Después de muchos días,
demasiados, me pongo a escribir en el blog otra vez. No hace mucho
publiqué una entrada sobre el concepto actual de las marchas
cicloturistas, donde decía que son carreras ciclistas encubiertas, y
que la idea de salir a dar una vuelta con otros ochocientos ciclistas
está desapareciendo. Marchas como la Bilbao-Bilbao, Toro o Valladoli
son puros eventos donde podemos hacer cicloturismo del bueno. Pero
hoy no quiero escribir sobre eso. Quiero hacerlo sobre otro tema,
también deportivo, que afecta al atletismo. Y es que creo que hemos
llegado a un punto adecuado para sentarnos a recapacitar sobre hasta
dónde ha llegado el mundo del “running”, lo que en los años
ochenta y noventa era “footing”. Estamos viviendo un apeogeo
impresionante, muchas veces nos dejamos “comer” por el marketing
de los grandes eventos populares, muchas veces pensando en hacer
negocio, algo que no siempre sale, y no somos conscientes de los
daños colaterales que esto nos puede causar. Ahí van mis
impresiones sobre este tema.
En ocasiones, tengo la
sensación de que nuestra sociedad es una sociedad de extremos. Si
nos vamos a la época de corredores como Mariano Haro o Santiago de
la Parte, nos encontramos con que, por entonces, lo del “footing”
o “running” era algo casi inexistente, y los que practicaban este
deporte eran puros corredores de competición. No había tantas
carreras populares como hay actualmente, y el nivel de las que había
era bastante elevado. Varios años después, y sobre todo a raíz de
los ochenta y noventa, cuando empiean a aparecer muchas populares y
“runners”, el escenario, o mejor dicho, el decorado, ha variado
mucho, y nos encontramos desbordados por el número de corredores
populares inscritos en cada carrera, y por la gran cantidad de
eventos populares que se celebran en cada provincia o comunidad
autónoma en un mismo fin de semana. Hemos pasado del punto en elq ue
lo de correr estaba mal visto, al contrario, y ahora es una auténtica
moda e incluso obsesión. Bueno, lo que está de moda no es ser
atleta popular o federado, sino ser “runner”, porque ser atleta
es algo muy diferente. En resumidas cuentas, ¿es beneficioso? Creo
que es muy bueno que la gente corra y haga carreras populares y tal,
pero lo que no veo muy normal es el extremo al que hemos llegado,
done corremos sin un control, dejándonos llevar, en muchas
ocasiones, por el marketing de los grandes eventos populares,
creyendo que somos Superman y que, tras dos años corriendo, seremos
capaces de correr maratones, carreras de ultrafondo o carreras de
montaña, las llamadas de trail, donde nos encontramos con pruebas
que perfectamente llegan a la treintena de kilómetros, e incluso
pueden llegar o superar los setenta. Pruebas, al fin y al cabo, que
requieren una base bastante interesante, de la cual, muchos
participantes carecen por completo, al venir de la vida sedentaria.
Deberíamos sentarnos a
reflexionar. Por un lado, debemos pensar si estamos o no preparados
para nuestros objetivos y ver si son coherentes con la base y la
preparación llevada. Aunque a los corredores nos cuesta demasiado (a
mi el primero) tirar de lógica, de vez en cuando es bueno pararse y
reflexionar. Si llevo un par de años corriendo y me he limitado a
salir a trotar y participar en carreras populares de cinco, seis o
siete kilómetros, la lógica y el sentido común debería llevarnos
a preparar bastantes carreras de 10.000 metros, no tirarnos de lleno
a por las medias maratones, porque sería meter algunos
entrenamientos bastante largos, y nuestro cuerpo notaría ese cambio
tan brusco al que le hemos sometido, y el organismo se quejará
siempre igual, es decir, con las dichosas lesiones. No podemos dejar
que las modas, la publicidad de las carreras o nuestras ganas nos
puedan, y como todo en la ivda, ir quemando etapas en el momento
adecuado. Está claro que hay que adaptarse a la edad a la que hemos
empezado a correr, porque no es lo mismo empezar con ocho o con
treinta años. El primero aprovechará su juventud para formarse como
atleta a fuego lento y competir, con el paso de los años, en pruebas
de medio fondo, como el 1500, para luego dar el asalto al 3000 y al
5000, creando una gran base para las carreras de larga distancia,
mientras que el segundo podrá empezar compitiendo ya en pruebas
populares de cinco y diez kilómetros, y solo cuando tenga esto no
trillado, sino muy trillado, plantearse (repito, plantearse) el salto
a los 21 kilómetros. Lo mejor para esto es la figura del entrenador,
pero de un entrenador cualificado y con experiencia como atleta, pues
con el boom del atletismo popular, han aparecido de golpe y porrazo
un montón de personas sin titulación que se ponen a entrenar a
otros corredores. Una persona que sepa de lo que va el tema y con la
titulación adecuada nos ayudará a planificar la temporada, los
entrenamientos y las competiciones.
Pero no se trata solo de ir a
por los corredores. Muchas personas, ante el hecho de que algunas
carreras llenen sus inscripciones meses antes, ven en este tema un
negocio económico y se lanzan a por la organización de una en su
pueblo, barrio o ciudad, pensando que ésto es la gallina de los
huevos de oro. Desde luego, no es nada, pero nada fácil organizar un
evento popular. Hay unos gastos, muchos, y hay que suplirlos entre
patrocinadores y/o inscritos, y debemos tener en cuenta que siempre
nos saldrá algún gasto extra, por lo que conviene hacer bien las
cuentas antes de ponernos. Pero, una cosa es eso, y otra, que por
correr una carrera de cinco kilómetros te pidan diez euros, o por
una de diez, catorce euros, cuando en algunas medias maratones
(Zamora, por ejemplo) la cuota de inscripción es de doce euros.
Supongo que sus motivos tendrán para hacerlo, y en gran medida, si
la prueba sigue, es porque a la gente no le cuesta dejar diez euros
para un 5000, pero, a pesar de lo que comentaba, creo que tendremos
que pensar varias cosas.
El precio de una carrera debe
estar acorde a los servicios que se van a prestar a cada corredor, es
decir, en la bolsa de corredor (ésto, en una carrera popular, es muy
valorado por los participantes), avituallamiento (creo que todos
hemos corrido carreras donde se han acabado) o en una buena
señalización del recorrido. A fin de cuentas, el dinero del
corredor debe invertirse en él. A lo que no le veo demasiado sentido
es que a las carreras populares se lleven atletas invitados, a los
que normalmente se les paga la inscripción. A fin de cuentas, y
nunca mejor dicho, por el ritmo que este corredor llevará, la
mayoría de corredores solo podrán verlo en la salida, y un grupo
selecto podrá seguirle el ritmo durante unos cuantos kilómetros, un
grupo que, por cierto, no va invitado, pero que van al mismo ritmo
que el profesional. Y si tenemos en cuenta que cada vez más
populares pasan de competir y se van a la filosofía de pasar la
mañana y ni lo ven, nos debería hacer pensar que, quizá, ese
dinero no ha servido de mucho. No es cuestión de desprestigiar a los
atletas de élite, ni mucho menos, pero es una cuestión de ver en
qué es lo que mejor podemos invertir el dinero del que disponemos
para organizar una carrera, y creo que para el atleta popular, lo de
llevar a un profesional contratado no es la mejor opción, pues
solamente un grupo muy selecto podrá aguantar su ritmo, mientras que
otros se conformarán con verlo en el calentamiento, no verlo o, como
me ha sucedido a mi en más de una ocasión, enterarme de que había
participado tal atleta o de que ese invitado tenía victorias o
grandes puestos en carreras profesionales un tiempo después de haber
corrido, y solo haber pensado al cruzarnos en el calentamiento “qué
planta tiene este, seguro que anda bien”.
Luego, muchas carreras
invierten una cantidad económica tirando a elevada para verdernos el
producto. Nos dicen que el circuito es muy rápido, que participarán
varios atletas en busca de una mínima para poder participar, por
ejemplo, en unos Juegos Olímpicos, o que es un circuito ideal para
cumplir nuestros objetivos cronométricos o debutar en una distancia.
Una cosa es dar a conocer nuestra prueba, tanto en redes sociales
como en medios de comunicación, algo que está muy bien para que los
corredores conozcan nuestra prueba, y otra muy diferente querer
meternos esa prueba por los ojos e incluso, como ha sucedido en más
de una ocasión, llegar a ser cargantes con la publicidad. Creo que
una parte muy importante de que cada vez más gente se anima a
participar en competiciones del estilo a las medias maratones o las
maratones se debe a que haya organizaciones que nos intentan
convencer por todos los medios posibles y a través de cualquier
medio, de que participemos en su correspondiente prueba. Bajo mi
punto de vista, ésto no es algo que beneficie demasiado al hecho de
intentar correr con algo más de lógica, pues parece que nos puede
el ansia de que nuestra carrera tenga más participantes que la que
se organiza en el pueblo que está al lado. Por otro lado, algunas
organizaciones llegan a ser cargantes. He tenido la experiencia con
alguna prueba de que siempre que entraba en mi cuenta de Facebook me
encontraba con tres o cuatro anuncios de la misma prueba, entrara las
veces que entrara a lo largo del día. No sé vosotros, pero cuando
veo tanta publicidad, acabo cogiendo un poco de manía a la carrera
anunciada, y no es la primera vez que no participo en una carrera por
exceso de publicidad.
Mi experiencia personal como
atleta no es demasiado amplia, pues tan solo llevo siete años
corriendo, pero sí es cierto que he podido competir en pruebas
federadas del estilo al Cantimpalos, Venta de Baños, Atapuerca o
Aranda, y en varios tipos de carreras populares, desde las típicas
“carreras de barrio” hasta carreras populares con un cierto
nivelillo, aunque, claro está, nunca he competido a nivel
profesional, ni mucho menos. De todas las competiciones que he
corrido, la verdad es que me quedo con gran parte de las carreras que
he corrido en los pueblos, carreras que he ido encontrando por
páginas web y de las que, en muchas ocasiones, por no encontrar, no
encontraba casi ni patrocinadores. Sin embargo, éstos han sido los
eventos donde mejor trato he visto hacia el organizador por parte de
los organizadores, y donde más esmero he visto porque la carrera
salga hacia delante. Hay incluso competiciones que hacen barbacoas o
meriendas (o comidas, depende de la hora a la que se corra), con una
gran abundancia de comida, y sin tanto apoyo como he visto en otras
competiciones, donde el trato hacia el corredor es bastante
mejorable, la señalización es muy regular, o la bolsa de corredor
no está acorde con lo que la organización pide por inscripción.
En resumidas cuentas, y a modo
de cerrar el artículo, vamos a ver si somos capaces de tirar de
lógica y no solo de ganas, y no vamos quemando etapas antes de
tiempo, y empezamos a valorar a aquellas carreras “de pueblo”,
donde realmente se centran en el corredor popular, que ha pagado su
inscripción, y no en anunciar su prueba a diestro y siniestro o en
invitar a un montón de atletas de élite, gastando un dinero que
podría invertirse, por ejemplo, en más avituallamiento o más
cosillas para la bolsa de corredor.
Nos vemos… haciendo deporte,
claro.
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