jueves, 17 de octubre de 2019

De regreso a Soria


Allá, en las tierras altas,

por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros...”

En octubre del año pasado escribía una entrada en este mismo blog acerca del verano que había pasado por tierras sorianas. Motivos laborales me habían llevado hasta las tierras a las que tanto escribió Antonio Machado y que, por los senderos del monte de Valonsadero, vio correr a Abel Antón y Fermín Cacho. Un año después, los mismos motivos me llevaron hasta Soria. Debo reconocer que, tras haber estado en las fiestas navideñas trabajando en Ponferrada, tenía esperanzas de poder acercarme algo más a Soria este verano, pero, la verdad, no me arrepiento de que haya sido de nuevo esta ciudad la encargada de “adoptarme” durante algo más de cuatro meses.
(Foto: http://www.sorianitelaimaginas.com).
A finales del mes de mayo recibía una llamada para ofrecerme en Soria un contrato de cuatro meses y medio. Como decía, tenía esperanzas de poder acercarme algo más a Zamora, pero me alegré de que fuera Soria, y no otra ciudad, a la que me tocara irme. Al fin y al cabo, era un sitio que ya conocía, al igual que el hospital donde me tocaría trabajar (aunque el servicio fuera diferente al del año pasado). Guardaba muy buen recuerdo tanto de la ciudad como de sus gentes, así que, junto al hecho de volver a tener trabajo, nada podía echarme para atrás. Tocaba, lógicamente, solucionar ciertos papeles antes de empezar a trabajar. Al avisarme con cierta antelación (un par de semanas), me desplacé hasta Soria con intención de estar allí entre tres y cuatro días, para luego regresar a Zamora y volverme para comenzar a trabajar. Lo más complicado era encontrar un piso para alquilar, algo que finalmente conseguí solucionar gracias a una compañera del año pasado. Gracias a que se puso en contacto conmigo conseguí un piso, y la verdad es que es de agradecer. Solucionado el tema de la vivienda, tocaba dejar todo el tema de papeleo laboral hecho antes de “volver a Granada” por una semana, que diría Miguel Rios. Con todo solucionado, y ya más tranquilo, tocó regresar a Zamora durante una semana. Este espacio de tiempo lo utilicé para repasarme unos cuantos apuntes, que buena falta me iban a hacer para los próximos meses, y para empezar a preparar todo lo que me haría falta hasta la semana pasada en temas de ropa y demás. No podían faltar, por supuesto, las zapatillas de correr, un elemento indispensable para cualquier viaje.
Regresé a Soria una semana después de haber dejado todos los papeles solucionados. Antes de empezar el contrato tuve la oportunidad de acudir unos días antes al servicio en el que iba a estar trabajando para poder ver el funcionamiento del mismo, algo que, la verdad, me vino de cine. A nivel personal, me encontraba más tranquilo que el año pasado. Ya sabía, por un lado, lo que era alternar la vida laboral con tener que cocinar, limpiar el piso, tener que comprar comida y alternar esto con las sesiones de carrera continua diarias. Y, para qué engañarnos, lo echaba en falta. Es cierto que en las fiestas navideñas estuve en una situación parecida, pero a la vez diferente. Cierto que tuve una opción genial, que fue repetir en el mismo servicio en el que estuve en la capital numantina el verano pasado, y eso fue una gozada, pero, aparte de que fue menos tiempo (pasé de estar cuatro meses o cuatro y poco a estar tres semanas, algo lógico, las vacaciones en esas fechas son más cortas), estuve en un hostal, y, al estar en un hostal, debía organizarme en ciertos aspectos de otra manera. Aquí, para poder correr, trabajar, comprar o limpiar, dependía todo de cómo me organizara yo en base a los turnos de trabajo, no dependía de nada más, y la verdad es que, como decía, lo echaba de menos.
(Foto: www.visitasoria.com).
El tiempo fue pasando, y la verdad que muy, muy rápido. ¡Si parece que fue la semana pasada cuando me marché para Soria! Guardaba muy buen recuerdo de esta ciudad y también de su gente. La verdad que si una cosa he notado en cuanto a los sorianos ha sido el carácter, para mi gusto, muy diferente al de “mi zona” (Salamanca o Zamora). Personas, por norma, muy amables y muy buenas personas. Campechanos. Para mi, gente mucho más abierta que en mi zona. No digo que por aquí no seamos así, pero sí que es cierto que noté que allí era mucho más fácil tratar con la gente. Personas muy abiertas, dispuestas a ayudarte en cualquier cosa desde el primer momento. Por mi contacto lógico con Zamora y también con Salamanca, al descender de allí, me he dado cuenta de que tendemos a ser bastante más cerrados, al menos en un principio, con la gente de fuera. Todo lo contrario a los sorianos. En resumidas cuentas, gente tranquila, campechana, agradable y, sobre todo, muy buenas personas. Pero, una cosa llamativa, en alguna ocasión comenté ésto mismo con algunos compañeros sorianos y me comentaban lo contrario. La gente que conocía Zamora (unos cuantos), me comentaban que los sorianos eran más cerrados que los zamoranos. Sí debo añadir que, para mi, el soriano que es serio, lo es mucho, muchísimo, pero ocurre al revés que en “mi tierra”. Como decía, aquí la gente es más seria en un principio, mientras que es más complicado encontrar a alguien abierto; sin embargo, allí es lo contrario, para mi lo habitual era encontrar gente abierta, como la que describía, mientras que la gente seria era menos habitual, pero claro que la había.
Con Abel Antón. 
En lo que a la ciudad se refiere, en cuanto supe que volvía a Soria se me vinieron a la cabeza un montón de lugares. Y es que Soria, aparte de ser una ciudad acogedora, le ocurre como a Zamora: es una ciudad pequeña y de rincones. Enseguida recordé el parque de “la dehesa”, El Collado, el Mirador de los Cuatro Vientos, la orilla del Duero, San Saturio, el monte de Valonsadero, las pistas de atletismo de Los Pajaritos y el edificio del CAEP, la subida al Castilljo con sus correspondientes vistas de la ciudad, el camino de Garay… Muchos recuerdos. Y es que ésta es, para mi gusto, una ciudad muy poco valorada. Creo que es una ciudad de rincones y también, por qué no, de naturaleza, con la orilla del Duero, “la dehesa” y el monte de Valonsadero. Y, si sois fiesteros, no os podéis perder las famosas fiestas de San Juan, “los sanjuanes” como los llaman allí. Es impresionante como toda la ciudad se vuelca con las actividades de su ciudad, con absolutamente todas, y en especial con “los sanjuanes”.
En el alto de "la dehesa".
A nivel deportivo, la verdad que ha sido un verano diferente. Si bien es cierto que el primer fin de semana que estuve allí me tocó parar por una sobrecarga, por suerte no fue más de dos días y, más o menos, he podido salvar el verano. En esta ocasión cambié un poco mis zonas habituales del año pasado a la hora de rodar. Si bien he ido en alguna ocasión a la zona del Duero y San Saturio, donde, por cierto, descubrí un circuito de unos cinco kilómetros por los alrededores del estadio de fútbol, en esta ocasión tuve la suerte de tener el carril bici que une Soria con el monte de Valonsadero y, la verdad, me resultó un sitio de lo más agradable para hacer kilómetros de carrera continua. Sí es cierto que últimamente las cuestas se me están atragantando bastante y por aquí tenía un par de ellas que me dejaban para el arrastre, pero bueno, aun así, un lugar perfecto para correr. Desde donde lo cogía hasta entrar al monte tenía apenas cuatro kilómetros, aunque luego, hasta la zona de la casa del guarda, donde acababa este carril bici, había bastantes más kilómetros; de hecho, en los rodajes más largos que he hecho por allí, de en torno a 15,5-16 kilómetros, nunca llegué hasta allí. Del monte, me llamó la atención la de vacas y algún caballo que se veía por las praderas. También volví a hacer varios kilómetros por “la dehesa”, en el circuito de kilómetro y medio. Este parque está ideal para correr, aunque hay que saber seleccionar las horas a las que ir, porque, al menos en verano, según en qué momentos, te la puedes encontrar hasta arriba de gente. 
Con Estela Navascues.
Y si hablamos de atletismo, no nos podemos olvidar de los atletas de alto nivel que han salido y siguen saliendo de allí. Tuve la oportunidad de ir a ver la media maratón de la ciudad, en la cual, aparte de la prueba de 21 kilómetros, se celebra otra competición de cinco kilómetros. Claro, “bautizadas” con el nombre de Abel Antón y Fermín Cacho. Pues por allí andaban los dos. El de Ágreda, oro olímpico en el 1500 de Barcelona, corrió la prueba de 5000 metros, mientras que el gran maratoniano corrió la media maratón haciendo de liebre para los atletas que quisieran hacer 1h30'. Con Abel conseguí la foto, pero me quedó pendiente con Fermín. Aparte, la prueba de cinco kilómetros la ganó la atleta de Tudela Estela Navascues, la cual lleva ya unos cuantos años entrenando por Soria. En cuanto la vi me empeñé en hacerme una foto con ella, un objetivo que se me logró. Por cierto, una chica de lo más agradable, que accedió sin ningún problema y que me dijo “si ha quedado mal, nos hacemos otra”.
Corriendo por "la dehesa".
En definitiva, otro verano más por tierras sorianas, que me ha servido para seguir conociendo algún rinconcito más de la ciudad que tanto le gustó a Antonio Machado y que, a nivel personal, me ha permitido conocer otro servicio hospitalario. Ahora, ya de nuevo por Zamora, toca seguir buscando cosillas para hacer en diferentes ámbitos, pero a esto ya le dedicaré otra entrada. Y si para el próximo verano toca volver a esta ciudad, yo, encantado.

Nos vemos… haciendo deporte, claro.

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