Estamos viviendo una época en la que se nos mete el éxito por los ojos. Parece que hemos llegado al mundo solo para una cosa: triunfar. Bueno, triunfar y ganar dinero. Eso sucede en muchísimos ámbitos de nuestra vida. Y es una lástima que el deporte no esté apartado de estos problemas.
Lograr el éxito es algo relativo. No siempre es llegar el primero. Hay ocasiones en las que lograr el éxito es no caer en ciertas tentaciones. Una de esas tentaciones dentro del deporte son las ayudas externas para mejorar nuestro rendimiento. Con estas ayudas no me refiero a un masaje, sino a una serie de sustancias cuyo uso está prohibido en la práctica deportiva, pues suelen utilizarse para mejorar nuestra recuperación y poder llegar a un mejor estado de forma. Vamos, lo que viene siendo ser un tramposo, con menos palabras.
El doping es una lacra para el deporte, pero también un tema de lo más relativo. Cuando un deportista se dopa, ¿lo hace para poder cubrir las exigencias de su trabajo o porque el hecho de ganar mucho dinero o de vencer le puede? No busco explicaciones para los deportistas dopados, es más, soy de los que piensan que deben tener un castigo, pero sí debemos entender las situaciones individuales de cada uno para buscar una explicación a ese engaño a los aficionados y a él mismo. Cuando hablamos de la élite del deporte, o a unos niveles quizá no de profesionalismo pero sí de deportistas amateur con posibilidades de dedicarse a esto de una forma profesional, debemos entender que tienen unas exigencias físicas impresionantes, y que su sueldo depende de esto. Pero no nos olvidemos que un médico, un profesor, un albañil, un periodista o un peluquero también tienen unas exigencias muy altas dentro de su vida profesional y que, por lo tanto, quizá eso no sea motivo suficiente para justificar el hecho de tomar unas sustancias prohibidas para mejorar el rendimiento. Exigencias tienen los profesionales de todos los trabajos, no solo los deportistas de élite, aunque sí es cierto que físicamente, el deporte de alta competición supone un desgaste físico y mental considerable. El desgaste físico suele ser la causa por la cual los deportistas tienden a utilizar las sustancias dopantes, poder aguantar esos duros entrenamientos y poder asimilarlos de cara a las competiciones. Puede que ésta sea una causa. La otra es el de ganar y ganar. Yo pienso que, realmente, cuando alguien acude al dopaje está involucrado en ambas causas. Por un lado, intenta aguantar lo mejor posible sus entrenamientos diarios, pues estamos hablando de gente que no puede fallar ningún día, pues necesitan estar al cien por cien en la competición, y, por otro lado, el querer más ganar, esa ambición que está bien tener, pero dentro de unos límites.
Pero, antes de cambiar un poco de tercio, me gustaría hacer un pequeño inciso. Por mucho que uno se dope, debemos tener en cuenta una cosa. El dopaje no sustituye las cualidades físicas que uno pueda tener para llegar a la élite. Es decir, yo, por mucho que me atiborre a EPO, nunca llegaré a la élite del atletismo porque no tengo cualidades suficientes para llegar a ser profesional. El deportista de élite se cuida como el que más e incluso aunque se dope, tiene que sacrificarse como el que más para poder mantenerse en la élite. Otra cosa es que, dentro de ese sacrificio que todos los deportistas profesionales tienen que hacer, unos hagan trampas para poder aguantar más, pero el dopaje nunca podrá sustituir las capacidades físicas y de sacrificio. Porque, ojo, uno puede doparse mucho, pero si no se entrena a diario no ganarán nada aunque se atiborren a pastillas, y tampoco el dopaje puede vencer a la pareza, pues si un deportista de élite no sale a entrenar porque hay niebla, o en su ciudad estén a -5 grados, o esté helando. Con eso el dopaje no puede. Con lo único que puede el dopaje (y no es poco, ojo) es, primero, con la mejora del nivel deportivo y, segundo, puede acabar con nuestra vida deportiva.
¿Qué hacer con el deportista que recurre al doping como vía fácil para lograr victorias o ir mejor que sus rivales? Pues un castigo. He leído que hay gente partidaria de la sanción por dos años y otros de la sanción de por vida. Yo soy partidario de la sanción por dos años, pero solo en algunos casos. Me explico. Si un deportista da positivo, creo que estaría bien sancionarle con los dos años, pero le daría una oportunidad para volver a la competición, eso sí, teniendo en cuenta que ha tenido problemas de dopaje. En el caso de que no volviera a dar positivo, pues que siga compitiendo hasta que se retire. Pero, ojo, si diera positivo una segunda vez, sí soy partidario de la sanción de por vida. Pero, claro, luego son las organizaciones de cada deporte quienes deciden la sanción que le corresponde a cada deportista. De lo que no soy partidario es de lo que se ha hecho con deportistas como Roberto Heras. Se tuvo que retirar sin una Vuelta a España en sus palmarés que había ganado. Vale, se la quitaron por un positivo. Pero luego resulta que, unos años después, se la devolvieron y la quitaron la sanción por EPO. En fin, no veo lógico que un deportista se dope, pero tampoco veo muy lógicas algunas de las decisiones que se toman por parte de las organizaciones deportivas.
Pero el dopaje no solo acaba creando problemas para el propio deportista, sino que también provoca reacciones negativas hacia el deporte. Para mi, uno de los principales problemas de la crisis que hemos tenido con la base en el atletismo y el ciclismo han sido los casos positivos de atletas y ciclistas. Cuando los padres están metidos en este mundillo, ya saben qué es lo que se cuece dentro y cómo funciona todo, pero, visto desde fuera, en muchas ocasiones damos la impresión de ser unos dopados, y los padres que no estén aquí metidos prefieren que sus hijos hagan otros deportes donde, a pesar de que hay controles y tal, los pocos (mínimos) casos positivos no son dados a conocer. Así, los padres prefieren que sus hijos hagan esos otros deportes. Así, para mi ese es uno de los motivos por los que el fútbol, por ejemplo, tiene muchos más niños que el atletismo o el ciclismo. Ése, repito, solo es uno de los motivos. Yo sigo manteniendo que, a pesar de todo, las zapatillas y las dos ruedas siguen dando unos valores que muy pocos deportes aportan.
En mi caso personal, como habéis podido ver a lo largo del artículo, no soy nada partidario del dopaje. Nunca se me ha pasado por la cabeza tomarme unas sustancias que me ayuden a mejorar mi rendimiento. Soy partidario del entrenamiento diario como única vía para mejorar nuestro rendimiento, y considero a los deportistas dopados casi como enemigos. Arriba comentaba que soy partidario de la sanción como vía de castigo para los deportistas que han dado positivo. Yo he coincidido con atletas que han tenido problemas de dopaje. He competido con ellos, y, aunque me han ganado, he intentado no sospechar de ellos a pesar de haber cumplido su sanción y he querido creer que iban limpios, pero la verdad es que, tras saber que un deportista se ha dopado, cuesta mirarle con otros ojos, las cosas como son, y muchas veces cuesta no pensar que, a pesar de que solo dio positivo una vez y ya ha cumplido sus dos años de sanción, puede que te haya ganado tomando alguna sustancia y que, simplemente, aun no le hayan pillado. A mi no me gustaría que, como deportista, se me mirara así, me gustaría que el resto de los deportistas me miraran como a uno más, que entrena a diario para intentar lograr sus objetivos a través del entrenamiento. Creo que ése es un motivo más que suficiente para no recurrir al dopaje. Por lo menos, a mi me lo parece.
Entre todos, vamos a luchar por un deporte sin dopaje, donde la base de los triunfos sean los entrenamientos diarios sin ayudas externas prohibidas, vamos a luchar porque nuestros peques puedan tener buenos ejemplos a seguir en los atletas y ciclistas de élite, porque el atletismo y el ciclismo sean deportes que demuestren estar limpios, sin tramposos.
Nos vemos... haciendo deporte, claro.
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