Me
pongo hoy a escribir sin saber demasiado bien sobre qué voy a
hacerlo. Hoy es uno de esos días en los que no tengo ninguna idea
concreta que me permita juntar unas cuantas letras en este espacio.
Por lo tanto, voy a tirar un poco de improvisación, y a ver qué es
lo que sale. Como siempre digo, espero que el resultado no sea algo
aburrido. A ver qué tal se da en esta ocasión.
El
pasado 21 de noviembre me fracturé una costilla mientras iba
rodando. Bueno, una fija, pues la doctora barajó la posibilidad de
que hubiera dos, pero en la radiografía la segunda no se veía de
una manera clara. El martes pasado se cumplieron cinco semanas parado
por completo, sin poder hacer ni un solo metro con las zapatillas y
las mallas. A lo largo de este tiempo, he ido viendo bastante
mejoría, llegando al punto actual, en el cual no noto ninguna
molestia. Es algo que me anima bastante, ver que la cosa va mejorando
y que ya no hay dolor. Sin embargo, a pesar de notar esta mejoría,
hay otros puntos que me hacen ver esto desde un ángulo mucho más
negativo. He pasado de estar trabajando y entrenando, de acá para
allá, a no poder trabajar ni entrenar, lo que me ha llevado a estar
más horas en casa. Es cierto que he aprovechado para seguir
estudiando unas oposiciones, pero es cierto que ese “movimiento”
que he tenido hasta el pasado 21 de noviembre se ha visto muy, muy
reducido, echando bastantes más horas en casa. Cuando te acostumbras
a organizarte el tiempo para intentar aprovecharlo porque tienes que
hacer varias cosas (trabajar o estudiar, entrenar…), estás en un
constante “va y ven”. En ocasiones de mucha carga, la verdad es
que podemos estar deseando descansar un poco, pero, al final, siempre
acabamos echando de menos ese ajetreo. Eso es un poco lo que a mi me
está pasando ahora. La verdad, intento mirar las cosas de una manera
positiva, y ver que hoy ya me han dado el alta laboral y que, por
otro lado, el martes podré empezar de nuevo a entrenar, pero, aun
así, me cuesta bastante ver que todo acaba pasando y que, tarde o
temprano, podré volver a hacer “vida normal”, entiendo por tal
poder volver a entrenar los seis días habituales y durante unos
cuantos kilómetros, y poder volver a trabajar.
Tras
diversas citas médicas, hoy tocó la última. Por fin, empiezo a ver
el final del túnel. El médico me dio el alta a nivel laboral. Buena
noticia, que me permitirá volver a trabajar el martes. Una vez con
el alta en la mano, mi pregunta fue clara: “Doctor, ¿y correr? ¿Ya
podré volver?” (una pregunta muy habitual en estas citas médicas).
La respuesta del doctor fue clara: “No tengas tanta prisa, tienes
que cumplir el plazo de mes y medio para poder volver a correr”.
Haciendo cálculos, el martes hace cinco semanas que estoy sin
correr, así que el próximo martes se cumple ese mes y medio. Cuando
me confirmaron la fractura, no me hizo falta preguntar, enseguida me
dijeron que “vas a tener que esperarte el mes y medio para poder
volver a correr”, pero debo reconocer que, en las citas anteriores,
no perdía la esperanza de que se pudiera reducir ese tiempo, pero,
lo primero, hasta hace semana y media más o menos, aun notaba
ciertas molestias, y segundo, el plazo que siempre me han dicho para
que el hueso suelde es de cuarenta días, así que, mal que me pese,
me tocará esperar hasta el próximo martes para poder ponerme a
encadenar zancadas.
Centrándome
un poco más en el aspecto deportivo, que suele ser el tema principal
del blog, la verdad es que me está costando bastante estar parado
durante tanto tiempo. Desde que hago deporte de forma tan asidua (más
o menos desde septiembre-octubre de 2009), nunca había estado sin
hacer ningún tipo de actividad física durante tanto tiempo. Sí es
cierto que, debido a alguna lesión, he estado parado por completo
durante algún periodo de tiempo determinado, el más largo, diez
días, cuando me lesioné el año pasado. Recuerdo otra vez que, tras
un ingreso hospitalario, allá por el mes de agosto de 2011, estuve
justo un mes en el cual, tras más o menos un par de semanas en las
cuales no hacía mucho, empecé a salir algo en bicicleta (unos 30
kilómetros, más o menos día sí y día no), alternándolo con
algunas caminatas por el carril bici y alrededores. La diferencia con
entonces es que, al final, acabé haciendo algo de deporte, aunque
tardara un mes en volver a calzarme las zapatillas. El año pasado
estuve dos meses sin poder correr, pero ocurrió lo mismo que en el
caso anterior, a los diez días de estar parado, empecé con la
bicicleta y la natación, lo que me sirvió para evitar perder
demasiado (tras ese tiempo, pude salir los primeros días a ritmos de
5' min/km, que tras dos meses sin correr, no me podía quejar). Para
esta ocasión, no he podido hacer nada de nada a lo largo de las
semanas. Desde luego, ésto no lo he llevado nada bien. Mientras iba
teniendo mejorías en la costilla, tocaba seguir parado, sin poder
encadenar zancadas, algo lógico, pues no he dejado de tener una
fractura ósea (o dos, pues, como dije, no había estado muy claro) y
ésto requiere su tiempo, pero también algo que a los corredores no
nos gusta nada. Pero bueno, como dije en el párrafo anterior, el
martes espero poder calzarme de nuevo unas zapatillas, que ya va
siendo hora.
Me
imagino que, después de tanto tiempo, la forma estará por los
suelos. La idea para empezar a entrenar será la misma que utilicé
cuando tuve que reiniciar los entrenamientos tras la lesión del año
pasado, es decir, hacer doce semanas de carrera continua con el
objetivo de hacer lo que los ciclistas llaman “la base”. Estoy
barajando la posibilidad de modificar algunas cosillas respecto a la
manera de hacerlo del año pasado. Entre esos cambios se encuentran a
dejar el pulsómetro en casa y salir solo con el GPS y dejando que
sea el cuerpo el encargado de decir los ritmos a los que ir en cada
rodaje. Por otro lado, no descarto retomar los entrenamientos por
distancia, en vez de por tiempo. Una vez completado este periodo, me
gustaría intentar retomar los entrenamientos de calidad, de cara a
preparar algún 10.000, mi distancia favorita.
Nos
vemos… haciendo deporte, claro.