Hace
pocos días asaltó a noticia de que la UCI confirmaba que una de las
ciclistas del Mundial de ciclocross había competido con una
bicicleta “motorizada”. Éste no es un tema nuevo en el mundillo
del ciclismo, ya se han investigado a varios ciclistas (Alberto
Contador y Fabian Cancellara han sido dos de los ejemplos más
sonados) por este mismo motivo, aunque sin lograr descubrir ese
supuesto motor que llevaban los ciclistas. Sin embargo, ésta ha debe
haber sido la excepción, y, según la UCI, sí que hubo motor en esa
bicicleta. Ahora, la ciclista pone una excusa muy poco convincente.
Resulta que su bicicleta no era suya, sino de un amigo. ¿Hasta dónde
hemos llegado? Siempre me he considerado una persona que he intentado
defender a los ciclistas, pero siempre que tuvieran una excusa más o
menos creíble o, mejor dicho, he intentado defender algo lo que, más
o menos, podía defenderse. Sin embargo, en este caso, lo siento
mucho, no voy a defender a esta ciclista, por dos motivos. Por un
lado, como he comentado, la institución más importante del
ciclismo, la UCI, ha confirmado que esa bicicleta tenía motor, y,
por otro, la excusa de la ciclista me resulta indigerible.
La
verdad es que me llama la atención hasta dónde llega el afán del
ser humano por competir o, mejor, por ser el primero, por ganar,
porque, cuando uno tiene ansias de competir, no siempre recurre a
métodos tan extraños como puede ser el dopaje, tecnológico o no,
pero cuando uno solo piensa en ganar por todos los medios (ésto de
“por todos los medios” es muy importante, pues es cierto que
quien solo piensa en ganar, tampoco tiene por qué recurrir a esto,
aunque solo sea por poder decir “he logrado mi victoria con
trabajo”), acaba cometiendo locuras de este tipo. Hemos visto casos
como el de Lance Atmstrong o Marta Domínguez, dos deportistas que
solo pensaban en competir por todos con todos los medios a su
alcance, prohibidos o no prohibidos, junto otros casos de muchísimos
deportistas que, a base de entrenar, han logrado esa ansiada
victoria. En el caso de esta corredora, la verdad es que desconozco
qué ha sido lo que le ha llevado a utilizar un motor en su
bicicleta, pero supongo que, por lo menos, el afán de lograr un gran
puesto en el Mundial de ciclocross. Yo me hago la siguiente pregunta:
si esta corredora hubiera ya no ganado, sino si llega a entrar en el
podio, ¿qué se le hubiera pasado por la cabeza, sabiendo que lo
había conseguido con una ayuda en su bicicleta? ¿Y si hubiera
ganado? Reconozco que no me he preocupado de saber su puesto final
(espero que, por lo menos, la hayan descalificado, por tramposa, éso
también lo digo), pero, de no haberla cazado, yo creo que muy mala
leche hay que tener para que no tuviera un remordimiento de
conciencia impresionante, sabiendo que su puesto, fuera el que fuera,
lo había logrado haciendo trampas.
La
excusa de la corredora, diciendo que esa bicicleta era de un amigo,
la verdad es que me resulta muy poco creíble. En el caso de que la
coges por un error, ¿acaso un ciclista no nota que la altura del
sillín no es la misma? ¿Acaso un ciclista no nota que esa geometría
no coincide? Cuando uno ya se ha hecho unos cuantos kilómetros con
una misma bicicleta, acabas notando hasta las vibraciones más
insospechadas, y la reconoces por pequeños detalles, incluso sucede
que, subiéndote a una bicicleta idéntica (por idéntica entiendo
mismo modelo y demás) no iremos igual de cómodos que con esa
“burra” con la que nos hemos cascado cientos y cientos de
kilómetros. Dudo mucho que una ciclista que está compitiendo en un
Mundial, que se supone que llevará un montón de kilómetros con las
mismas bicicletas y geometrías
no
va a ser capaz de distinguir entre su bicicleta y la de un compañero.
Luego, me asalta una duda. En el caso de que no supiera que esa
bicicleta llevaba motor, ¿no se le ocurrió pensar que ese día iba
como más suelta que en otras ocasiones? Vamos, uno tiene días muy
buenos y días muy malos, pero me parece a mi que cuando llevas este
tipo de ayudas hay que notarlo sí o sí. Reconozco que la reacción
de esta corredora no ha sido demasiado lógica y creo que apenas va a
tener apoyo por parte del mundillo ciclista.
El
efecto que produce ese motorcito en la bicicleta es muy semejante al
que produce el hecho de que un compañero de grupeta, cuando vamos
echos polvo, nos ponga la mano en la espalda y nos vaya empujando.
Ambas cosas nos producen una ganancia impresionante. En el caso del
ciclocross, supongo que el hecho de llevar el motor en tramos
embarrados también tendrá su lógica, pues nos ayuda a mantener una
alta cadencia de pedaleo, ideal para salvar con éxito todos esos
tramos. Igual sucede cuando nos toca competir en carretera. La simple
ayuda de un motor que nos propulse puede hacer que nuestro cambio de
ritmo nos lleve derechos a la victoria o a quitar esos segundillos
que nos separan del liderato de la General, por ejemplo.
La
verdad es que tengo la sensación de que nos estamos volviendo un
poco tontos. ¿Pero cómo hemos llegado al punto de “trucar”
nuestras bicicletas? Recuerdo una entrevista que escuché una vez a
un personaje de una gran fama dentro del mundillo del ciclismo, y
comentaba que el dopaje no puede sustituir en ningún caso al
entrenamiento y sacrificio del deportista. He estado pensando sobre
ésto y la verdad es que he llegado a una conclusión, no sé si
correcta o no. Con el dopaje “de toda la vida”, siendo una trampa
igual que el dopaje tecnológico, es cierto que no hace que el
ciclista tenga que dejar de esforzarse y demás historias. Sin
embargo, con la aparición del dopaje tecnológico, del que se lleva
hablando desde hace ya bastante tiempo, estamos hablando de una
situación que puede llegar incuso a modificar los hábitos de
entrenamiento del propio deportista. ¿Pero qué estamos haciendo? Yo
siempre me voy a lo mismo. ¿Qué valores vamos a enseñar a nuestros
peques si ponemos un motor para, en algunos casos, tener que hacer
menos esfuerzo o facilitarnos la labor, por ejemplo, en las subidas,
cambios de ritmo o sprints? ¿Qué leñes se nos está pasando por la
cabeza? Me parece que deberíamos empezar a darnos cuenta de que,
quizá, nos estamos pasando con los avances tecnológicos y
olvidándonos de que uno de esos encantos del ciclismo es,
precisamente, el esfuerzo que ahorran esos famosos motorcitos y que,
al igual que en el resto de deportes, es mucho más gratificante ver
que nuestros resultados llegan a base de trabajo en vez de hacerlo
por una vía externa, como es el nuevo dopaje tecnológico.
Y
aunque no tenga mucho que ver con la corredora de ciclocross, me
gustaría hacer un pequeño inciso con el dopaje tecnológico, pero
desde otro punto de vista. Ahora se habla mucho de la web denominada
Strava, utilizada sobre todo por ciclistas. Yo también soy usuario
de esta página web y, siendo sinceros, le he encontrado más puntos
negativos que positivos, pero ahora no voy a ir a por ellos. Quizá,
lo que más ha caído en gracia ha sido la creación de los famosos
segmentos, que luego te permiten comparar tiempos con otros usuarios
que pasan por allí mismo, haciendo como una clasificación de una
competición. Y aquí es cuando aparece también el dopaje
tecnológico. He leído de gente que hace segmentos correspondientes
a carrera a pie en bicicleta, o segmentos de bicicleta en moto e
incluso en coche, o también de deportistas que dejan sus GPS a otros
deportistas más rápidos que ellos con el objetivo de subir puestos
en estas clasificaciones. Yo mismo he visto en algún segmento de los
que me he encontrado de mis rutas habituales de entrenamiento a gente
en los primeros puestos va a ritmos de dos y poco el mil, o de algún
segmento en bicicleta de las salidas que hice este verano con medias
de más de 90 km/h… en subida. Ahí lo dejo…
Nos
vemos… haciendo deporte, claro.
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