jueves, 25 de octubre de 2018

De vuelta

Hace mucho, mucho tiempo que no publico nada en el blog. Entre unas cosas y otras, he dejado muy de lado el tema de la escritura para estar centrado en otras cosillas. Para hoy, me gustaría un poco “liberarme” de tantas semanas sin escribir nada, y comentar de manera general cómo ha sido este verano, un poco diferente a los demás, y cómo está siendo este intento de vuelta a la carrera a pie que, la verdad, ha resultado ser bastante accidentado.
A mediados del mes de junio me llamaron para empezar a trabajar en Soria, lo que me llevó a irme la semana anterior para dejar firmado el contrato y buscar un piso para los casi cuatro meses que me esperaban por allí. Recuerdo perfectamente que fui con mis padres un sábado a conocer la ciudad y buscar un hostal para poder pasar al menos esa primera semana y así encontrar un piso mientras tanto. Recuerdo perfectamente que me fui un lunes por la tarde a Soria, y que estuve hasta el viernes de esa misma semana, días en los que aproveché para firmar el contrato y solucionar diferentes papeles, además de firmar el contrato del piso. Como decía, me volví ese mismo viernes para ir el sábado a las fiestas del pueblo, y el domingo marchar de nuevo a tierras sorianas para incorporarme el lunes. Por delante, algo más de tres meses y medio de trabajo. Reconozco que los primeros días, como suele ser normal cuando llegas de nuevo a un sitio que no conoces, estaba muy nervioso. Además, me veía un poco desubicado. No me había ido nunca a vivir fuera de casa, y de golpe y porrazo, me vi a 300 kilómetros de Zamora y con pocas posibilidades de poder hacer una pequeña escapada para “volver a Granada” que diría Miguel Rios.

Como decía, esos primeros días fueron peculiares. Por un lado, me tuve que acostumbrar a la manera de trabajar de la planta hospitalaria en la que me encontraba, y por otro lado, también debía acostumbrarme a vivir solo cuando, hasta entonces, siempre había vivido con mis padres y mi hermano. Una pequeña aventura que, por un lado, me asustaba un poco, pero por otro, me motivaba, al fin y al cabo me había marchado hasta Soria por motivos de trabajo, y éso de poder decir “me toca trabajar” me gusta. Con el paso del tiempo, me fui acostumbrando a este cambio de vida, y debo reconocer que, al final, he acabado disfrutando muchísimo. Al final, te acabas adaptando, y cuando coges el punto al tema de organizar la vida laboral con las comidas, el piso y demás, al final tampoco es algo tan complicado. Es cierto que a veces se nota el cansancio del trabajo y que cuando te toca la noche, el día siguiente estás un poco “descuajaringao”, pero, como decía, siempre está ahí la motivación de poder decir que “toca trabajar”.

La verdad es que conocía esta ciudad muy, muy de pasada. Recuerdo haber parado en ella a la vuelta de unas vacaciones hará como siete años, pero fue el tiempo justo para tomar un café y recorrer una calle (que ahora sé que es El Collado) durante un ratito. Lo que me quedó entonces bien claro es que en Soria hacía frío, pues en pleno mes de julio de aquel verano nos tocó tirar de manga larga al bajar del coche. Durante esta estancia en la ciudad que tanto inspiró a poetas como Machado o Bécquer, he podido conocer bastante a fondo los rincones de Soria. A nivel de tamaño y población, es una ciudad más pequeña que Zamora. Uno de los primeros sitios que conocí de la ciudad fue el Parque de la Alameda de Cervantes, más conocido allí como “la dehesa”, que, por hacer una comparación, es una versión del Campo Grande de Valladolid, pero en pequeño. Pero debo reconocer que hubo dos cosas que me impresionaron bastante. Por un lado, la famosa ermita de San Saturio, una ermita colocada en la ladera de la sierra de Santa Ana, frente al paseo de San Prudencio. Añado el nombre de la zona preparada para caminar que quedaba enfrente porque la historia de ambos santos es más que llamativa. Por otro lado, uno de mis rincones favoritos fue el mirador de los Cuatro Vientos y la ermita de la Virgen del Mirón, que se encuentra pegando con este mirador. Una zona que permite ver la zona del río y gran parte de la ciudad. Por allí paseaba Antonio Machado cuando su mujer se encontraba ya enferma, de ahí que se levantara un monumento bastante curioso en honor al famoso poeta y su mujer. Tanto la ermita de San Santurio como la de la Virgen del Mirón y el Mirador de los Cuatro Vientos han sido las zonas que más me han gustado sin duda. Para salir a dar una vuelta por Soria, recomiendo los caminos que hay alrededor de estas zonas, que te permiten ir viendo el río y estos monumentos.
A nivel deportivo, mi estancia en Soria ha sido, cuanto menos, peculiar. La semana que tuve que ir a firmar el contrato estuve haciendo natación más un día de bicicleta (el sábado), mientras que el domingo por la mañana, antes de volver a Soria, salí a rodar 45' sin ninguna queja por parte del tendón de Aquiles, que tanta brasa me había dado. Así, aproveché, ya en Soria, para bajar a “la dehesa” y completar unas cuantas vueltas. Así estuve hasta que, el miércoles de la primera semana que trabajé allí, una sobrecarga me mandó parar. Tras cinco días parado por completo y otros cinco haciendo natación, vuelvo a correr, pero el cuerpo sigue empeñado en que no lo haga. Semana y media más tarde, ya conociendo más de Soria y habiendo completado esos últimos kilómetros por la zona del paseo de San Prudencio y por San Saturio, otra sobrecarga me manda parar. Así, me tocó estar otra semana sin parado por completo. Justo siete días más tarde, me volví a calzar las zapatillas y, la verdad, la cosa fue bastante bien, notando poco a poco mejoría, hasta que, el pasado jueves, mientras iba rodando por la zona del camino de Garray, pisé una zona húmeda y me fui al suelo. En un principio, la cosa no fue a más, tan solo unos raspones en un brazo y en la cadera, pero según fueron pasando los minutos, ya acercándome a la parte final de la sesión de carrera continua, empecé a notar una molestia general por la parte trasera del costado, que poco a poco fue localizándose en un punto concreto: una costilla. Tras la experiencia del pasado mes de noviembre con dos rotas y en esta ocasión con esa zona bastante dolorida, acabé en la consulta del médico de urgencias para que me dijera qué era lo que tenia exactamente. Tras la observación correspondiente, tan solo tenía el golpe. El viernes decidí descansar y que éso fuera pasando. El domingo tenía previsto participar en la media maratón de Ávila, pero tras el golpe, la verdad es que tuve muchísimas dudas sobre si podría o no poder hacerla, lo que, la verdad, me hundió bastante. El sábado, aun estando en Soria, bajé, en compañía de mi padre, a “la dehesa” a completar unas cuantas vueltas… La molestia estaba mucho mejor, seguía notando el golpe (ya me advirtieron de que ésto se mantendría unos cuantos días), pero podía correr, ni tan mal.

Una de las cosas que más me ha gustado de Soria en temas de deporte ha sido el poder saludar a los dos mejores atletas de esta tierra, Abel Antón y Fermín Cacho y, además, en el caso del maratoniano, poder cruzarme con él varios días corriendo, lógicamente él mucho más rápido que yo. También vi en un par de ocasiones a Dani Mateo, Jesús España (se desplazó hasta Soria para finalizar su preparación de cara a su última maratón) y con Estela Navascues. Una gozada poder ver a todos estos grandes deportistas. A nivel de zonas de correr, “la dehesa” que comentaba antes es una buena opción siempre y cuando sepamos elegir hora (en las centrales del día suele estar con bastante gente) y momento, porque, por ejemplo, en las fiestas de San Juan suele ser una zona muy utilizada para diferentes actividades. Por otro lado, toda la zona de San Saturio y los caminos que salen a continuación del puente de piedra de Soria. Son dos paralelos que, en un momento dado, se juntan a través de un puente y que, siguiéndolo recto, se llega hasta Garray, famoso por tener las ruinas de Numancia. Lo malo son los tramos de pasarela que hay en ellos, pero, por lo demás, es una zona muy entretenida para rodar. Un sitio del que me han hablado en varias ocasiones, pero nunca he llegado a rodar, ha sido de Valonsadero, lugar habitual de entrenamientos de gente como Abel Antón o Daniel Mateo. Allí estuve en un par de ocasiones en compañía de mis padres y mi hermano, pero tan solo con el objetivo de pasar el día.
Dejando un poco de lado mi estancia en Soria, el pasado domingo tomé la salida en la media maratón de Ávila. Llevaba ocho meses (desde la carrera de Don Bosco de Valladolid) sin colgarme un dorsal. Debo reconocer que tuve ciertas dudas sobre si podría o no participar en esta prueba. Finalmente, con bastante precaución con el tema del golpe del pasado jueves, pude correr los 21 kilómetros por las calles de la ciudad de la muralla. Después de mucho tiempo, volvía a verme metido en una competición. Mi estado de forma no era el mejor como para salir a disputar la prueba y mi cuerpo tampoco estaba para forzarlo, así que decidí ir al ritmo que las piernas (y la zona dolorida) me dejaran. La verdad es que me encontré mejor de lo que me esperaba, completando los 21 kilómetros en 1h34'04. Como es habitual, corrí con el GPS, y a modo de anécdota, me gustaría comentar que, de todos los kilómetros, este aparato tan solo coincidió con los de la organización en el segundo, habiendo una diferencia al final de medio kilómetro (según el aparato, la media maratón tenía 21630 metros. Este año la organización dio una mochila bastante curiosa de la marca Joma, aunque, si soy sincero, el precio de inscripción me pareció un poquito elevado. Pero, en líneas generales, una buena media maratón y en la que recomiendo correr, con un gran ambiente popular, donde se junta la gente que va a competir con la gente que va a disfrutar de una mañana de atletismo.

Nos vemos… haciendo deporte, claro.


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