sábado, 2 de junio de 2018

Atletismo, otros deportes y Bañobárez


Correr forma parte de mi. Es mi naturaleza. Lo necesito para sentirme vivo”. (Pedro Nimo).


Nos encontramos ya en el mes de junio, lo que indica que la temporada atlética está llegando a su fin. Aun quedan unas cuantas semanas para calzarse las zapatillas de clavos en la pista, y posiblemente junio y julio más de uno los aproveche para competir en distancias como el 1500, pero, aun así, tan solo serán, a lo sumo, dos meses. Luego, muchos seguirán entrenando, con más o menos intensidad, aprovechando para competir en las diversas pruebas populares de los pueblos, mientras que otros optarán por mezclar las sesiones de carrera continua con alguna que otra sesión de, por ejemplo, bicicleta, con la idea de cambiar un poco de deporte, aunque sea por unos pocos de días.

A nivel personal, esta temporada ha sido un auténtico desastre a nivel deportivo. Si valoramos desde septiembre, que suele ser el mes típico para reanudar los entrenamientos (aunque debo reconocer que en 2015 tan solo dejé de correr una semana y, desde entonces, en verano he seguido corriendo), apenas he podido hacer medio año con sesiones de carrera a pie. A mediados-finales de noviembre me partí dos costillas, lo que me llevó a estar durante mes y medio sin poder correr nada. Una vez recuperado, el dos de enero me puse manos a la obra de nuevo con sesiones de carrera continua, pero mi tendón, debido a unas molestias que llevaba arrastrando desde el verano, me hizo parar a principios de marzo, de lo que ya hace tres meses. Ésto me ha llevado a que, desde que comencé a correr allá por el verano de 2009, haya sido, posiblemente, la temporada que menos carreras he hecho (éso asegurado, tan solo una) y la que menos entrenamientos he podido realizar. Lo del tema de las costillas fue algo más o menos inevitable, me caí y me di un mal golpe en el costado, pero lo de la tendinitis me ha pasado por bruto. Como decía, llevaba con alguna que otra molestia desde el pasado verano, pero al tener que hacer el parón obligatorio con el tema de la costilla, esa molestia desapareció, lo que me llevó a ser optimista en cuanto a la recuperación, una esperanza que tan solo duró una semana tras regresar a los entrenamientos, pues decidió regresar, y en esta ocasión siendo algo más intensa. Finalmente, y en resumidas cuentas, a principios de marzo “me rompí”, después de haberlo forzado desde el verano, el tendón de Aquiles me obligó a tener que hacer otro paréntesis en los entrenamientos. Para más “emoción”, si cuando me fracturé la costilla sabía más o menos cuándo iba poder volver a correr, con ésto no ha sido así, y aun llevando tres meses lesionado, no tengo nada claro cuándo voy a poder volver a calzarme las zapatillas.

La verdad es que se me está empezando a hacer muy, muy cuesta arriba esto de estar tiempo sin poder correr. Nunca había estado tanto tiempo lesionado y tampoco había tenido lesiones tan seguidas, que es algo queme fastidia también bastante. Me paro a pensar en las pruebas en las que quería haber participado y no he podido por esta lesión, o veo que llega el buen tiempo y me toca hacer otros deportes, y la verdad es que me fastidia bastante. Es cierto que, en gran medida, el hecho de estar así me lo he buscado yo y, por lo tanto, tampoco puedo tener demasiados motivos para quejarme, porque si hubiera cuidado el tendón desde un principio, posiblemente ahora no estaría así. Pero bueno, si algo nos caracteriza a muchos corredores, y que, por cierto, he criticado en alguna ocasión, es ese “ansia” que tenemos por seguir haciendo kilómetros.

A lo largo de este tiempo, y tras haber estado 18 días sin hacer ningún tipo de ejercicio físico, he estado alternando sesiones de bicicleta con otras de natación. Ambos deportes me gustan bastante, incluso me atrevería a decir que ahora, después de tantas semanas haciendo natación, le estoy cogiendo el “gustillo” y me tira más que salir a dar pedales, pero es cierto que no llega ni de lejos al disfrute de las sesiones de carrera a pie. Es algo que en alguna ocasión he comentado con los compañeros ciclistas, que no acaban de comprender que me guste más gastar zapatilla que montar en bicicleta. Así es, las “sensaciones” que ellos aseguran tener cuando van pedaleando y que aseguran no tener cuando “han probado” a correr, son las que nosotros sí sentimos haciendo sesiones de carrera a pie o incluso compitiendo mientras gastamos zapatillas, pero que no llegamos a notar mientras pedaleamos. Desde hace mucho, pero que mucho tiempo, me considero un atleta o corredor (me niego a utilizar la denominación “raner”, tan de moda ahora, pero ya he escrito de esto en otras ocasiones) muy de la vieja escuela por un lado, y aficionado “televisivo” al ciclismo, que se limita a dar cuatro pedaladas cuando está lesionado. Claro ejemplo de que me limito a salir solo cuando alguna zona del cuerpo no me permite correr es que en 2017 tan solo salí un día en todo el año, y fue con el único objetivo de hacer una salida por el pueblo en compañía de mi padre y mi tío y que en 2016 salí un par de días en verano y en alguna que otra ocasión durante los casi dos meses (faltó una semana) que estuve “tocado” del pie derecho, pero tampoco demasiado, la verdad. Pero bueno, retomando un poco lo que comentaba a mitad del párrafo, como corredor, no noto esas famosas “sensaciones” que me comentan mis compañeros ciclistas, pero, como es lógico, tampoco voy a pedirles a ellos que experimenten lo que los atletas notamos cuando corremos, que, para mi, es mucho más bonito que dar pedales. Sí es verdad que algunos compañeros que han corrido durante cierto tiempo alternándolo con al bicicleta pero que, por diferentes motivos (normalmente las rodillas) han tenido que dejarlo y dedicarse en exclusiva al ciclismo, me han comentado que “la verdad es que lo echo bastante de menos correr” o “cómo me acuerdo de cuando podía salir a correr”. Yo siempre me acuerdo de una frase de un entrenador del club, que cuando estoy lesionado utilizo con mucha frecuencia (que se lo pregunten a mis padres): “Alejandro, si pudiera correr, iba yo a estar dando pedales”. Pero bueno, para gustos están los colores, y si todos hiciéramos el mismo deporte, ésto no tendría gracia.

Para acabar el artículo, ayer hizo un año que corrí en la carrera popular de Bañobárez, la última vez que se celebró esta prueba. Guardo un recuerdo muy especial de esta competición organizada por “Los Piratas”, pues fue mi primera victoria en la categoría Absoluta (y hasta la fecha, la última) y, además, logré algo que para nada me esperaba: batir el récord de la prueba, con un tiempo de 35’12, récord que comparto con la atleta salmantina Gema Martín Borgas, que lo batió con una marca de 42’33. Aquella temporada fue la primera que estuve entrenando por mi cuenta. Ésto me permitió para ir conociéndome un poco mejor a nivel deportivo, y debo reconocer que disfruté mucho de la nueva manera de entrenar. Pocos días antes de ir a Bañobárez volví a las series, después de haber estado tres meses preparando la carrera de El Salvador a base de cambios de ritmo, y la verdad es que llegaba bastante bien de forma, pero no contaba con llegar al nivel suficiente como para poder ganar la prueba. Las sensaciones en el calentamiento eran bastante buenas, lo que me animó a ponerme en primera fila y ver qué podía hacer. En la salida, que, por cierto, no la recuerdo muy rápida, se formó un grupo formado por muchos atletas, que fuimos juntos durante el primer kilómetro, momento en el cual, Ricardo y Serafín dieron un cambio de ritmo. Decidí ir con ellos, a ver qué sucedía. Total, no tenía nada que perder. Tengo el recuerdo de que los tres nos intentamos dar algún cambio de ritmo con la idea de ver qué pasaba con los otros dos, pero no se me olvidará la cantidad de cambios de ritmo que pudo hacer Ricardo mientras íbamos los tres juntos: se ponía delante, hacía unos cuantos metros muy fuertes, y se volvía a poner atrás. En un tramo decidí tomar la iniciativa y subir algo el ritmo, pero vi que me respondían, así que esperé a otra ocasión. Unos metros más adelante, en un tramo en bajada, probé, esta vez con un cambio más fuerte respecto al anterior. Vi que cogía unos metros de ventaja, así que decidí intentar mantenerla. Si no me cogían, de cine, y si lo hacían, pues ya buscaría otras opciones. Fueron pasando los kilómetros y ese trío que habíamos formado ya venía bastante desecho. Ricardo venía varios metros por atrás, mientras que Serafín y yo nos guardábamos cierta distancia, la cual se acortó enormemente en un repecho bastante largo, hasta el punto en el que me convencí de que me daría caza. Los dos últimos kilómetros eran bastante favorables y con aire a favor, así que aproveché para intentar retomar más ventaja respecto a Serafín, aunque para los dos era un terreno favorable, así que no era tarea fácil. Ya por las calles del pueblo me sucedió la anécdota del día: llevaba ya varios metros sin ver qué distancia llevábamos, por lo que no sabía muy bien cuánto nos quedaba para llegar a la meta. Iba centrado en seguir al coche que iba abriendo la carrera para evitar perderme (aunque el recorrido estaba marcado a la perfección) cuando, de golpe, giramos para coger una calle y me encuentro con que a unos 70-80 metros está la meta. Lo primero que se me vino a la cabeza fue “¿estás seguro de que no llevas a nadie delante?” No acababa de creerme que fuera a ganar mi primera carrera en la categoría Absoluta. Mirada para atrás para comprobar la distancia con el segundo, y a entrar en meta. Un tiempo después de celebrar esta carrera anunciaron que para 2015 ya no la celebrarían. Reconozco que me dio mucha pena recibir esa noticia. Independientemente del resultado, la carrera estaba perfectamente organizada y el pueblo se volcó con ella.

Nos vemos… haciendo deporte, claro.


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