En
plena recuperación de una lesión, que me está teniendo más tiempo
parado del que me hubiese gustado, pero que espero me permita volver
a entrenar no tardando mucho, me he sentado a pensar, o, mejor dicho,
a repasar, cómo ha ido cambiando la manera de tomarme los
entrenamientos y las competiciones con el paso de los años. Desde
que comencé a entrenar con Teo hace ya unas cuantas temporadas,
hasta llegar a la manera de correr que tengo actualmente, han pasado
unos años, en los cuales, he vivido épocas en las que he competido
bastantes con otras donde he llegado a estar nueve meses sin colgarme
un dorsal. De esto me gustaría escribir en esta ocasión.
No
miento si digo que empecé a hacer atletismo de pura casualidad. Un
verano, ocasionalmente me puse a correr algún que otro día. Durante
un tiempo, no corría más de siete minutos seguidos, y recuerdo que
hubo un día que llegué a hacer cinco kilómetros en la pista de
atletismo, algo que me parecía semejante a correr una maratón. Sin
embargo, en ningún momento se me había pasado por la cabeza
competir en en este deporte. Yo lo que quería era ser ciclista.
Siempre estaba insistiendo a mis padres para que me dejaran apuntarme
a la escuela de ciclismo de Zamora, pero nunca conseguía que me
dejaran hacerlo. Así, un día se me pasó por la cabeza decirles
que, si no me dejaban competir en ciclismo, que me dejaran hacerlo en
atletismo. Ante mi sorpresa, me dijeron que si quería ser atleta,
adelante, pero seguían en la negativa de no dejarme hacerlo en
bicicleta. El hecho es que me puse a darle vueltas a la respuesta. Lo
de poder tener acceso a la competición me gustaba, pero no me
acababa de cuadrar lo de que no fuera sobre una bicicleta. Aun así,
había conseguido los “permisos” para lograr una parte, así que
empecé a hablar con Bernardo, atleta de toda la vida, con el
objetivo de que me pusiera en contacto con algún entrenador de
atletismo o con algún club. Me habló de Teo de las Heras, un amigo
suyo que llevaba muchos años entrenando a gente y con el que él
había entrenado y competido en muchas ocasiones. Recuerdo que,
cuando nos acercamos a hablar con él, nos estuvo hablando cómo
programa él las sesiones, y me pregunta fue clara: “Oye, pero ésto
será compatible con la bicicleta, ¿no?”, a lo que él me
respondió que no. A pesar de esa respuesta, la verdad es que seguía
dándole vueltas a empezar a ir con Teo. Lo que me acabó de
convencer fue la respuesta de Bernardo cuando le hice a él la misma
pregunta: “Pues claro que son compatibles”.
A
partir de ahí, empecé a bajar a correr con Teo. Enseguida se dio
cuenta de mi condición de fondista y mis nulas características para
hacer series cortas, lo cual no me libró de tener que hacer unas
cuantas series de 100, 200 o 300 metros. Por entonces, seguía
manteniendo mi afición al ciclismo, llegando incluso a no querer
participar en una edición de La Rosca porque, previamente, mi padre
y yo ya habíamos quedado en irnos a dar una vuelta con la bicicleta.
Primero Teo, y luego mi padre, que me decía que ya saldríamos otro
día, me insistían en que participara en aquella prueba, que era una
manera de ir cogiendo experiencia en las competiciones, pero ese dia
ya estaba marcado para dar pedales, y no hubo manera de cambiar mi
idea. Sin embargo, con el paso de las temporadas fui dejando bastante
de lado las salidas en bicicleta, de una manera progresiva, llegando
al punto de, como sucedió en 2017, salir tan solo un día, o como en
años anteriores, cuando me he montado en la bicicleta por lesiones.
Me he ido centrando cada vez más en el atletismo, dejando de lado la
bicicleta. Mi idea de competir en ciclismo se desvaneció con
relativa rapidez. Solo me hizo falta ver que en las pruebas de
atletismo empezaba a mejorar y, poco a poco, a llegar en mejores
puestos. Debo reconocer que no me arrepiento de que aquella idea
desapareciera y, poco a poco, me haya ido centrando en el atletismo
como deporte principal. Al final, esto se trata de un hobbie, y lo
que nos permiten estas actividades es centrarnos en las cosas que más
nos hacen disfrutar. En mi caso, no voy a negar que en bicicleta no
me lo haya pasado bien, sobre todo saliendo con la de carretera, que
es la que más me gusta, pero debo reconocer que lo de correr está
muy por encima. He tenido la suerte de competir, que fue lo que más
me llamó para empezar en esto, he podido participar en un montón de
pruebas en las que, de otra manera, no hubiera participado, viendo en
muchas de ellas a los mejores atletas disputarse las carreras, y
también he podido conocer a un montón de atletas populares (y no
tan populares), de Zamora y de fuera, con los que he entrenado y
competido.
Han
ido pasando las temporadas, y mi manera de tomarme los entrenamientos
y las competiciones también han cambiado. Mis primeras cuatro
temporadas estuve entrenando con Teo. Sin embargo, cuando empecé la
quinta, en la que, al parecer, el objetivo marcado era el de andar
bastante bien en la pista, me vi muy desanimado, y posiblemente algo
quemado. Necesitaba un pequeño cambio de aires, así que empecé a
entrenar de una manera autodidacta. Aquella temporada, decidí
empezar a ser un “atleta popular machacón”, dedicándome solo a
participar en pruebas populares. Y fue precisamente entonces cuando
logré vencer en Bañobárez y ser cuarto en la carrera de
Peñausende, mismo puesto que conseguí al año siguiente. Pero aquí
comenzó otro periodo progresivo. Poco a poco, también me fui
distanciando de las carreras, comenzando por las federadas (el año
pasado solo corrí el Regional, y me doblaron) y luego, por las
populares. Sin ir más lejos, la penúltima carrera que he corrido
fue en el mes de mayo, y la última, hace un mes, poco antes de tener
que parar, en Valladolid. Nueve meses sin colgarme un dorsal en la
camiseta. Vale que estuve un mes y medio sin entrenar por una
fractura de costilla, pero la diferencia hubiese estado en que, en
vez de volver a competir en Valladolid, hubiese sido en Ávila, poco
tiempo antes.
La
verdad, diferentes cambios desde que comencé a correr. Y eso que no
me he puesto a hablar de todas las personas con las que he
entrenado, porque, puede parecer una tontería, pero cómo van
cambiando los grupos según pasan las temporadas. Debo reconocer que
todo estos cambios me han permitido ir viendo desde diferentes puntos
de vista este deporte, y, además, he podido ir conociéndome mejor a
nivel deportivo. En temas de entrenamientos, es cierto que los ritmos
a los que he entrenado y competido han cambiado mucho (qué tiempos
aquellos cuando rodaba a 4'20 y decía que había sido un día
tranquilo, o hacía las carreras a ritmos de 3'30 o incluso por
debajo), pero en estas últimas temporadas he disfrutado una
barbaridad del atletismo, a pesar de esta última época, en la que
no he tenido demasiada suerte con las lesiones. Ahora, ¿cambiaría
alguna cosa? Siempre hay cosas que cambiar, no hacemos todo perfecto,
y estoy seguro de que, desde luego, mi manera de entrenar no ha sido
la más adecuada. Quizá, de no haber hecho tantos kilómetros, no
hubiera tenido esta tendinitis en el tobillo o no me habría
lesionado en septiembre de 2016, cuando tuve que estar dos meses sin
poder calzarme las zapatillas. Quizá, si variara más los
entrenamientos y no siempre me dedicara a rodar, que es lo que más
me gusta de esto, también podría haber evitado, en cierta medida,
estas lesiones. Pero, en fin, me imagino que de todo se aprende y,
cuando pueda volver a correr, algo habremos aprendido.
En
definitiva, desde octubre de 2009, han sido muchos los cambios que,
para bien o para mal, se han ido sucediendo con el paso del tiempo.
Lo mas importante, es que he podido disfrutar de mi afición al
atletismo, y he acabado cumpliendo con algo a lo que tenía muchas
ganas: competir. Ahora, toca recuperarse de las lesiones e intentar
volver con más ganas.
Nos
vemos… haciendo deporte, claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario