Hoy
toca ponerme a escribir de nuevo en el blog con la intención de
escribir sobre entrenamientos. En concreto, me gustaría hacer una
pequeña reflexión acerca de todo lo que he ido haciendo desde
octubre de 2013, mes en el que comencé a entrenar de una manera
autodidacta. Han sido casi cuatro años intentando aprender cada día
un poquito más acerca de todo lo relacionado con el entrenamiento
aplicado a este deporte, y también para conocerme algo más y ver
cómo responde mi cuerpo a diferentes maneras de entrenar. También
ha sido una época en la que, poco a poco, he ido cambiando mi
mentalidad y, aunque sigo entrenando a diario, me he ido alejando
poco a poco de las competiciones, llegando hasta un momento como en
el que ahora me encuentro, cuando la última vez que me colgué un
dorsal fue a principios del mes de mayo, en la carrera de El
Salvador, en La Bañeza.
En
octubre de 2013 opté por dejar de entrenar con una persona que me
marcara los entrenamientos. Me veía saturado y necesitaba cambiar de
aires urgentemente. Era algo necesario si quería evitar que la
situación fuera a más. Últimamente me estaba empezando a costar
completar los entrenamientos no a nivel físico, porque la verdad es
que en ese momento no andaba mal, sino a nivel mental, y las ganas
por competir también habían ido reduciéndose, hasta encontrarme
con una de las últimas pruebas en las que participé por entonces,
donde, por primera vez, no tenía muchas ganas de sufrir. Como decía,
necesitaba un cambio urgente. El momento de decidirme a hacerlo fue
tras correr en la primera edición de una prueba que luego duró
pocas más, la Subida a Balborraz. Ahí fue el momento en el que me
di cuenta de que la hora de hacer esos cambios que llevaban ya unos
días rondando había llegado. Dejé de entrenar con el pulsómetro,
algo a lo que le había dado bastante importancia hasta entonces, y
aun aguanté una semana más con entrenador, aunque debo reconocer
que donde menos tuve la cabeza fue en lo que nos mandaba cada día.
Yo la le estaba dando vueltas a qué hacer a partir de entonces, cómo
organizaría todo. La verdad es que la decisión de empezar a
entrenar en solitario y de dejar a un lado las pruebas federadas por
un tiempo (aunque ese año aun corrí en Atapuerca) no fueron bien
recibidas, y durante bastante tiempo varios conocidos me comentaban
que me lo pensara bien y volviera. Aun hoy, cuando han pasado cuatro
años de eso, hay gente que me recuerda aquella situación y me habla
sobre la posibilidad de volver. En aquel momento, como ejemplo de lo
saturado que llegué a estar, me molestaba bastante que se me
hicieran ese tipo de comentarios, no me hacía ninguna gracia que me
hablaran de tener que volver a entrenar de una manera seria. Lo mismo
me sucedía cuando me decían que había que competir “porque hay
que competir”, sin ningún motivo más. Esa filosofía relacionada
con las pruebas y los entrenamientos, que a mi se me transmitió
desde que comencé a hacer atletismo y que, durante bastante tiempo,
había estado utilizando, pues yo también pensaba que había que
entrenar para competir, estaba destinada a desaparecer.
Pero,
siendo sinceros, a lo largo de esos cuatro años también aprendí
varias cosas. El hecho de poder entrenar con Teo me permitió conocer
una mentalidad que luego me ha acompañado durante todo este tiempo.
Se nos enseñó a tener una mentalidad competitiva, pero también a
ser atletas, no “raners”. Me explico, porque no quiero que nadie
se enfade ni que este comentario suene prepotente, porque, la verdad,
no es mi intención que sea así. En esta época, en pleno auge del
deporte popular, conviene diferenciar entre ser atleta y ser “raner”,
o entre hacer atletismo y hacer “ranin”. Es algo de lo que he
escrito en muchísimas ocasiones, siempre mostrándome a favor de los
atletas, bien sean populares o federados. Ser atleta conlleva una
serie de “requisitos” (no es la mejor palabra, pero es la única
que se me ocurre para describir lo que quiero decir), los cuales,
muchos de los que se consideran “ranners” cumplen, porque, siendo
sinceros, tampoco son tantos los que podríamos meter dentro de este
grupo que, al parecer, es tan inmenso. Teo nos enseñó un atletismo
donde había que tirar de lógica, ir incrementando todo poco a poco.
Cuando hablamos de “rannin”, la lógica escasea bastante, y tras
llevar seis meses corriendo, nos planteamos correr una media maratón
o, lo que es peor, una maratón. La verdad, reconozco que hace cuatro
años no entendía demasiado la forma que tenía Teo de entrenarnos,
pero, con el paso del tiempo, me he ido dando cuenta de que las cosas
estaban más organizadas de lo que nos parecía parecer. Otra cosa
que aprendí durante este tiempo pude conocer varias de las zonas por
las que ahora transito con bastante asiduidad en las sesiones de
carrera continua. Teo tenía la costumbre de llevarnos a entrenar por
diferentes zonas de Zamora, según lo que tocara cada día y, aunque
ya no tenía nada que ver con lo que hacía unos años atrás, cuando
él aun corría, era suficiente para que conociéramos la ciudad a
base de zancadas. San Frontis, Valorio, Olivares, Cabañales o el
Alto de San Isidro fueron zonas habituales para hacer el
entrenamiento correspondiente, zonas por las que no solía transitar
hasta ese momento y que ahora, son calles por las que paso casi a
diario mientras voy corriendo. Y también recuerdo los distintos
grupos de entrenamiento que se fueron formando durante estos primeros
cuatro años. La verdad, de los que estábamos por entonces, todos
nos hemos separado bastante de las competiciones y de los
entrenamientos enfocados a competir, con sus series y demás, y
estamos bastante disgregados, pero, aunque sea a través de las redes
sociales, mantenemos un poco de contacto. Llegamos a tener un grupo
con bastante buen ambiente, aunque debo reconocer que siempre tuve
más relación con Steven, el compañero con el que más kilómetros
he compartido a lo largo de ese tiempo. Hablando del grupo que ha
tenido Teo en estos últimos cuatro años, apenas he coincidido con
ellos. Alguna que otra vez he rodado con ellos, pero debo reconocer
que a nivel físico no estaba lo suficientemente preparado como para
acompañarles durante demasiados kilómetros, pero lo que he notado,
a pesar de que pueda parecer mentira, es una mentalidad bastante
diferente a la que yo había vivido en los grupos con los que estuve
cuando entrenaba con Teo. Esto último puede parecer un comentario
más típico de una persona que lleva en esto muchos años y que ya
ha visto mucho atletismo, pero la verdad es que yo vi muchísima
diferencia. Quizá, cuando he estado con grupos no me he dado cuenta
de que la mentalidad que pudimos tener nosotros, puede ser, y debo
reconocer que cuando me he juntado con ellos llegaba ya con el chip
muy cambiado y la cabeza ya no la he tenido puesto en las carreras,
sino en disfrutar de esto desde otra perspectiva, pero el hecho ha
sido el haber notado un cambio de mentalidad.
El
tiempo sigue pasando. En estos últimos cuatro años también he
intentado en varias ocasiones, al menos, seguir un pln de
entrenamiento. Lo conseguí durante la primera temporada que estuve
entrenando de forma autodidacta, y tras dos-tres meses en los que
estuve bastante desconectado de todo lo que tuviera que ver con hacer
calidad, decidí hacer cambios de ritmo y preparar El Salvador, para
luego recuperar las series y acabar esa temporada ganando en
Bañobárez. Posteriormente, con el paso de los meses y las
temporadas, he ido espaciando cada vez más las competiciones, y del
último entrenamiento de series que hice han pasado ya doce meses.
Ahora mismo, con una mentalidad completamente diferente a la que he
tenido durante bastante tiempo, me dedico a salir a seguir saliendo a
rodar a diario, pero sin más ánimo que el de pasar un rato
agradable. A los mismos ritmos a los que antes hacía una hora, ahora
no hago ni la mitad del tiempo, y las pulsaciones, no exagero si digo
que van quince-veinte por encima de las que antes tocaba, y en las
competiciones llego más atrás, y también, como es lógico y
normal, bastante más atrás. Aun así, disfruto con cada kilómetro.
No me arrepiento de todo lo visto en los primeros cuatro años con
Teo, y tampoco de todo lo hecho en los siguientes cuatro. Puede que,
como muchos amigos y conocidos me han dicho, no haya aprovechado ese
potencial que me decían que tenía, y del que, siendo sincero, creo
que nunca ha sido tanto, pero creo que todo lo hecho, con o sin
entrenador, me ha servido para aprender. Y al fin y al cabo, éso es
lo más importante. Ahora, seguiré con mi club de toda la vida, el
Atletismo Zamora. No sudaré tanto su camiseta como en otras
ocasiones, menos si son pruebas federadas, pero intentaré seguir
saliendo a rodar esos seis días semanales y disfrutar el máximo de
esto.
Nos
vemos… haciendo deporte, claro.
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