sábado, 18 de mayo de 2013

Catedral de Zamora.
Zamora es una ciudad muy ligada con la arquitectura románica, pues tiene muchos monumentos de este estilo de arquitectura. Pero Zamora también destaca por sus romances. Así, os dejo unos cuantos de ellos, que, en cierta medida, pueden dar a entender la historia de Zamora.

ROMANCE XII DE DOÑA URRACA, CERCADA EN ZAMORA
¡Rey don Sancho, rey don Sancho, ya que te apuntan las barbas, 
quien te las vido nacer
no te las verá logradas! 
Don Fernando apenas muerto, 
Sancho a Zamora cercaba, 
de un cabo la cerca el rey, 
del otro el Cid la apremiaba. 
Del cabo que el rey la cerca 
Zamora no se da nada; 
del cabo que el Cid la aqueja 
Zamora ya se tomaba; 
corren las aguas del Duero 
tintas en sangre cristiana. 
Habló el viejo Arias Gonzalo,
el ayo de doña Urraca: 
—Vámonos, hija, a los moros 
dejad a Zamora salva, 
pues vuestro hermano y el Cid 
tan mal os desheredaban. 
Doña Urraca en tanta cuita
se asomaba a la muralla, 
y desde una torre mocha
                                                              el campo del Cid miraba.
 
 
ROMANCE XIII EN QUE DOÑA URRACA RECUERDA CUANDO EL CID SE CRIABA CON ELLA EN SU PALACIO EN ZAMORA
 
—¡Afuera, afuera, Rodrigo, 
el soberbio castellano! 
Acordársete debría 
de aquel buen tiempo pasado 
que te armaron caballero 
en el altar de Santiago, 
cuando el rey fue tu padrino, 
tú, Rodrigo, el ahijado; 
mi padre te dio las armas, 
mi madre te dio el caballo, 
yo te calcé espuela de oro 
porque fueses más honrado; 
pensando casar contigo, 
¡no lo quiso mi pecado!, 
casástete con Jimena, 
hija del conde Lozano; 
con ella hubiste dineros,
conmigo hubieras estados; 
dejaste hija de rey 
por tomar la de un vasallo. 
En oír esto Rodrigo 
volvióse mal angustiado: 
—¡Afuera, afuera, los míos, 
los de a pie y los de a caballo, 
pues de aquella torre mocha 
una vira me han tirado!, 
no traía el asta hierro, 
el corazón me ha pasado; 
¡ya ningún remedio siento, 
sino vivir más penado! 
 
ROMANCE XV DEL CABALLERO LEAL ZAMORANO Y DE VELLIDO DOLFOS, QUE SE SALIÓ DE ZAMORA PARA CON FALSEDAD HACERSE VASALLO DEL REY DON SANCHO
 
Sobre el muro de Zamora; 
vide un caballero erguido; 
al real de los castellanos 
da con grande grito: 
—¡Guarte, guarte, rey don Sancho,
no digas que no te aviso, 
que del cerco de Zamora 
un traidor había salido; 
Vellido Dolfos se llama, 
hijo de Dolfos Vellido, 
si gran traidor fue su padre, 
mayor traidor es el hijo; 
cuatro traiciones ha hecho, 
y con ésta serán cinco! 
Si te engaña, rey don Sancho, 
no digas que no te aviso. 
Gritos dan en el real: 
A don Sancho han mal herido! 
¡Muerto le ha Vellido Dolfos; 
gran traición ha cometido! 
Desque le tuviera muerto, 
metióse por un postigo, 
por las calle de Zamora 
va dando voces y gritos: 
—¡Tiempo era, doña Urraca, 
de cumplir lo prometido!


ROMANCE XVIII CUENTA CÓMO ARIAS GONZALO SE PREPARABA PARA LIDIAR EL RETO
 
 
Tristes van los zamoranos 
metidos en gran quebranto; 
retados son de traidores,
de alevosos son llamados; 
más quieren todos ser muertos 
que no traidores nombrados. 
Día era de san Millán, 
ese día señalado, 
todos duermen en Zamora, 
mas no duerme Arias Gonzalo; 
aún no es bien amanecido 
que el cielo estaba estrellado, 
castigando está a sus hijos, 
a todos cuatro está armando, 
las palabras que les dice 
son de mancilla y quebranto: 
—Yo he de lidiar el primero 
con don Diego el castellano: 
si con mentira nos reta, 
vencerle he y hágoos salvos; 
pero si cualquier traidor 
hay entre los zamoranos, 
y él nos reta con verdad, 
muerto quedaré en el campo. 
Morir quiero y no ver muerte 
de hijos que tanto amo. 
Las armas pide el buen viejo, 
sus hijos le están armando, 
las grebas le están poniendo; 
doña Urraca que allí ha entrado, 
llorando de los sus ojos 
y el cabello destrenzado: 
—¿Para qué tomas las armas? 
¿Dónde vas, mi viejo amo: 
pues sabéis, si vos morís, 
perdido es todo mi estado? 
¡Acordaos que prometistes 
a mi padre don Fernando 
de nunca desampararme 
ni dejar de vuestra mano! 
Caballeros de la infanta 
a don Arias van rogando 
que les deje la batalla, 
que la tomarán de grado; 
mas él sólo da sus armas 
a su hijo don Fernando: 
—¡Dios vaya contigo, hijo, 
la mi bendición te mando; 
ve a salvar los de Zamora; 
como Cristo a los humanos! 
Sin poner pie en el estribo 
don Fernando ha cabalgado. 
Por aquel postigo viejo 
galopando se ha alejado 
adonde estaban los jueces, 
que ya le están esperando; 
partido les han el sol, 
dejado les han el campo
 
 

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