martes, 26 de septiembre de 2017

Entrenamientos y recuerdos


Hoy toca ponerme a escribir de nuevo en el blog con la intención de escribir sobre entrenamientos. En concreto, me gustaría hacer una pequeña reflexión acerca de todo lo que he ido haciendo desde octubre de 2013, mes en el que comencé a entrenar de una manera autodidacta. Han sido casi cuatro años intentando aprender cada día un poquito más acerca de todo lo relacionado con el entrenamiento aplicado a este deporte, y también para conocerme algo más y ver cómo responde mi cuerpo a diferentes maneras de entrenar. También ha sido una época en la que, poco a poco, he ido cambiando mi mentalidad y, aunque sigo entrenando a diario, me he ido alejando poco a poco de las competiciones, llegando hasta un momento como en el que ahora me encuentro, cuando la última vez que me colgué un dorsal fue a principios del mes de mayo, en la carrera de El Salvador, en La Bañeza.

En octubre de 2013 opté por dejar de entrenar con una persona que me marcara los entrenamientos. Me veía saturado y necesitaba cambiar de aires urgentemente. Era algo necesario si quería evitar que la situación fuera a más. Últimamente me estaba empezando a costar completar los entrenamientos no a nivel físico, porque la verdad es que en ese momento no andaba mal, sino a nivel mental, y las ganas por competir también habían ido reduciéndose, hasta encontrarme con una de las últimas pruebas en las que participé por entonces, donde, por primera vez, no tenía muchas ganas de sufrir. Como decía, necesitaba un cambio urgente. El momento de decidirme a hacerlo fue tras correr en la primera edición de una prueba que luego duró pocas más, la Subida a Balborraz. Ahí fue el momento en el que me di cuenta de que la hora de hacer esos cambios que llevaban ya unos días rondando había llegado. Dejé de entrenar con el pulsómetro, algo a lo que le había dado bastante importancia hasta entonces, y aun aguanté una semana más con entrenador, aunque debo reconocer que donde menos tuve la cabeza fue en lo que nos mandaba cada día. Yo la le estaba dando vueltas a qué hacer a partir de entonces, cómo organizaría todo. La verdad es que la decisión de empezar a entrenar en solitario y de dejar a un lado las pruebas federadas por un tiempo (aunque ese año aun corrí en Atapuerca) no fueron bien recibidas, y durante bastante tiempo varios conocidos me comentaban que me lo pensara bien y volviera. Aun hoy, cuando han pasado cuatro años de eso, hay gente que me recuerda aquella situación y me habla sobre la posibilidad de volver. En aquel momento, como ejemplo de lo saturado que llegué a estar, me molestaba bastante que se me hicieran ese tipo de comentarios, no me hacía ninguna gracia que me hablaran de tener que volver a entrenar de una manera seria. Lo mismo me sucedía cuando me decían que había que competir “porque hay que competir”, sin ningún motivo más. Esa filosofía relacionada con las pruebas y los entrenamientos, que a mi se me transmitió desde que comencé a hacer atletismo y que, durante bastante tiempo, había estado utilizando, pues yo también pensaba que había que entrenar para competir, estaba destinada a desaparecer.

Pero, siendo sinceros, a lo largo de esos cuatro años también aprendí varias cosas. El hecho de poder entrenar con Teo me permitió conocer una mentalidad que luego me ha acompañado durante todo este tiempo. Se nos enseñó a tener una mentalidad competitiva, pero también a ser atletas, no “raners”. Me explico, porque no quiero que nadie se enfade ni que este comentario suene prepotente, porque, la verdad, no es mi intención que sea así. En esta época, en pleno auge del deporte popular, conviene diferenciar entre ser atleta y ser “raner”, o entre hacer atletismo y hacer “ranin”. Es algo de lo que he escrito en muchísimas ocasiones, siempre mostrándome a favor de los atletas, bien sean populares o federados. Ser atleta conlleva una serie de “requisitos” (no es la mejor palabra, pero es la única que se me ocurre para describir lo que quiero decir), los cuales, muchos de los que se consideran “ranners” cumplen, porque, siendo sinceros, tampoco son tantos los que podríamos meter dentro de este grupo que, al parecer, es tan inmenso. Teo nos enseñó un atletismo donde había que tirar de lógica, ir incrementando todo poco a poco. Cuando hablamos de “rannin”, la lógica escasea bastante, y tras llevar seis meses corriendo, nos planteamos correr una media maratón o, lo que es peor, una maratón. La verdad, reconozco que hace cuatro años no entendía demasiado la forma que tenía Teo de entrenarnos, pero, con el paso del tiempo, me he ido dando cuenta de que las cosas estaban más organizadas de lo que nos parecía parecer. Otra cosa que aprendí durante este tiempo pude conocer varias de las zonas por las que ahora transito con bastante asiduidad en las sesiones de carrera continua. Teo tenía la costumbre de llevarnos a entrenar por diferentes zonas de Zamora, según lo que tocara cada día y, aunque ya no tenía nada que ver con lo que hacía unos años atrás, cuando él aun corría, era suficiente para que conociéramos la ciudad a base de zancadas. San Frontis, Valorio, Olivares, Cabañales o el Alto de San Isidro fueron zonas habituales para hacer el entrenamiento correspondiente, zonas por las que no solía transitar hasta ese momento y que ahora, son calles por las que paso casi a diario mientras voy corriendo. Y también recuerdo los distintos grupos de entrenamiento que se fueron formando durante estos primeros cuatro años. La verdad, de los que estábamos por entonces, todos nos hemos separado bastante de las competiciones y de los entrenamientos enfocados a competir, con sus series y demás, y estamos bastante disgregados, pero, aunque sea a través de las redes sociales, mantenemos un poco de contacto. Llegamos a tener un grupo con bastante buen ambiente, aunque debo reconocer que siempre tuve más relación con Steven, el compañero con el que más kilómetros he compartido a lo largo de ese tiempo. Hablando del grupo que ha tenido Teo en estos últimos cuatro años, apenas he coincidido con ellos. Alguna que otra vez he rodado con ellos, pero debo reconocer que a nivel físico no estaba lo suficientemente preparado como para acompañarles durante demasiados kilómetros, pero lo que he notado, a pesar de que pueda parecer mentira, es una mentalidad bastante diferente a la que yo había vivido en los grupos con los que estuve cuando entrenaba con Teo. Esto último puede parecer un comentario más típico de una persona que lleva en esto muchos años y que ya ha visto mucho atletismo, pero la verdad es que yo vi muchísima diferencia. Quizá, cuando he estado con grupos no me he dado cuenta de que la mentalidad que pudimos tener nosotros, puede ser, y debo reconocer que cuando me he juntado con ellos llegaba ya con el chip muy cambiado y la cabeza ya no la he tenido puesto en las carreras, sino en disfrutar de esto desde otra perspectiva, pero el hecho ha sido el haber notado un cambio de mentalidad.

El tiempo sigue pasando. En estos últimos cuatro años también he intentado en varias ocasiones, al menos, seguir un pln de entrenamiento. Lo conseguí durante la primera temporada que estuve entrenando de forma autodidacta, y tras dos-tres meses en los que estuve bastante desconectado de todo lo que tuviera que ver con hacer calidad, decidí hacer cambios de ritmo y preparar El Salvador, para luego recuperar las series y acabar esa temporada ganando en Bañobárez. Posteriormente, con el paso de los meses y las temporadas, he ido espaciando cada vez más las competiciones, y del último entrenamiento de series que hice han pasado ya doce meses. Ahora mismo, con una mentalidad completamente diferente a la que he tenido durante bastante tiempo, me dedico a salir a seguir saliendo a rodar a diario, pero sin más ánimo que el de pasar un rato agradable. A los mismos ritmos a los que antes hacía una hora, ahora no hago ni la mitad del tiempo, y las pulsaciones, no exagero si digo que van quince-veinte por encima de las que antes tocaba, y en las competiciones llego más atrás, y también, como es lógico y normal, bastante más atrás. Aun así, disfruto con cada kilómetro. No me arrepiento de todo lo visto en los primeros cuatro años con Teo, y tampoco de todo lo hecho en los siguientes cuatro. Puede que, como muchos amigos y conocidos me han dicho, no haya aprovechado ese potencial que me decían que tenía, y del que, siendo sincero, creo que nunca ha sido tanto, pero creo que todo lo hecho, con o sin entrenador, me ha servido para aprender. Y al fin y al cabo, éso es lo más importante. Ahora, seguiré con mi club de toda la vida, el Atletismo Zamora. No sudaré tanto su camiseta como en otras ocasiones, menos si son pruebas federadas, pero intentaré seguir saliendo a rodar esos seis días semanales y disfrutar el máximo de esto.

Nos vemos… haciendo deporte, claro.

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