistas, donde, primero, se sale a competir
en eventos cuyo objetivo no es ese, muchos llegan a los eventos sin
haberse organizado en temas de entrenamientos. Si hablamos de
tecnología, en sendos deportes nos encontramos con unos artilugios
que, hasta no hace demasiados años, eran prácticamente ciencia
ficción. Relojes en el caso de la carrera a pie y aparatos con forma
de teléfono móvil en el caso del ciclismo, capaces de darnos
distancia, pulsaciones, watios, cadencia de pedaleo y muchos más
datos, y que lo único que provocan es que estemos más pendientes de
lo que dice el “aparatejo” que de nosotros mismos.
Comienzo escribiendo sobre las
pruebas deportivas. Siendo sincero, creo que en el aspecto de la
preparación de competiciones o eventos a nivel popular, los atletas
somos, por norma, bastante más “desordenados” que los
aficionados al ciclismo, aunque es cierto que es solo un puntito el
que, bajo mi punto de vista, nos separa. Voy a explicarme. Dentro del
mundillo de las carreras y corredores populares, nos encontramos con
gente que se plantea como objetivos distancias de cinco y diez
kilómetros, unas distancias para nada desdeñables, ni cuando
estamos empezando ni cuando ya llevamos años metidos en esto, porque
los ritmos, por ejemplo, van variando, y al final, el sufrimiento
viene a ser el mismo. Sin embargo, ya aquí nos encontramos con
gente, por ejemplo, en pruebas que ahora están a la vuelta de la
esquina, como son las San Silvestres, en las que un año se apuntan
un grupo de amigos y uno de ellos se queda con las ganas, por lo que
decide empezar a corretear un poquito para poder salir él también
con su grupo de amigos a pasar el rato. Unos, empezarán y serán
disciplinados, se pondrán en manos de un experto (con experiencia y
titulación, que siempre nos dejamos lo último) y podrán completar
cualquiera de esas dos distancias un año más tarde sin mayor
dificultad. Sin embargo, nos encontramos con personas que empiezan. Y
lo dejan. Y vuelven. Y lo dejan. Y vuelven. Y así, durante el
siguiente año. Consecuencias: llegamos a la siguiente San Silvestre
sin una base sólida, sin haber entrenado regularmente,, y las
lesiones deciden hacer acto de presencia, si es que no hemos hecho
alguna antes con ciertas “locurillas” en uno de esos
entrenamientos intermitentes, pensando “hoy me pego la paliza por
todos los días que me he saltado antes” (que perfectamente pueden
haber sido tres o cuatro semanas sin hacer nada de nada). Y por no
hablar de los que no han hecho nada de deporte, pero deciden
apuntarse a una San Silvestre de 10 kilómetros.
Aumentando de distancia, las
cosas se modifican un poco, pero los patrones siguen siendo
semejantes a lo escrito anteriormente. Muchos corredores empiezan en
esto del atletismo, y rápidamente empiezan a marcarse objetivos. Eso
es algo interesante cuando somos conscientes de que estamos empezando
en este mundillo y, por lo tanto, no podemos asaltar algunas cosas
antes de tiempo. Sin embargo, tras haber participado en alguna prueba
de cinco y diez kilómetros, nos atrevemos con hacer una tirada de
17-18 kilómetros, y como hemos sido capaces, nos animamos a correr
media maratón. Y todo esto, en cosa de aun año. ¿Es bueno asaltar
a la larga distancia? Sí, siempre y cuando estemos preparados para
ello y conozcamos hasta dónde podemos llegar. Bajo el punto de vista
de alguien que no es entrenador de atletismo ni nada por el estilo,
sino un aficionado a este deporte, creo que no conviene darse tanta
prisa para asaltar a pruebas que vayan más allá de los diez
kilómetros. Cuando estamos empezando en esto, debemos llevar una
escala lógica, que debe ir acorde a nuestra edad.
Yo siempre recordaré la frase
que Teo tantas veces nos decía: “Un corredor pasa a ser atleta
cuando ha sido capaz de encadenar cinco años de entrenamientos
regulares”. De ahí, la importancia de saber llevar una buena
escala. Lo mejor, sobre todo cuando estamos iniciándonos, es contar
con la ayuda de un entrenador, que sepa llevarnos. Bajo mi punto de
vista, el buen entrenador no es aquel que tiene experiencia tras
haber estado compitiendo durante muchos años, o solo aquel que tiene
una titulación, porque un día, por qué no, vio una salida
interesante guiando a corredores, aunque luego no haya corrido. Para
mi, el buen entrenador es aquel que tiene experiencia a nivel
atlético y que, luego, ha decidido formarse para poder llevar a
deportistas.
Me gustaría centrarme ahora
en las competiciones. Debido a la gran cantidad de corredores que hay
actualmente, nos podemos encontrar con un amplio abanico de pruebas
en las que participar cada fin de semana. En provincias con bastante
población, nos encontramos con que, entre el viernes y domingo,
coinciden varias pruebas. Pero ésto ya no solo ocurre en lugares de
estas características, y en cuanto llega el bueno tiempo, en
provincias más pequeñas sucede esto. No tenemos más que ver, por
ejemplo, en calendario de carreras populares de Zamora entre junio y
septiembre, para darnos cuenta de esto. Y pongo solo un ejemplo de
provincia pequeña. ¿Cómo me parece esto? Pues, la verdad, me
parece muy bien que haya competiciones a nivel popular, donde los
atletas que salen a correr por puro placer puedan colgarse un dorsal
de su camiseta y juntarse, como sucede en algunas ocasiones, con
atletas de élite, pero también creo que ésto ha sobrepasado el
límite, sobre todo en pruebas de media maratón y maratón. Me
explico. Resulta que nos encontramos con las típicas carreras en los
pueblos o barrios sobre una distancia determinada, con unos cuantos
participantes y demás, lo que viene a ser una “carrera de las de
toda la vida”, pero luego, nos encontramos con otras competiciones
que en su día comenzaron siendo así, pero que con el paso de las
ediciones han logrado una repercusión impresionante, llegando a unas
cotas de inscritos que dejan a uno con la boca abierta. Nos
encontramos incluso con que muchas pruebas compiten por ver quién
tiene mayor número de inscritos, o en cuál de ellas se hace mejor
marca. Para mi gusto, todo basado en el marketing, en atraer a la
mayor cantidad posible de participantes. ¿Ventajas? Bueno, la verdad
es que yo no le veo demasiadas ventajas al hecho de “compartir”
espacio con otros 20.000 corredores. Es cierto que, si o sí, ese
gran grupo tiene que acabar disgregándose en pelotones más
pequeños, pero creo que sigue siendo algo realmente incómodo y que
puede llegar a ser, incluso, un poco “claustrofóbico”.
¿Inconvenientes? Destacaría que, por qué no, gran parte de estos
eventos multitudinarios tienen la “culpa” de que muchos
deportistas decidan pasarse a las largas distancias sin los
entrenamientos o base suficientes. Esas campañas de publicidad por
medios especializados la verdad es que son muy, muy buenas y animan a
cualquiera a correr una maratón o una media, y viendo el panorama,
creo que no es lo mejor.
Si cambiamos de deporte y nos
vamos al ciclismo, nos encontramos con historias prácticamente
idénticas a las mencionadas en los párrafos, aunque, bajo mi punto
de vista, sí es verdad que, quizá, aquí se cometan menos
“locurillas”, aunque, como escribí al principio del artículo,
la diferencia es mínima. Gente que nunca antes ha hecho deporte se
apunta a marchas como la Quebrantahuesos, un evento de 205 kilómetros
entre España y Francia que requiere de muchas, muchas horas de
entrenamiento, muchos puertos subidos y, para colmo y mi gusto,
muchos, muchos años haciendo kilómetros sobre una bicicleta. No
quiero repetir todo lo anteriormente escrito de nuevo, pero con otro
deporte, así que me voy a centrar, en esta ocasión, en escribir
sobre un tema que concierne a ambos deportes: la tecnología aplicada
a los “aparetejos” capaces de darnos tal cantidad de datos
juntos, que si a los ciclistas de hace veinte años se lo hubieran
dicho, no hubieran por menos que echarse a reír y llamar “frikis
de la ciencia ficción” a quién se lo dijera.
Hace unos cuantos años, era
bastante habitual ver que los ciclistas salían a entrenar sin nada
que les sirviera de referencia más allá de sus propias sensaciones,
sin cuentakilómetros ni nada semejante. Lo mismo sucedía con el
atleta, que, como mucho, utilizaba los relojes de aguja para tener un
poco controlado el tiempo que corría, pero nada más. Como
curiosidad, recuerdo de que los más veteranos del Club me comentaban
cuando se iban a rodar utilizando, precisamente, aquellos relojes de
aguja. Los tiempos pasaron, y con ellos, aparecieron los
cuentakilómetros y los relojes digitales que llevaban incluso
cronómetro por vueltas. ¡Menudo cambio! Seguro que aquellos
primeros “cuentas” fueron mucho menos fiables que los actuales,
pero ya era todo un cambio. En el atletismo, en este aspecto, hemos
estado algo más rezagados hasta hace unos años, y hemos seguido
utilizando estos relojes digitales (a los que, años más tarde, se
les unió el pulsómetro) hasta no hace demasiados años, que
aparecieron los primeros GPS. Y ahí el cambio ya sí que fue brutal.
Dentro del mundillo de la carrera a pie, nos encontramos con que ya
no hacía falta calcular a ojo los kilómetros o lo de saber lo que
se había hecho rodando por circuitos que previamente se habían
medido con los cuentakilómetros de las bicicletas, pues estos
aparatos, además de pulsaciones, nos daban al instante la distancia
recorrida, el ritmo al que se rodaba o nos permitían la opción de
ver de forma automática el tiempo que realizado en el último
kilómetro.
La verdad, me parece que la
aparición, primero, de artilugios como los pulsómetros y, más
adelante, de los GPS, ha sido algo muy, muy positivo, pero, como
todo, con ciertos matices. El hecho de tener al instante y de manera
bastante fiable toda la información que nos proporcionan los
actuales GPS es una gozada y nos permite ver con más datos si
nuestros entrenamientos están realizando efecto o no. Sin embargo,
tengo la impresión de que nos hemos “obsesionado” un poco con
este tipo de material. Nos encontramos actualmente en el mercado con
aparatos que aportan tal cantidad de información que sucede lo
siguiente: gran parte de esa información no la vamos a utilizar en
toda la vida útil que pueda tener el GPS. Pienso que, en el caso de
un deportista popular, basta con saber la distancia, ritmo o
velocidad, tiempo y pulsaciones, y también es importante poder
hacerlo con un cronómetro por vueltas. Todo ésto lo ofrecen los GPS
actuales, por lo que, en este aspecto, genial. Luego, siguiendo con
lo necesario para los que nos gusta esto, pero no nos dedicamos de
manera profesional a competir, creo que más, sobra. No acabo de
entender, por ejemplo, que muchos cicloturistas sean incapaces de
salir a dar pedales si no es sabiendo en cada momento los watios que
van moviendo. Entiendo el uso de esta forma de entrenamiento en los
ciclistas profesionales, pues cuantos más y mejores datos tengan
para entrenar, mejor, pero, en el caso de cicloturistas e incluso
ciclistas Master, creo que es un utensilio que no se le va sacar
ningún partido. Sin embargo, para todos los usos, sí veo bien el
pulsómetro, no solo cuando estamos preparando una prueba, sino
también para salir a hacer algo de ejercicio. Es una manera, para mi
gusto, muy adecuada de tener controlado el corazón, parte
fundamental de nuestro cuerpo, y que, por qué no, nos puede ayudar a
ver posibles anomalías cardíacas, aparte de ayudarnos a no
“pasarnos de rosca” en ciertos momentos de intensidad.
Aun hay gente que prefiere
salir con el cronómetro digital de toda la vida y que no quieren
saber nada de los GPS actuales. ¿Mal hecho? Pienso que es una
cuestión, también, de lo que a uno esté acostumbrado, y que no
tiene nada de malo usar “el casio de toda la vida”, como suelo
decir en varias ocasiones, siempre y cando seamos conscientes de
nuestros límites, de saber cuándo podemos forzar haciendo series o
cuándo es mejor salir a rodar tranquilo durante unos cuantos
kilómetros. Así se ha estado hasta no hace tiempo, y desde luego,
los deportistas no tenían menos nivel que ahora, ni mucho menos. Es
más, como alguna vez me han dicho, “ahora que tenéis un montón
de datos a vuestra disposición, corréis menos que en mi época,
cuando íbamos con el Casio que tenia cronómetro por vueltas”. Y
me lo han dicho varias personas.
Nos vemos… haciendo deporte,
claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario