lunes, 20 de abril de 2020

Buscando esperanzas



Correr forma parte de mi. Es mi naturaleza. Lo necesito para sentirme vivo”. (Pedro Nimo del Oro).

Me pongo a escribir cuando faltan apenas diez días para que se acabe el mes de abril. En otras circunstancias, me pondría a escribir encantado de que el buen tiempo ya hiciera acto de presencia o de que los días ya vayan siendo cada vez más largos, pero ahora mismo, éso es algo que, en cierta medida, nos da bastante igual debido a las circunstancias que estamos viviendo al estar confinados durante tanto tiempo en nuestras casas. No tenemos ninguna opción de ocio al aire libre más allá de sacar a los perros (los que tengan), pero siempre durante el tiempo indispensable. Ésto, al menos en mi caso, me lleva a estar constantemente “comiéndome” la cabeza con algo que es muy importante para mi: el atletismo.

Lógicamente, no soy ni de lejos un atleta de alto nivel, por lo que el deporte no es mi manera de ganarme la vida. El cómo me gane la vida nada tiene que ver con el mundillo ya no del atletismo, sino del deporte en general, pero está claro que, a menos en mi vida, éste tiene un papel fundamental. Desde que comencé a entrenar con Teo en 2009, y más especialmente desde que lo hago por mi cuenta (por aquello de haberle dado más preferencia a la carrera continua que a los entrenamientos de series y semejantes), me he dado cuenta de que el simple hecho de calzarme unas zapatillas y salir a hacer unos cuantos kilómetros me sirve o bien para preparar mi cabeza y mi cuerpo para el día que viene (si tengo la opción la salir a rodar por la mañana, momento que, dicho sea de paso, es el que más me gusta) o para “soltar” después de varias horas estudiando o trabajando. Además, con todas las lesiones que he tenido en las últimas temporadas, creo haber aprendido a darle un valor aun mayor a esas sesiones de kilómetros a orillas de nuestro río Duero o por este espacio verde tan bonito que tenemos en Zamora como el bosque de Valorio. Momentos en los que solamente me acompañan mis zapatillas (últimamente, unas GT1000 y unas Vomero que justo antes del confinamiento cumplieron los 1000 kilómetros y que aun están para apurarlas algún kilómetro más, en especial el modelo de Nike) y un reloj GPS que me va diciendo los kilómetros que llevo, el ritmo instantáneo y medio y el tiempo. Nada de pulsaciones, solamente escuchando al cuerpo y a las piernas. Corriendo al ritmo que ellos mandan. Ese rato de kilómetros no me preocupo por nada más que no sea que las zapatillas estén bien atadas, el reloj bien cargado y de cumplir con los kilómetros que tengo previstos para ese día. Y de disfrutar con los kilómetros. Desde luego.

Y, desde luego, últimamente estaba disfrutando mucho del atletismo. De correr. Sin más pretensiones que las de hacer unos kilómetros por mis lugares habituales de entrenamiento. Orilla del Duero, carril bici, Valorio o los barrios de Olivares, Cabañales y San Frontis son algunos de los lugares que normalmente utilizo para hacer los kilómetros de carrera continua diarios. Por estas zonas empecé andando en bicicleta en mis primeras salidas, y luego, con el paso de los años, se fueron convirtiendo en los lugares empleados para machacarme con las zapatillas. Por ahí me he forjado como deportista, especialmente como atleta, que es en lo que más he estado centrado en los últimos años, tras decidir utilizar la bicicleta tan solo en los momentos en los que estoy lesionado y poco más. Pero, volviendo al principio del párrafo, en los últimos meses estaba disfrutando de un momento bastante agradable. No es que estuviera, en cuanto a ritmos, como nunca, pues me seguía manteniendo en torno a los 5'00-5'10 min/km, bajando de ahí en ocasiones muy, muy, muy puntuales. Más bien, me encontraba cómodo. Sin dolores de ningún tipo. Y con eso me valía. Porque, si no me dolía nada, era señal de que podría segur haciendo kilómetros. Y con esto me basta, como mucha gente me ha dicho, para ser feliz. Claro, que eso pensaba hasta que apareció este virus y, sin ningún tipo de afección (por suerte…), tocó volver a aparcar las zapatillas.

Comentaba que ésto del atletismo siempre ha sido una manera de preparar al cuerpo y a la cabeza para el día, bien para afrontarlo en las ocasiones que puedo salir a rodar a primera hora de la mañana, o bien para despejarme cuando me toca hacerlo por la tarde y que ésto funcionó aun más cuando empecé a entrenar por mi cuenta. Debo reconocer que nunca me han gustado los entrenamientos de series, siempre les he tenido algo de “manía”, mientras que siempre he disfrutado muchísimo haciendo carrera continua. Con Teo, como es lógico cuando te gusta competir, solíamos introducir sesiones de series. No es que fueran entrenamientos muy exigentes, más bien diría que en algunas ocasiones eran más bien algo desordenados, con muchos días sin apenas un calentamiento previo a las series (días de no llegar ni a los diez minutos de trote), por no hablar del trote posterior a la parte de calidad para “soltar”, cuando era inexistente varios días. Pero bueno, a lo que iba. Tenía asumido que algunos días a la semana me tocaría hacer series, y, aunque no me gustaban un pimiento, las hacía. Sin más. Me limitaba a hacer lo que nuestro entrenador nos mandaba. Sin embargo, cuando nos tocaba era rodar, ahí entraba “en mi terreno”, donde me lo pasaba realmente bien. Sí debo reconocer que a partir de más o menos 2012 Teo empezó a mandarme días de carrera continua más largos los fines de semana y algún que otro día entre semana, lo que me permitió que mi disfrute aumentara bastante en esta época, la cual coincidía con mi etapa como estudiante en el instituto. Por entonces seguíamos manteniendo los días de series con una estructura semejante, calentamientos cortos en varias ocasiones (aunque en alguna ocasión, para mi sorpresa, tuve que hacer alguno de 20-25 minutos) y algunos días sin trote posterior a las series. Pero a lo que iba, que me disperso. Las series y el ver que hacíamos calentamientos tan cortos (no olvidemos que yo soy un atleta que se empieza a encontrar bien en el kilómetro
cinco del rodaje si no hace un frio excesivo) y lo de “soltar piernas” era algo casi inexistente, a mi me “descuadraba” por completo. Empezaba a hacer la calidad con la misma sensación frío que al principio y, cuando quería entrar en calor, se me habían acabado las repeticiones. Por lo tanto, los días de series, acababa por no disfrutar del entrenamiento y lo de despejarme no acababa de conseguirlo. Más bien todo lo contrario. Acababa más cargado de lo que estaba al empezar el entrenamiento.

Pero bueno. El hecho es que llevamos ya casi mes y medio sin poder hacer nuestros deportes favoritos. Por ahora, las noticias que nos llegan acerca de que se dejen practicar deportes como el ciclismo o la carrera a pie no están confirmadas. Lo más esperanzador que he leído es que son propuestas que están encima de la mesa, barajándose, pero noticias confirmadas en este aspecto, pocas. Está claro que todos los que somos aficionados a estos deportes estamos deseando salir a nuestros lugares habituales para hacer unos kilómetros, pero debemos ser todos conscientes de hacer bien las cosas para que ni nos contagiemos ni nos toque volver a confinarnos en nuestras casas. Lo más lógico es que se nos permita hacer ejercicio físico en solitario, nada de grupos, e intentado dejar la máxima distancia posible con el resto de personas que nos podamos cruzar caminando, corriendo o en bicicleta. Si se nos permite, seamos consecuentes y hagamos bien las cosas, por favor. Todos queremos salir, y debemos ser conscientes de la importancia de poner de nuestra parte para que todo vaya bien. No me arrepiento de decirlo. Todo sea porque, una vez que se nos deje, podamos seguir haciendo deporte sin contratiempos ni interrupciones. ¡Colaboremos, leñes!

En definitiva, debemos llevar esta situación lo mejor que se pueda, y “arribar el hombro” para que las cosas, poco a poco, vayan mejorando. Entre todos podemos ayudar mucho para que todo esto que se ha montado con el coronavirus vaya poco a poco desapareciendo y podamos volver a nuestras vidas normales. A nivel deportivo, estoy convencido de que tarde o temprano podremos volver a calzarnos las zapatillas y a hacer unos cuantos kilómetros.

Nos vemos (o nos veremos)… haciendo deporte, claro.

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